Aurora Arias estaba allí. La autora de Piano Lila, Vivienda de Pájaros, y la de Invis Paradise, y el conversatorio al que asistimos se dio en punto: 4:00 de la tarde, Salón Aída Bonnelly, donde dos profesionales (Marcos Blonda y Angélica Noboa), quienes lejos de la academia, la retórica, y palabrería hueca, nos acercaron a una autora tan rara y talentosa como los oficios que combina: astróloga, psicóloga, poeta,  y escritora.

La sala, climatizada como la vendió la flamante pero nada flemática ministra de Cultura, al principio, tímida de gente, luego fue llenándose, tanto como para una fotografía exitosa de periódico.

En el conversatorio: “Música e imágenes en los cuentos urbanos de Aurora Arias”, estuvieron, ya dijimos, Blonda, Noboa, y lo más chocante e interesante: la propia autora incluida entre quienes hablarían de su obra, (como debería de ser), como universalmente debería patrocinarse. Y para yo sentirme en confianza, hasta mi comadre Graciela de la Cruz, especialista en ONGs, la presentadora.

Aurora Arias.

El arquitecto Marcos Blonda definió bien clara su ponencia y el corazón fue (ahí metió el cuchillo crítico) que Aurora Arias “inauguró la literatura de los kilómetros”. Para él (y era así) antes la literatura se circunscribía a Villa Francisco Francisca, la Ciudad Colonial, Gazcue (Aristocracia de lo urbano), y de ello se encargaron escritores como René del Risco, Pedro Peix, Marcio Veloz Maggiolo. El “entre otros” me lo trago.

Cuenta Blonda que cuenta se topó con Invis Paradise se topó con algo interesante, que lo sacudió. Y dijo que ese Invis Paradise, (ese cuento) retrata a un Santo Domingo poco representado en la literatura dominicana (el de la gleba urbana), y que resultó de la expansión llevada a cabo por el presidente Joaquín Balaguer entre los años 1966-1978.

“La gente está en otra cosa en los cuentos de Aurora. Sus cuentos están habitados por gente rara, habitan el desorden, recogen una cotidianidad diferente”, afirmó el crítico-arquitecto.

A Aurora, tenía más de dos décadas que no la veía (suena más suave que decir 20 años), y que ni la abrazaba mucho menos, aunque confieso, que algunos de sus cuentos y poemas, rondaban por mi cabeza.

Como crítico, Marcos denotó que se dejó avasallar por el talento y la admiración que siente hacia la autora Arias, y confiesa que lo que le llevó a ella fue la arquitectura.

“Todos los escritores estaban metidos en la Zona Colonial”, dice Marcos, y yo pensando en que Aurora también, pero ella tan solo físicamente mientras hacía una obra en la que deambulaban Luis Días, Duluc, Daddy Yankee, La Lupe. Esa misma autora que una vez vomitó cuando veníamos camino de Jarabacoa, y que casi treinta años después vuelvo a encontrarme con ella.

Angélica Noboa fue específica. Dijo  que su ponencia tocaría el aspecto temporal. Distante del arquitectónico. Y ella dijo que encontró en la literatura y en la atmósfera que creaba Aurora, tan distinta a los clubes y lugares de recreo a los que asistía (y en los que ella existía) como persona y ente de una clase media.

 “En los textos de Aurora los personajes hablan para llenar un vacío existencial”, dice Angélica.

Para Angélica descubrir la literatura de Aurora, hecha de reflexiones musicales y literarias, fue algo sanador, donde encontró paz. Cada quien encuentra su oasis, y las aguas escriturales de Aurora fue el de ella.

La participación de Duluc estuvo magistral. Sedujo con su canto y con las anécdotas. La de la zambullida de Justin B y como le salvaron él y Luis Días, y cuando dijo que se presentó como un tipo que sabía mover vasos y duró media hora intentándolo vanamente y Luis le dijo: “hermano diga lo únicamente lo que usted sabe hace y dedíquese a ello”, estuvieron a la altura. Cantó una canción de Justin B, y el público quedó satisfecho.

“Si aún estoy aquí, es por la fuerza del arte”, afirmó Duluc. Y yo le creo.  El con el pelo corto que lo hacía parecer normal, con su espontaneidad como marca de fábrica.

A través de una pantalla fija, que era parte también de la presentación, estuvieron Leonel Fernández, el de los bigotes y del primer tramo de gobierno (quítenlo ya dijo el público), Bacho Va, Hatuey De Camps, los choferes de carros públicos, traseros en primer plano.

Aurora habló tan calma y musical como en los años 80. Habló poco como debió ser, ya lo hace en las obras. Y dijo lo que sabíamos que su obra está influenciada por la música, que la usa como telón de fondo, y hasta anunció su próxima novela. Contó cómo tomó las fotografías que aparecían en pantalla: desde carros públicos y caminando.

A Aurora, tenía más de dos décadas que no la veía (suena más suave que decir 20 años), y que ni la abrazaba mucho menos, aunque confieso, que algunos de sus cuentos y poemas, rondaban por mi cabeza. A las 4:50. Se acabó el acto, el hablar de La Lupe y de seres marginales, entonces el despelote, el saludar a la autora y a los críticos, el público a dispersarse, y yo como Leoncio, “huyamos por la izquierda”…