La censura no se limita a los textos literarios, al periodismo escrito o la investigación académica.

En tierras quisqueyanas la censura es sinónimo de borrar o tachar murales y otras obras pictóricas y también se manifiesta indirectamente en la falta de apoyo a la conservación de esculturas de arte público que sufren deterioro progresivo al estar expuestos a los elementos.

En las últimas décadas el arte público en la República Dominicana se ha convertido en blanco de ataque de los sectores derechistas quienes, empeñados en borrar la historia y la memoria colectiva, re-escriben y silencian el pasado más reciente.

Este ataque a la libertad de expresión artística constituye todo un campo de batalla frontal la cual cuenta, por un lado, con apoyo institucional desde el Estado dominicano; y por otro lado, con apoyo propagandístico de la vieja y la nueva derecha, síntomas de la crisis reflejada en el avance y la normalización de la extrema derecha y la ideología fascista a nivel mundial y local.

Cada día que pasa el ataque a lo visual y por ende al arte público se normaliza como parte de un proyecto político que agrupa a actores políticos conservadores dentro y fuera del tren estatal.

Pero la supresión de la memoria colectiva no es un fenómeno reciente.

Efectivamente, esta práctica antidemocrática está arraigada a las campañas represivas de los guardianes de la ideología tradicional católica-romana y el anti-haitianismo, prolongación tanto del pasado colonial como de los regímenes dictatoriales de Trujillo y Balaguer: regímenes autoritarios fundamentados en la expansión/explotación capitalista y la construcción del estado-nación.

Vale la pena examinar que mueve la censura en nuestro país:

  • El silenciamiento de las luchas anticoloniales.
  • La monopolización de la cultura desde los estamentos del Estado capitalista.
  • El sentimiento de desprecio de los sectores conservadores hacia el arte de vanguardia y rupturista así como desprecio hacia el arte público de valor social y colectivo.
  • El provincialismo de las clases medias y altas dominicanas.
  • La vigencia de la tradición autoritaria (balaguerismo y trujillismo) reivindicada por la partidocracia dominicana.
  • El control social ejercido desde la iglesia católica el cual se extiende al ámbito de lo visual.
  • La mediocridad e ignorancia que caracteriza la burocracia cultural aquí y en todas partes.
  • La ocultación o falsificación de la historia con el fin de desligar o desconectar las nuevas generaciones de la lucha de clases y de los procesos revolucionarios.

En relación a la censura y los actores sociales que la incitan podemos agregar la influencia y el poder social que han adquirido algunos pastores dentro de la corriente del fundamentalismo evangélico quienes treinta años o cuarenta años atrás no contaban con acceso al Estado y a la movilidad social. (En un punto y aparte, sugerimos que la evolución de las iglesias evangélicas está intrínsecamente ligada a la influencia del fundamentalismo religioso estadounidense en Santo Domingo el cual tiene sus raíces en la derrota de la revolución de abril).

Guerra cultural

Estamos en presencia de la continuidad de una guerra cultural o reacción violenta a las luchas de clase y al cambio social. En síntesis, es un enfrentamiento ideológico entre lo conservador (que en República Dominicana y en muchos otros lugares se esconde detrás de la doble moral) y la transgresión político-cultural.

El propósito de la guerra cultural conservadora tiene como meta ensalzar la ideología conservadora de la clase dominante, es decir reforzar el statu quo, a través de la censura, la represión y el silenciamiento histórico.

Resaltamos que el ataque a las manifestaciones artísticas ha ido de mano en mano con la imposición de reformas neoliberales en la sociedad dominicana enmarcados en los proyectos de recuperación y privatización de espacios ocupados por artistas, trabajadores de la cultura y la gente común en medio de coyunturas sociales que transformaron la cultura y la arena política.

Los espacios físicos impugnados por la derecha y sectores liberales son en cierta forma una extensión de los espacios mentales o ideológicos construidos por los movimientos sociales, reivindicativos, democráticos y revolucionarios desde la caída del trujillato hasta nuestros días.

La Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), antiguo bastión de la izquierda revolucionaria, representa uno de los espacios más paradigmáticos de la lucha democrática en el país.

En el 2007 un mural de la autoría del pintor Silvano Lora fue borrado y alterado. La destrucción del mural significó una bofetada a la preservación de los espacios democráticos. No puede pasar desapercibido que el arte y la militancia política de Lora ( militó en el Partido Comunista Dominicano y fue alma y cabeza del Frente Cultural durante la revolución de 1965) representan un vínculo con el radicalismo de nuestro pasado contemporáneo.

La suerte es que el arte público tiene sus dolientes. Asi lo resaltó nota periodística de Marien Aristy Capitán aparecida en la edición del 4 de febrero del 2007 del periodico Hoy:

“Tras afirmar que jamás les consultaron antes de cubrir el mural que su padre pintó en el Paraninfo de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Quisqueya Lora solicitó ayer que la obra sea restaurada para que vuelva a ver la luz.

“La misma petición fue hecha por representantes de las organizaciones progresistas y de izquierda, quienes llamaron a los dirigentes de la academia a reponer el mural pintado por Silvano Lora, cuya figura principal es el patricio Juan Pablo Duarte. Pero la verdadera afrenta, tanto para Lora como para los dirigentes de izquierda, es que mientras se sepulta la obra de Silvano se da paso a un nuevo mural en el que sobresale la figura del ex presidente Joaquín Balaguer.”

En el 2018 otro mural de Silvano Lora sufrió los embates de la ignorancia, la mediocridad y la censura durante la remodelación de una iglesia en Duvergé. Una vez más la hija del artista, la historiadora Quisqueya Lora, hizo la denuncia pública en Acento poniendo énfasis en el rol del Estado y como desde arriba se hacen de la vista gorda ante la destrucción de arte público:

“La Fundación Taller Público Silvano Lora y los familiares no escatimaremos esfuerzos para lograr salvar este patrimonio.

“Aprovechamos la oportunidad para llamar la atención sobre la pérdida constante y reiterada del patrimonio artístico dominicano.

“Desaprensivos e ignorantes han destruido obras de incalculable valor y es necesario que la sociedad reivindique la conservación de los mismos.

“El Estado se muestra ambivalente, por un lado tiene departamentos dedicados a la defensa del patrimonio, pero por el otro lado propicia la destrucción de los mismos, sobre todo a través de sus trabajos de construcción e infraestructura.”

El día 12 de febrero en el mismo matutino el poeta, editor y sociólogo Miguel D. Mena reaccionaba ante la destrucción del mural:

“La borradura del mural de Silvano Lora de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo es un acto perverso. Es un acto de reversa, además. Es algo que escapa a lo meramente estético y nos confirma algo que ya sabíamos: que la vieja UASD ya no es aquél terreno de las ideas críticas sino el espacio de incubación del cuerpo sin rostro del dominicano proto-moderno.

“El último camino escogido por Silvano Lora (1931-2003) dentro del arte fue el más riesgoso: el de muralista. El mismo tiene tres grandes enemigos: la naturaleza, el hombre, la historia.

“Los murales de Silvano Lora siempre estuvieron haciéndose y borrándose: En los locales del viejo Partido Comunista, sindicatos, en la calle donde había necesidad de documentar la memoria, ahí estuvieron aquellos brochazos, ese color vívido, aquella esperanza.”

Otras borraduras

Mural de Ángel Haché en Utesa.

En el 2018, un mural de Ángel Haché fue destruido en el recinto capitalino de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Entendemos la razón que culminó en la destrucción de esta creación artística: el mural se inscribía en el rescate de la realidad social al rendir homenaje a la clase trabajadora.

El arte político, reivindicativo no tiene cabida en las políticas culturales de los sectores dominantes. En la mente de la burocracia cultural, si no es lucrativo no tiene valor. En síntesis, se pone primacía en el mercantilismo y el arte como producto de consumo. Pensemos el mural como una ruptura o una brecha a otras formas de ver y ser.

A través de las redes sociales, Elsa Núñez, artista y viuda de Ángel Haché, expresó su rechazo a la destrucción del mural:

“Es un irrespeto a un artista fallecido y ofensa a la comunidad artística, la destrucción de un mural , patrimonio nacional, que ha conmovido no solo como artista y viuda del autor, sino a pintores, galeristas, críticos de arte y personalidades del ámbito cultural nacional. Fui a la universidad y mande a detener la destrucción del mural, pero como verán ya está casi destruido”.

Y por último, en el 2020 la censura se impuso en medio de la creciente ola antiinmigrante y xenófoba local e internacional alentada por los sectores dominantes, con la destrucción de un mural del artista Pedro Veras.

La temática del mural, la solidaridad dominico-haitiana durante los Juegos Fronterizos en el 2014, sería borrada y silenciada por individuos o grupos anti-haitianos en Elías Piña. Destrucción de expresión artística guiada por la histeria racista y anti-haitiana amplificada en los medios tradicionales (escritos, visuales y radiofónicos) y las redes sociales por sectores de clase media y alta, desaprensivos sociales, lúmpenes y sectores desclasados.

En Santo Domingo, como hemos podido evidenciar, la censura es un claro reflejo del conservadurismo de las clases pudientes que aspiran a mantener el control social de la sociedad coartando las expresiones artísticas, la crítica, la libertad y la imaginación.