(AM): En la obra Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus (2020), se hace la salvedad ante la pandemia del COVID-19, que nos encontramos en medio de un panorama en el que no se puede pensar de manera lineal y que, en primer lugar, la problemática es epistemológica antes que epidemiológica: “Los seres humanos nos vemos obligados a pensar de otra manera el mundo cuando estábamos acostumbrados a concebirlo de un modo que ya no nos lo hace inteligible” (p.41). Pensar de manera lineal en unos tiempos cibernéticos que van a velocidad exponencial está abocado al fracaso. Nos encontramos en la filosofía del fin de la certeza y la seguridad: “Esta crisis no es el fin del mundo, sino el fin de un mundo. Lo que se acaba (se acabó hace tiempo y no terminamos de aceptar su fallecimiento) es el mundo de las certezas, el de los seres invulnerables y el de la autosuficiencia. Entramos en un espacio desconocido, común y frágil, es decir, un mundo que tiene que ser pensado sistemáticamente y con una mayor aceptación de nuestra ignorancia irreductible” …(ibid.).
¿Vivimos entre lo transido, la incertidumbre y lo perplejo?
(DI): La humanidad ha pasado por muchos y largos periodos de penuria e ignorancia pero nunca se ha encontrado con problemas y crisis —desde la pasada pandemia, las crisis financieras, el desastre climático o los efectos sociales de la inteligencia artificial— en relación con los cuales el saber disponible sea tan insuficiente. Ha habido otros antes que sabiendo menos han sabido lo necesario. Nosotros, en cambio, parecemos incapaces de generar la enorme cantidad de conocimiento que necesitaríamos para hacer frente a unas situaciones tan volátiles, crisis tan complejas, en entornos acelerados y para regular unas tecnologías cuyos efectos no controlamos absolutamente. En este contexto la expectativa de que la ciencia produzca un saber cierto, seguro y de aplicación práctica inmediata no puede ser completamente satisfecha.
Esta expectativa dice mucho acerca del valor que otorgamos al conocimiento (aunque sea en momentos críticos y no en nuestros presupuestos ordinarios). Confiamos en una vacuna para la Covid-19, esperamos de los economistas fórmulas para resolver la inestabilidad financiera, queremos artefactos tecnológicos más eficientes y seguros, deseamos que la universidad nos garantice un empleo… Hay una dimensión de la ciencia que responde a las demandas urgentes de la sociedad, que exige resultados inmediatos, pero no deberíamos olvidar que la mayor parte del trabajo científico se malograría si actuara bajo esa presión. La ciencia es habitualmente una actividad que exige tiempo, que fracasa la mayor parte de las veces y requiere paciencia. Puede que estemos valorando únicamente una de sus dimensiones (la más inmediatamente útil), como si desconociéramos que hay muchas ciencias y que aquellas que proporcionan rendimientos inmediatos no serían posibles si no hubiera ciencias básicas o ciencias sociales y humanidades que se interrogan por el contexto en el que se insertan dichos rendimientos.
(AM): Otro tema importante que se encuentra en esa obra es sobre la globalización, la cual depende de un conjunto de decisiones de parte de los gobiernos para impulsarla o ralentizarla. Aquí entra el problema de la desglobalización, los límites, las modificaciones y de todo lo que nos parece razonable renunciar, de acuerdo con tus planteamientos (p. 135). Más adelante explicas que “Las crisis mundiales o los riesgos globales nos afectan no únicamente a las comunidades nacionales más directamente concernidas, sino al conjunto de la humanidad, por las consecuencias en cadena o los efectos derivados” (p. 155).
¿Cómo afectan las decisiones gubernamentales sobre la globalización y la desglobalización a las crisis mundiales y los riesgos globales?
(DI): Mi metáfora preferida para explicar la globalización es la de "un mundo sin alrededores". El hecho de que todo esté conectado con todo nos invita a considerar el mundo como un sistema unificado (lo que no excluye asimetrías y disfunciones), en el que las iniciativas generan resistencias, la separación entre lo de dentro y lo de fuera se vuelve problemática y todos estamos expuestos a la misma intemperie. Puede explicarse esta curiosa constelación con la metáfora de que el mundo se ha quedado sin alrededores, sin márgenes, sin afueras, sin extrarradios. Global es lo que no deja nada fuera de sí, lo que contiene todo, vincula e integra de manera que no queda nada suelto, aislado, independiente, perdido o protegido, a salvo o condenado, en su exterior.
La supresión de los márgenes implica el final de dos operaciones habituales que son como dos caras de la misma moneda: asegurar la inmunidad propia y desplazar lo indeseado hacia los márgenes. Cuando existían los alrededores había un conjunto de operaciones que permitían disponer de esos espacios marginales. Cabía huir, desentenderse, ignorar, proteger. Tenía algún sentido la exclusividad de lo propio, la clientela particular, las razones de estado. La desaparición de los alrededores, en la medida en que anula la distinción entre lo interior y lo exterior, se traduce en la pérdida de una zona franca desde la que observar con tranquilidad el naufragio de los demás; significa, por tanto, el final de toda garantía inmunitaria.
Por otro lado, cuando disponíamos de alrededores, casi todo podía resolverse con la sencilla operación de externalizar el problema, traspasarlo a un margen, fuera del alcance de la vista, en un lugar alejado o hacia otro tiempo. Un alrededor es precisamente un sitio donde depositar pacíficamente los problemas no resueltos, los desperdicios, un basurero.
Esto es así porque un mundo sin periferia es un mundo que se ha configurado sistémicamente, un mundo en el que se ha producido una extraordinaria ampliación de lo que ha de considerarse como espacio público y una inédita dificultad de configurar espacios comunes para los que no disponemos actualmente de instrumentos adecuados. Su consecuencia inmediata es que continuamente se mezclan en cualquier actividad lo interior y lo exterior. Ahora se afirma como una verdad indiscutida —y probablemente sin haber extraído todas las consecuencias que de ello se derivan— que no hay problema importante que pueda ser resuelto localmente, que propiamente hablando ya no hay política interior como tampoco asuntos exteriores, y todo se ha convertido en política interior. Se han vuelto extremadamente difusos los límites entre la política interior y la política exterior; factores “externos” como los riesgos globales, las normas internacionales o los actores transnacionales se han convertido en “variables internas".
(AM): En la obra La sociedad del desconocimiento (en su tercera edición 2023), se explica que “la incertidumbre forma parte de la vida humana, tanto en su dimensión personal como social”. Se menciona que “solo tenemos la certeza de que somos mortales, pero no sabemos cómo ni cuándo se verificará esa condición”, ya que “la vida nos depara sorpresas que la hacen interesante y peligrosa al mismo tiempo”. A pesar de esto “no dejamos de realizar previsiones, aunque hemos experimentado mil veces hasta qué punto la realidad las corrige o desmiente” (p.18).
Esto nos dice que la época en que nos encontramos se distingue por la presencia de interacciones intrincadas, avances exponenciales, fenómenos emergentes, turbulencias, una vastedad inabarcable y cambios abruptos, que bien tú reflexionas y que la hacen incomparable con cualquier otro periodo histórico. ¿Cómo crees que esta incertidumbre y estos cambios discontinuos afectan nuestra capacidad para planificar y tomar decisiones en la vida cotidiana?
(DI): Podríamos sintetizar el cambio de mentalidad que se requiere en la idea de que tenemos que orquestar nuestro deseo de controlar las situaciones con la exposición a la incertidumbre, entre la continuidad de lo que somos y las posibilidades de cambio, entre lo sabido y lo desconocido. Dicho de otro modo: ¿cómo se preparan nuestras sociedades para las inevitables sorpresas que les esperan? Si en otras épocas los métodos dominantes para combatir la ignorancia consistían en eliminarla, la actual era de la incertidumbre nos invita a considerar que hay una dimensión irreductible en la ignorancia, por lo que debemos entenderla, tolerarla e incluso servirnos de ella y considerarla un recurso. Esto no es tan abstracto como parece deducirse de la anterior formulación. Hemos aprendido a interpretar y usar las previsiones del tiempo, que no son una certeza absoluta; tomamos muchas decisiones políticas o económicas con una información insuficiente y únicamente los beatos digitales están convencidos de que el big data va a despojar a nuestras decisiones de cualquier resto de riesgo e incertidumbre.
Hemos de desarrollar una actitud más probabilística, en la vida personal y en el plano colectivo. Este cultivo de la incertidumbre puede resultar un inesperado factor de democratización. Precisamente allí donde nuestro conocimiento es incompleto son más necesarias instituciones y procedimientos que favorezcan la reflexión, el debate, la crítica, el consejo independiente, la argumentación razonada, y la competición de ideas y visiones.
(AM): Luego expresas que, aunque la humanidad ha enfrentado largos periodos de dificultades e ignorancia, nunca se había encontrado con problemas tan complejos y crisis tan diversas como las actuales, incluyendo la pandemia, las crisis financieras, el cambio climático y los efectos sociales de la inteligencia artificial. A pesar de que en el pasado se sabía menos, se tenía el conocimiento necesario para enfrentar los desafíos. Sin embargo, en la actualidad, parece que no somos capaces de generar el conocimiento suficiente para manejar situaciones tan volátiles y tecnologías que no controlamos completamente.
Es por eso, que te refieres a “Los procesos de desintermediación característicos del mundo en el que vivimos” y cómo estos han favorecido tanto la comunicación como la desinformación; además de que “Se trata de dos posibilidades que deben pensarse unidas: la del conocer y comunicar mejor, libres de tutela, y la de padecer una desorientación cognitiva que no tiene que ver con la clásica ignorancia de un mundo escaso de datos o de opiniones, sino que , al contrario, se debe a la incapacidad de gestionar el exceso”(p.38).
¿Qué estrategias podrían implementarse para mejorar la generación y aplicación del conocimiento para enfrentar la policrisis: cambio climático, crisis agroalimentaria, guerra y ciberguerra, los efectos sociales de la inteligencia artificial, las inmigraciones, ¿y otras tantas?
(DI): Lo diré de una manera un tanto provocativa: si se quiere solucionar algo, no hay más remedio que solucionarlo todo. El ejemplo que mejor ilustra esta idea es la necesidad de vacunar a todo el mundo para que la inmunidad sea efectiva. ¿Cómo puede hacerse esto? Es evidente que nadie está en condiciones de solucionarlo todo pero sí que podemos preguntarnos si la solución para nuestro problema singular no está implicando un problema para otros. Deberíamos estar en condiciones de preguntarnos por el efecto general que pueda tener nuestra solución sectorial, tener en cuenta el todo mientras gestionamos una parcela o competencia concreta.
Se trataría de alinear esos ámbitos que tienden a tener una cortedad de vista y a tomar en cuenta únicamente su propia concepción de la realidad (economía que no interioriza sus externalidades medioambientales, política que únicamente responde ante sus electores, sanidad que cura pero invierte poco en no tener que curar) sabiendo que esa convergencia será siempre provisional, discutida y revisable. El gran tema de reflexión de las sociedades contemporáneas es la divergencia de lógicas y sus potenciales efectos negativos, los riesgos derivados de no atender a criterios de compatibilidad. Nuestra mayor innovación política consistiría en crear espacios y dinámicas de encuentro y conexión. El sociólogo Armin Nassehi ha proporcionado un bello imperativo categórico para este nuevo mundo en el que la diferenciación y la soberanía han topado con sus límites: “actúa de manera que el otro se pueda acoplar”. Acoplarse no significa consenso, sumisión o control, pero rompe también con la lógica de la indiferencia y la externalización. Nos estaríamos refiriendo a todas aquellas operaciones que van desde tener en cuenta la perspectiva de los otros hasta las formas más intensas de reciprocidad, acuerdo, coordinación, cooperación e integración.
Si la verdadera crisis de nuestras sociedades es esta y las catástrofes recurrentes son sus recordatorios, entonces tenemos que abordar los problemas de otra manera, más anticipatoria, holística, transnacional, colaborativa y horizontal; las crisis nos están recordando la necesidad de pensar en una nueva manera de hacer política que sea más receptiva para las formas inéditas que tendrá que adoptar en una sociedad que se hace cada vez más imprevisible.
(AM): En la obra también explica que la información no es simplemente datos sin más, sino datos con un sentido específico y que la verdadera información surge de la interacción entre humanos y máquinas, ya que las computadoras solo procesan datos potenciales. Los datos deben ser procesados e interpretados dentro de un contexto significativo para convertirse en información.
Tu destaca, además, que las máquinas carecen de dos dimensiones fundamentales que son de la inteligencia humana: la capacidad analógica y la valoración del conjunto. Los humanos tienen una competencia creativa que les permite pensar de manera inexacta, como se ve en el uso de metáforas. Esta inexactitud creativa es una fuerza heurística que amplía nuestra capacidad de cálculo con habilidades intuitivas y no racionales.
Con relación a tus planteamientos, me situó lo que es la carencia de la inteligencia artificial, el cual abordo en uno de mi ensayo, ti y voy por esta línea al retomar mi trabajo sobe Inteligencia humana versus inteligencia artificial en la que digo las pasiones, los deseos, las pulsiones existenciales son condición sine qua non de la identidad biológica y no artificia.
Esto bien podemos encajar y articularlo con lo que tú dices ante las tres revoluciones de la moral que están pendientes y que son la” des individualización de la ética, la ética del conocimiento y la ética del desconocimiento. que darían lugar a tres campos en buena medida sin colonizar, la ética de los sistemas” (P.81). En la página siguiente afirma que: “Una sociedad del conocimiento es aquella en la que podríamos prescindir de las personas inteligentes, pero no de los sistemas inteligentes. Lo decisivo es la inteligencia colectiva, nos impide entender la lógica de la acción colectiva” (P.82).
¿De qué manera la inteligencia artificial puede transformar diversos sectores como el conocimiento, la educación, la salud, y el medio ambiente, y cuáles son los desafíos éticos y sociales que surgen con su implementación a gran escala?
(DI): Déjame responder a tu pregunta con una reflexión que considero anterior. ¿Qué significa "transformación digital", nombre que reciben muchos programas y algunos ministerios en todo el mundo? A diferencia de una planificación, la transformación es un proceso con resultado abierto. Cómo se apropiará finalmente la sociedad de las acciones de gobierno encaminadas a tal fin es algo en parte imprevisible. En concreto: las transformaciones sociales puestas en marcha por la hiperconectividad digital no están predeterminadas por esas tecnologías sino que emergen de los modos en los cuales dichas tecnologías y las prácticas que se desarrollan en torno a ellas son entendidas culturalmente, organizadas socialmente y reguladas legalmente.
Muchas de las transiciones fallidas se han debido, en este y otros ámbitos, a una aplicación mecánica y vertical de los nuevos requerimientos sin pensar suficientemente sobre la diversidad de los sujetos destinatarios y sin incluirlos en el proceso. El caso de la transición ecológica y las protestas de los agricultores en Francia y otros países pone de manifiesto la difícil conciliación entre lo que debe hacerse y la implicación de un sector especialmente afectado. Los fallos en las transformaciones se deben a no haber sido capaces de desarrollar suficientemente un proceso de negociación que llevara a una solución sostenible y satisfactoria para todos. La resistencia al cambio no debe interpretarse como un perverso boicot, sino que en muchas ocasiones evidencia que quien promueve ese cambio no ha conseguido facilitarlo, negociarlo y hacer creíbles sus ventajas para todos.
(AM): La inteligencia humana (IH) es una capacidad que se ha desarrollado a lo largo de millones de años de evolución, mientras que la Inteligencia Artificial es una creación humana, relativamente reciente. Aunque la IA ha ido cambiando el complejo entramado cibercultural, social, educativo y político del cibermundo, todavía no entra en el marco de igualación con la IH, porque esta no solo tiene capacidad de flexibilización, sino también afectividad. De ella brotan sentimientos que hacen pensar en que no se puede ser indiferente ante la muerte y, mucho menos, ante la vida.
Los dispositivos de IA tienen la capacidad de generar nuevos datos a partir de datos de entrenamiento y reglas previamente aprendidas, por lo que no se autoorganizan como el sistema de los humanos. Son redes neuronales artificiales que están diseñadas y programadas por el sujeto cibernético especialista en software de IA virtuales, cuya capacidad neurolingüística es productora de conceptos creativos y complejos.
A propósito de tu nuevo libro que pronto será publicado sobre la inteligencia artificial, ¿qué piensas sobre la evolución de la IA en comparación con la inteligencia humana?
(DI): La actual inteligencia artificial es potentísima a la hora de procesar una gran cantidad de datos pre-existentes, pero no en la producción de nuevas visiones y conocimiento o en las recomendaciones acerca de fenómenos nuevos sobre los que se carece de datos o información. El poder computacional es cálculo veloz y procesamiento de mayor cantidad de datos, pero no inteligencia. En la inteligencia artificial y en el análisis de datos hay mucha fuerza bruta computacional, pero no una comprensión del contexto mundano. La idea de una superación o remplazamiento de nuestra inteligencia se ha tomado demasiado en serio la fase inflacionaria en la que estamos actualmente.
El ChatGPT y otros artefactos que le sucederán son productos increíblemente capaces de procesar información y lenguaje sin saber de qué va, es decir, serían inteligentes hasta el límite en el que comienza la comprensión del mundo. La inteligencia artificial puede traducir textos, realizar diagnósticos médicos e imitar patrones de conducta humana, pero sin comprender realmente todo ello. Lo que hace a los sistemas de inteligencia artificial tan difícilmente comparables con los términos humanos es que son capaces de adquirir un impresionante nivel de conocimiento experto sin haber adquirido antes un sentido común rudimentario. La inteligencia artificial es un conjunto de técnicas geniales para aprenderse el mundo de memoria. Aunque sobrepase la potencia calculatoria del ser humano, la inteligencia artificial es incapaz de dar una significación a sus propios cálculos.
Lo que nos hace únicos a los humanos no es la precisión y exactitud sino, por así decirlo, exactamente lo contrario: estamos continuamente pensando en aproximaciones y gestionando situaciones imprecisas; no somos inteligentes porque aplicamos fielmente reglas establecidas, sino que tenemos una especial capacidad para atender a lo singular y a la excepción. Las faltas de claridad las compensamos con aquello que nos hace más humanos: conciencia, empatía, intuición, afecto. Por contraste, las limitaciones cognoscitivas de la inteligencia artificial se deben al hecho de que es un conjunto de técnicas inapropiadas para un mundo abierto, técnicas que funcionan para problemas muy específicos donde las reglas no cambian y cuando se dispone de muchos datos. La inteligencia artificial resuelve cierto tipo de problemas que la inteligencia humana no es capaz porque esta no puede examinar los datos necesarios o a la velocidad que se requeriría. La superioridad de las máquinas es clara cuando se trata de cálculos que no se basan en la ruptura de reglas sino en su correcta aplicación, pero hacer un chiste o combinar metafóricamente ámbitos semánticos diferentes requieren otras capacidades diferentes.
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