Contemplar es abismarse hacia una experiencia de unicidad en la ladera de la realidad a la que suelo llamar el otro lado, plano de la Conciencia Cósmica donde están todas las vivencias en una sola unidad de tiempo. En ese estado, la música cósmica nos torna vaporoso y nos aposenta en un nivel vibratorio en el que somos observados por lo mirado,  perdemos la noción del tiempo  y toda la Creación se acomoda en el sosiego del ojo que se mira en el paisaje.

En la contemplación no hay dualidad, porque el sentido superlativo del Ser nos conduce al vacío iluminador, en el cual la Realidad Pura es La Belleza diciéndose ante el silencio del yo, como única Verdad en la que participamos como voz primera con la cual hemos creado el Universo para que se contemple a sí mismo cuando le miramos, en un presente en el cual está la totalidad del tiempo, en un compás de armonías iguales y abriendo sus puertas de amor unánime para el imparable Nirvana, natural a la certeza de nuestra naturaleza divina.

Ramón Antonio Jiménez Íntimo.

Tetragrammatón 

Hay un viento verde
allá arriba en el techo del árbol
con cuchillos de luz
riendo entre las hojas
Y me llevas a la morada
que haces en mis ojos
al cielo que digo cuando respiro
cuando con amor contemplo
lo que creía separado
Y ya no hay herida en el cáliz
ni dolor que amedrente la mirada
solo el sosiego que te nombra
la geometría del silencio
que ya puedo escuchar

El silencio del yo activa la conciencia particular y esta se expande hacia su centro,  se funde en la Conciencia Cósmica y se asiste al concierto de la belleza inenarrable  que subyace en la contemplación. En esta belleza como expresión de la Verdad Suprema, nada está separado, todo es Uno, todo es el Todo. Y el que era observador es ahora también lo observado.

Toroide

Hondo de amor me has dejado
esclavo en tu libertad
resonancia de tu silencio
la voz diciendo eternamente
Yo Soy en cada latido
para la música que soy ahora
la danza en espirales
de órbitas hacia todas partes
para la red que somos en tu mirada
en tu belleza empinada
contemplándose a sí misma

El filósofo y el científico razonan, intuyen y reflexionan; el religioso obedece, para el razonar es pecado; el místico contempla; el poeta, fortuna suya, intuye y contempla. Con la intuición asiste a los tres tiempos, con la contemplación a la eternidad, allí todo está aconteciendo eternamente y sin agotamiento, el hijo es el padre de su abuelo, y los tres están de niños jugando a ser adultos  en la memoria de la Naturaleza.

360 grados

 Sin resplandores

el paisaje es un abismo

de verde música callada

 

Honda

la tarde es otra tarde

ya vivida

Y desnudo de mí

puedo verme en la otra ribera

con mi padre

de niños en el jardín

donde aun estamos

felices

sin entender nada

libres de insomnios

de terribles interrogaciones

 

De niña también

mi madre canta con mi hija

Me enamora oírles

Todos los hombres que he sido

me están mirando

En la contemplación se da un estado de sutileza en el cual vibramos en una escala energética que nos empalma con el plano en el cual las cosas se aman en su esencia… y podemos acceder a una cuarta vertical que nos encima en la dimensión causal, región del sonido primordial del cual están hechas todas las cosas.  Y  en mansedumbre nos vamos sin la carne a danzar en éxtasis, a crear los universos que se ocultan tras las apariencias. La contemplación es una expresión compasiva, amor imantado convocándonos a la certeza de que no estamos separados.

Contemplar no es razonar lo mirado ni meditar lo que atrae a la mirada… la contemplación es mirar con hondo amor el alma del Universo…  el resplandor de su belleza que  empinados vemos dentro.

El junco y el viento 

Blanco en su mirada

no es posible verlo

Y de sombra

un contorno de incertidumbre

acomoda el resplandor en el ojo

que siega sosiegos al mirarlo

altas alcobas

en las que estamos

abismados de belleza

peinados juncos

en las orillas doradas del viento

una casa abierta adonde ir

que no sabemos

espejos cóncavos

para vernos desde todas partes

enamorados de la tarde

que ya es todo el lirio

Quien contempla se abandona en piadosa gratitud, en hondura hacia el principio único de lo infinito, haciendo un nido de ternura para emplumar el silencio, ese diapasón para la música que sostiene lo contemplado.

No contempla el que quiere… contemplar es una gracia, es un llamado a mirarse en las cosas. En la contemplación no hay intuición, sino revelación de algo sagrado que subyace bajo la sombra de la conciencia, se trata de una experiencia incomunicable. La alta sensibilidad del poeta y la piedad del místico son las vías inmediatas a la experiencia contemplativa. En ambos se expande la conciencia hasta empalmarse con el Todo, esa es la razón por la que durante el estado contemplativo no hay razonamiento, no hay pregunta ni asombro; porque siendo en el Todo, el Todo es en nosotros.

La poesía como resultado de la experiencia contemplativa es un canto a la Creación. La vida del místico arrebatado hacia la experiencia contemplativa es testimonio del amor cósmico, el amor dolido hacia todo lo que late. En uno y otro es fruto de vibrar en una alta escala en la espiral del proceso de desarrollo espiritual. Y ese es el fin de ambos.

En el paisaje, mil tonos verdes diagraman una voz de altos ecos para la gran poesía, murmullos de aguas diáfanas que no vemos al saciar la sed que no sabíamos.

Cartujo

Para que ahondado de atardecer

me pueda ver el paisaje

lo contemplo dentro de mi

Y me voy

descalzo de carne

cuando una música me llama

hacia la casa paterna

originario en latidos ya sin misterio

Y me escucho diciéndome

desde el otro lado

en la amorosa mirada

que soy sin cesar

empinado para ver las cosas

que me están mirando

Al contemplar, la mirada es mansa, los cristales de la luz son blandos, sin puñales heridos en su reflejo, no hay asombro, todo es natural, porque todo es en la unidad… Las cosas se asoman a su pozo para mirarse, y al vernos dentro, se enamoran de nosotros, ataviados de la belleza que ellas irradian.

Como conciencia o emanación del supremo amor, recreamos nuestro estado de sosiego en lo que miramos. Ese es el origen de la contemplación. Y digo bien, porque es nuestro estado interior lo que se nos revela al mirar… Miremos con amor, con la certeza de que no estamos separados.

Nirvana

Es un estanque la mañana

En su óvalo

de ardorosa piedad

la mirada

hace azul un pájaro

descociéndose del aire

Y una voz sin palabras

me ahuyenta despacio

hacia la vieja casa

 

De barro no

de amor

soy del otro lado

El poeta se aventura a traducir a símbolos los contornos de la experiencia contemplativa. En su pureza, la vivencia espiritual del ejercicio contemplativo se suma a otras anteriores y sucesivas para, por saturación, producir la expansión de la conciencia… Anterior a esto, después del resplandor del lirio, la palabra seguirá siendo sombra.

Ramón Antonio Jiménez Ítimo en Acento.com.do