La palabra del título es de mucho uso en el español dominicano. Esta se presta para expresar variados estados de ánimo en diferentes circunstancias.

Se la trata en este apartado porque además ha propiciado palabras derivadas que resultan muy útiles en el habla. Varias expresiones se valen de carajo para denotar la intención de quien la emplea.

Durante largo tiempo los hablantes de español dominicano se han interesado en la etimología del vocablo del epígrafe. Se repasará aquí el posible origen y evolución de la voz en cuestión, recurriendo a los etimólogos para beneficio de los lectores.

El origen de carajo es incierto. Se presenta la voz caralho del gallego portugués como antecedente. Se han lanzado muchas teorías acerca del origen; estas, una vez examinadas en detalle son desestimadas por Corominas y Pascual en el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico; son desechadas por falta de suficiente asidero en la evolución.

El vocablo carajo consta en el idioma español desde hace más de seiscientos años, pero con otras formas. De acuerdo con lo expuesto en el Diccionario del origen de las palabras, (1998:84-85) el primer uso que tuvo carajo fue para denominar el órgano sexual masculino. Los autores de este diccionario emparentan la palabra carajo con el gallego carallo y el portugués caralho, parentesco al que se aludió más arriba. Adelantan la idea de que puede haberse introducido primero en el habla jergal de grupos de vida delincuencial.

Las especulaciones sobre el origen del  vocablo carajo son variadas y numerosas. En  Brasil existió la tribu de los carajos, mencionada en un documento del año 1500. Márcio Bueno en su obra A origem curiosa das palavras (2003:63) explica que la evolución natural de las palabras del latín cl, pasa el portugués con lh y al español con jota (J). Para reforzar este tipo de evolución trae ejemplos. Esto así para hacer derivar el carajo del español del latín caraculus, palo pequeño, significado que puede asimilarse al pene. Este origen le reconoce también José Pedro Machado en el Dicionário etimológico da língua portuguesa (1967 -I-539).

No hay que perder de vista que durante largo tiempo los diccionario obviaron tratar las palabras malsonantes, hecho este que dificulta el estudio de la primera aparición de carajo en tanto falo, pene. A tal punto es cierto esto que hasta las acepciones que no tenían relación directa con el falo se evitaron. No se localiza la voz en Cervantes ni Quevedo, a pesar de que estos autores se han considerado fuente de gracia, así como de groserías.

Hace largo tiempo que se menciona el sentido de carajo en tanto lugar alto en el mástil de una nave. Este servía para avistar a distancia. Por el vaivén a que era sometido ese lugar por las olas y la soledad, se utilizó -se asegura- para castigar a los marineros. De allí -aseguran algunos- nace la expresión “mandar al carajo” a alguien o algo. No puede dejarse pasar la ocasión para mencionar que no se ha encontrado documentación de este lugar con el nombre carajo.

El significado de marinería más cercano que se encontró lo trae D. Roque Barcia para caraja, vocablo indígena, “Vela cuadrada que los pescadores de Veracruz largan en un botalón. . .” Diccionario general etimológico de la Lengua Española (1880-I-765). Ese autor consigna además la interjección familiar ¡caraja!, “impropia del decoro, de la cultura y buena crianza”. Cabe aquí destacarse la terminología propia de la época para caracterizar el matiz de la interjección.

En el Diccionario de la lengua española consta la palabra carajo en su primera acepción, “miembro viril”. La segunda acepción reconocida en el lexicón mayor reviste las características de despectiva y malsonante, “Persona a la que en una conversación no se quiere mencionar para desvalorizarla”. Esa segunda acepción se conoce sobre todo en cinco países del Caribe, entre ellos la República Dominicana.

En la introducción de este estudio se insinuó que el vocablo carajo ha procreado voces derivadas. Aquí se añade que ha dado origen a locuciones usadas con frecuencia en el habla dominicana. Las locuciones aparecen en todas las variantes de español, no solo en el habla de los dominicanos.

El carajo y su femenino caraja son sustantivos. Designan a la persona insignificante, inútil. Pertenece al español coloquial, con una connotación despectiva. Así mismo sirve para mencionar la persona cuya identidad se desconoce o no se quiere decir. Lo vaciado en estas oraciones se extrajeron con ligeros cambios del Diccionario del español dominicano (2013:151).

Puesta en circulación del Diccionario Español Dominicano.
Foto: Ariel Díaz-Alejo/acento.com.do.
Fecha: 21/11/2013.

En el diccionario recién mencionado y en el Diccionario fraseológico del español dominicano (2016:96-97) constan las locuciones y giros que se copian. “Carajo, ja a la vela”. Persona insignificante, inútil. “Armarse la del carajo”. Crearse súbitamente una situación de desorden. “En casa del carajo”. 1. Lugar muy apartado o de difícil acceso. 2. Muy bueno, extraordinario. “Importar un carajo”. 1. Desinteresarse del todo. 2. No dar importancia a algo o alguien. 3. No preocuparse por nada ni nadie. 4. Ser indiferente ante algo o alguien. 5. Ignorar lo establecido. “Irse al/hacia/para el carajo”. Largarse, marcharse, salir. 2. Arruinarse algo, frustrarse o echarse a perder. “La del carajo”. Lío, escándalo extraordinario. 2. Se usa para indicar que un hecho es grande o intenso. “Mandar al carajo”. Rechazar groseramente algo o a alguien. Despedir a alguien. 2. Insultar y expresar rechazo o indignación hacia alguien. 4. Ignorar a alguien. “Más… que el carajo”. Referido a una persona o cosa, que tiene una cualidad en grado sumo. “No importarle un carajo”. No merecerle atención. “Para qué carajo”. Se usa para expresar rechazo u oposición a algo. 1. Se usa como desprecio hacia alguien o algo. 2. Se usa para expresar sorpresa o desconocimiento. 3. Se usa como resignación por algo. 

Luego de esa larga enumeración se impone que se abrevie en el resto. Entre los derivados o cambios introducidos para dulcificar la palabrota pueden mencionarse otros vocablos que se asemejan a carajo y que desempeñan algunas de las funciones que carajo mismo tiene por derecho propio.  Entre ellas pueden mencionarse, caray, que al principio la Real Academia escribió carai. Caramba es otra, así como caracha. Entre las voces derivadas están carajete, carajada y caracho. Es probable que haya más voces que no se han recogido aquí. Algunas de estas voces tuvieron su origen para evitar, precisamente, utilizar el término carajo.

El fenómeno que se mencionó más arriba acerca de la ausencia de la palabra carajo de los diccionarios producidos en España por el prurito de que era malsonante, se repitió en América. La primera mención que encontró quien redacta esto es de 1919. Aparece en el Vocabulario cubano. Constantino Suárez, autor de esta obra escribe lo que se transcribe: “Carajo. Cub. m.- muy vulgar. Esta especie de interjección castellana (que, dicho sea de paso, ignoramos por qué no figura en el Dic. de la R. A., puesto que en el hay otras por el estilo), sin significado propio, en Cuba lo tiene y en muy mal sentido, porque aceptándolo muchos por sinónimo de “pene”, el intercalarla en una conversación, constituye una de las ofensas mayores para el que escucha”.

Jaime Martín en el Diccionario de expresiones malsonantes del español.

Jaime Martín en el Diccionario de expresiones malsonantes del español (1974:60) al ocuparse de la palabra carajo lo hace de manera graciosa. “Por un poquito de pudor podía usté taparse el carajo, ¿no? Y un día descubre que ella no tiene carajo”. A seguidas indica los usos de la palabra, exclamación de fastidio, enfado, admiración, sorpresa o extrañeza. Más adelante enumera las locuciones que no se incluyen en este estudio.

En conversaciones informales se recuerda haber oído decir que carajo era el pene del toro, güevo´etoro que se usaba como látigo para castigar humanos e infligir dolor.

En Biografía de las palabras D. Efraín Gaitán Orjuela cita a Lacroix en su Diario de Bucaramanga donde expone que Simón Bolívar en los días de la infausta Convención de Ocaña, al referirse a ciertas gentes culpables de la disolución de la Gran Colombia, exclamaba: ¡Esos carajos! Más adelante este autor refiere que Bolívar Se paseaba y frecuentemente se le oía decir: ¡Carajo, carajo!

A la palabra carajo le tomó tiempo que la reconocieran en los diccionarios, aún en los americanos. No obstante, su vitalidad y pertinencia son innegables. Hay quienes

afirman que en algunos países hay hablantes que no podrían expresarse sin la ayuda de carajo en sus conversaciones diarias. Los escritores que transcriben el habla de los personajes en el registro coloquial en sus obras de literatura, para ser fieles al idiolecto tienen que utilizar el carajo en sus obras.

El Tesoro léxico canario-americano recoge un ejemplo de uso en literatura de Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros (1968:6). “Dicen que el ministro transpiraba y que le dijo al coronel “¿esos carajos se han vuelto locos o qué?”

Con este ejemplo de uso No se alienta el uso y menos aún el abuso de palabras soeces en los documentos y obras, así como en las emisiones de radio. Hay situaciones que demandan la “mala palabra”, y, otras en las que el uso se coloca fuera del estilo y la tolerancia.

Roberto Guzmán en Acento.com.do