Daniel Innerarity, se encuentra entre los principales filósofos en el mundo que han pensado la filosofía política articulada a la democracia a lo digital e inteligencia artificial. En 2005, la revista francesa Le Nouvel Observateur lo consideró uno de los 25 grandes pensadores vivos del mundo.
Es catedrático de filosofía política, investigador "Ikerbasque" en la Universidad del País Vasco, director del Instituto de Gobernanza Democrática y titular de la cátedra Inteligencia Artificial y Democracia en el Instituto Europeo de Florencia. Ha sido profesor invitado en diversas universidades europeas y americanas, como la Universidad de la Sorbona (Paris I), la London School of Economics and Political Science y la Universidad de Georgetown. Doctor en Filosofía, amplió sus estudios en Alemania (como becario de la Fundación Alexander von Humboldt), Suiza e Italia. Entre sus últimos libros cabe destacar La política en tiempos de indignación, La democracia en Europa, Política para perplejos, Una teoría de la democracia compleja, Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus, La sociedad del desconocimiento y La libertad democrática. Por sus libros ha recibido el Premio de la Sociedad Alpina de Filosofía al mejor libro de filosofía en lengua francesa, el Premio de Ensayo Miguel de Unamuno, el Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Ensayo, el Premio Espasa de Ensayo y el Premio Euskadi de Ensayo. La mayor parte de sus libros han sido traducidos en Francia, Inglaterra, Portugal, Alemania, Estados Unidos, Italia, Finlandia y Canadá.
Por el conjunto de su obra ha recibido el Premio de Humanidades, Artes, Cultura y Ciencias Sociales de Eusko Ikaskuntza-Caja Laboral, el Premio Príncipe de Viana de la Cultura, el Premio Internacional de Humanidades Eulalio Ferrer y el Premio Nacional de Investigación en Humanidades 2022.
Es colaborador habitual de opinión en El País, El Correo / Diario Vasco y La Vanguardia.
Andrés Merejo (AM). En el texto Política para perplejos (2018), tu explica que vivimos una época de incertidumbre, de futuro sombrío, en la que a diferencias de otras épocas esta se caracteriza por la perplejidad: “Hace no muchos años el debate era si los cambios se producían en nuestras sociedades mediante la revolución o la reforma. Actualmente, el cambio no se produce ni por uno ni por el otro, ése ya no es el debate sino por un encadenamiento catastrófico de factores en principio desconectados” (p.18). Voy en parte por esta línea de reflexión caracterizada por la incertidumbre, lo transido y lo cibernético, en mi texto filosofía para tiempo transido cibernético (2023).
¿Como entra la inteligencia artificial en esta política para perplejos?
Daniel Innerarity (DI):
El condicionamiento técnico es “el punto ciego de la teoría de la democracia” (Berg / Staemmler). No se debe achacar a la digitalización la actual fragilidad de la democracia representativa, ya que también puede entenderse como un espacio de posibilidades alternativas. El agotamiento y la desconfianza en las instituciones representativas se deben también a la configuración de una opinión pública más activa y exigente. Explicar la transformación actual de la democracia únicamente a causa de la digitalización supondría sobrevalorar la capacidad de determinación de la tecnología e infravalorar la capacidad de los agentes políticos y las instituciones para aprovechar las posibilidades que tales tecnologías ofrecen para su revitalización. Los medios digitales pueden ponerse al servicio tanto de la liquidación como de la reanimación de la política analógica tradicional. Las tecnologías digitales no determinan el cambio social y político sino que le ofrecen un potencial (aunque sea limitado) hacia una acción distribuida. La relación entre digitalización y democracia no debe pensarse como una relación causal sino como una constelación en la que acción política y modos de comunicación se condicionan recíprocamente.
(AM): En ese texto se encuentra una temática sobre el conspiracionismo, en la que tú expresas que este tiene una larga tradición en los Estados Unidos y que “Se trata de un recurso que comparte la izquierda y la derecha, como la crítica al establishment que tan bueno rédito le da a unos y a otros. De diferentes maneras, ambos oponen un pueblo sano y armónico a un enemigo exterior, ya se trate de los inmigrantes, el islam, las élites o los otros en general” (p.29).
Sobre la temática el horizonte conspirativo, me referir hace unos meses cuando aborde una secuencia de artículos sobre Las teorías de la conspiración , en el periódico digital acento.com: La propagación de las teorías de la conspiración arropa al mundo cibernético, porque en este predominan más los sujetos cibermonigotes, chabacanos y light que tienen poca formación y montones de información, viven infoxicados, dado que no tienen la capacidad de procesar y sistematizar de manera crítica y analítica tales informaciones. No poseen un conocimiento que valga la pena, pues quedan atrapado en la ignorancia. Son caldo de cultivo de la desinformación, de la posverdad y de todas esas teorías que viven sembrando desconfianza, miedo, escepticismo en la mayoría de los sujetos cibernéticos que se nutren en las redes sociales y en cada rincón del ciberespacio de contenido poco confiable.
¿Cómo afectan las teorías de la conspiración a la democracia en estos tiempos?
(DI):
La pandemia fue un momento en el que, a la vez que se vivían experiencias insólitas de solidaridad y se revalorizaba la intervención pública, también se fortalecieron los impulsos individualistas. Una de sus manifestaciones más extremas fue lo que se ha podido llamar "el secesionismo epistémico" (Amlinger / Nachtwey): una profusión de hechos alternativos, negacionismo, conspiracionismo, la consideración de los enunciados científicos como un atentado a la libertad. El libertarismo encontró allí un terreno abonado para las ensoñaciones de una subjetividad completamente desvinculada de la realidad. Desde entonces no han dejado de crecer esas "grandes negaciones": desde la inminente desaparición de la democracia, de la nación y el orden constitucional, el cambio climático cuestionado, golpes de estado por todas partes, la sede papal vacante… Se disfruta así de una absoluta soberanía epistémica: las opiniones giran en el vacío, sin ninguna instancia que pueda contrastarlas o desmentirlas, y la contradicción es interpretada como un ataque personal.
Solo en una realidad arbitraria es el sujeto absolutamente soberano. Se produce así un espacio semántico donde no hay frustraciones y el individuo soberano es confirmado en todo momento en sus opiniones e intereses. El conspiracionismo, por ejemplo, es una manera de entender el mundo que nos libera de tener que confrontar nuestras opiniones con la realidad, donde nada contradice ninguna teoría y todo confirma gratamente los propios prejuicios. El conspiracionismo proporciona a sus defensores muchas ventajas subjetivas: les dispensa de sus obligaciones hacia los migrantes porque "vienen a remplazar nuestra civilización"; a quien señala un aspecto de la realidad que le contradice se le adjudican las peores intenciones y el principio de realidad queda así suspendido; las exigencias medioambientales son desenmascaradas como una disculpa para recortar la libertad; criticar la cultura de la cancelación se convierte en una coartada para mantener incluso aquellas opiniones que sería muy razonable dejar de emitir… Es difícil concebir una mejor manera de ejercer nuestra narcisista soberanía sobre la realidad y mantenerse fuera de su alcance menos grato, como resistencia o desmentido.
La crítica a "lo políticamente correcto" les exonera de respetar ciertas evoluciones de la opinión pública que una gran mayoría de la sociedad considera avances democráticos, como la pluralización de nuestros modos de vida, la emancipación de las mujeres o esas normas de respeto y buena educación que desprecian como resultado del miedo a decir lo que se piensa. El sentido común al que apelan es para ellos la ocurrencia propia o lo que favorece el interés individual y no un sentido común compartido. Las democracias amparan el derecho de cualquiera a expresar libremente sus opiniones, pero no promueven que los individuos desarrollen sus vidas sin referencias compartidas. El libertarismo es una posición anti-política porque le falta la relación a un mundo compartido, compatible con el mayor pluralismo de concepciones acerca de la realidad, que es siempre la misma y común realidad.
(AM): Tú explicas en el libro que hoy en días las sociedad es más difícil de conocer, lo cual tiene que ver con la individualización que acompaña al mundo digital , porque en sociedades jerárquicas esto es imposible que suceda, ya que el espacio público estaba muy restringido, de acuerdo a tus planteamientos, y que además subsumían al individuo en categorías abstractas, en las que obnubilaba la diversidad de las experiencia individuales , en donde gobernantes y lideres de todo tipo hablaban por la sociedad, de ahí, que digas: “Una vez que internet ha abierto a todos la capacidad de tomar la palabra, el monopolio ejercido por los representantes sobre la descripción de la sociedad se ha derrumbado y , con él, las categorías que permitían a uno hablar por otros y actuar en su nombre. Los individuos se representan a sí mismos o reclaman no ser reducidos a la categoría que les representan” (p.39).
¿El ciberespacio como espacio interactivo y participativo forma parte de tu visión filosófica de la democracia?
(DI):
El mundo imaginado por la razón algorítmica se rige por la promesa de satisfacer nuestras preferencias, una vez que se supone capaz de identificarlas con exactitud, sin ninguna voluntad de prescripción autoritaria. Y a este respecto tengo una doble sospecha: que la racionalidad algorítmica implique una intromisión indebida y un recorte también injustificado, que en nuestra voluntad política así concebida sean otros los que deciden qué hemos de preferir y que se de por sentado que solo podemos preferir lo que hemos preferido en el pasado.
La primera objeción es que se trate realmente de nuestras preferencias. ¿Están ofreciéndonos lo que queremos o terminamos queriendo lo que nos ofrecen? Hay una dimensión de construcción de nuestras preferencias por los algoritmos de recomendación; aunque se presenten como quien meramente identifica las preferencias, pueden estar induciéndolas en una cierta medida.
La segunda objeción es que sean preferencias que correspondan al pasado y que determinen excesivamente nuestras preferencias futuras. Los algoritmos de personalización y las recomendaciones se configuran a partir de la información sobre las decisiones, intereses y preferencias pasadas. El problema de estos sistemas basados en el machine learning es que nos dan “más de lo mismo”. Este modelo es especialmente inadecuado para aquellas actividades que, como la política en una sociedad democrática, tienen un propósito de intervenir en el mundo con el objetivo de cambiarlo. Un algoritmo no podría haber generado movimientos como el #MeToo o el #Seacabó, que implican una ruptura deliberada con las prácticas machistas del pasado. ¿Cómo queremos entender la realidad de nuestras sociedades si no introducimos en nuestros análisis, además de nuestros comportamientos de hecho, las enormes asimetrías en términos de poder, las injusticias de este mundo y nuestras aspiraciones de cambiarlo? ¿Estamos dispuestos a que los datos que alimentan los algoritmos conviertan a nuestro pasado en nuestro futuro?
La era digital nos hace soñar con la horizontalización del poder, la apoteosis de las redes, el retorno del individuo soberano, pero en vez de liberar la espontaneidad, posibilitar la bifurcación y la alteración imprevisible, tenemos un sistema que nos encierra en el cálculo de lo posible. En este sentido, los sistemas de recomendación, pese a lo que parece, están fuera del control de los sujetos; se basan en el comportamiento no reflexivo más que en las preferencias expresas u objeto de deliberación. Se trata de una forma de conocimiento y comunicación que excluye la auto-reflexión en el proceso de aprendizaje acerca de sí mismo. La gobernanza algorítmica es muy despolitizadora. La política en la era digital tiene que considerar a los usuarios como sujetos reflexivos y políticos, para lo cual debemos moderar el peso del pasado en la gobernanza algorítmica y proteger la indeterminación del futuro.
(AM).
En el texto te refieres a cómo los cambios irreversibles que se han producido en estos tiempos son tan profundos que afectan de manera estructural la política y a todas las instituciones públicas y privadas. Partiendo de esto expresas que: “En medio de estas turbulencias no se trata de mejorar la eficacia de la política tradicional, ni siquiera de adaptarla a unas nuevas realidades, sino de entender cuál es la función que tenemos derecho a esperar de la política en un mundo diferente” (P. 146).
En tal sentido planteas la innovación política, que sería otra manera no solo de hacer política sino de pensarla: “Lo que se requiere entonces es un ejercicio de innovación política que exige otra manera completamente distinta de pensar y actuar” (p.47).
¿Aquí entra la innovación en la política implicada en la democratización de la democracia?
(DI).
Se podría decir que todo mi proyecto filosófico se dirige a quienes no creen en las respuestas simples, pero tampoco quieren desesperar ante la complejidad de los problemas. Puede que sea un tanto exagerado aquel lugar común según el cual no hay nada más práctico que una buena teoría; podemos estar seguros, sin embargo, de que nada hay menos práctico que la mala teoría o la falta de teoría, es decir, el déficit de comprensión de lo que está pasando cuando la realidad social ha cambiado hasta el punto de resultar ininteligible si uno la divisa desde los antiguos conceptos. Después del “giro cognitivo” de la teoría política en los años noventa, cabe afirmar que la democracia vive actualmente un “momento teórico” que responde a la necesidad de volver a pensarla en unas circunstancias que contrastan notablemente con aquellas que dieron origen a la mayor parte de su marco categorial. Podría estar ocurriendo que lo que fueron en su momento “ficciones útiles” se hayan convertido en “simplificaciones confusas” y que la más prometedora renovación de nuestras democracias sea el resultado de hacerlas más complejas, en consonancia con una realidad que ha dejado de encajar en las viejas simplificaciones. Y cuando aquello sobre lo que se ha de teorizar es la democracia no basta con que el resultado sea verdadero; es necesario que sea además inteligible, pero también que responda a las expectativas normativas que se contienen en la invención democrática y los valores nucleares de esta forma de organización de la convivencia humana. Porque es posible que una parte de nuestra desafección política tenga algo que ver con el hecho de que entendemos muy poco nuestro tiempo, cómo funciona esta sociedad y cuáles son nuestras posibilidades de acción en ella.