Hoy 1 de marzo se cumplen 31 años del asalto al Banco del Progreso. El suceso tuvo lugar el 1 de marzo de 1993, cuando el cirujano Cristóbal Payano perpetró la entidad financiera permaneciendo dentro de las instalaciones, donde los medios de comunicación y el sistema policial dominicano estuvieron en vigilancia por más de 12 horas.
Los hechos reales siempre son una fuente de inspiración para los cineastas dominicanos. Tres décadas y un año después, el director Josell Hernández comenzó a filmar Asalto en progreso (2023 y aún sin estrenar), un drama que “transportará” a los centennials al acontecimiento original.
Este largometraje es producido en los estudios de La Aldea, de Francis Disla. De acuerdo con datos del Consejo Intersectorial para la Promoción de la Actividad Cinematográfica (Cipac), esta producción contó con un presupuesto aprobado de RD$ 74.9 millones en 2023.
Pero, la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) aprobó la ejecución de RD$ 61.1 millones, es decir, el 81.5% del aprobado por el Cipac.
La sinopsis pretende transportar al lector a la década de los 90 sin salir de las salas de cine. Santo es un odontólogo casado y con hijos, cuya esposa padece de cáncer y está depresiva a causa de sus infidelidades.
El protagonista es ludópata y cae en la “ruina” económica, por lo que decide asaltar el Banco del Progreso, llevándolo a secuestrar a los clientes y personal administrativo y enfrentarse a la ley antes de caer abatido. Los productores reúnen a Pepe Sierra, María Castillo, Hony Estrella y Jochy Santos en escenas.
Antecedentes
Si bien el director José María Cabral se basó en la tragedia, presentó el show mediático que sucedió alrededor del caso en 2010. Esto se debe a que se muestra desde la perspectiva del presentador David Hernández, quien se entera que su familia es secuestrada y debe jugar en vivo con el secuestrador.
El largometraje fue Jaque Mate (2011), que de acuerdo con la DGCine, totalizó RD$ 12.5 millones por la venta de taquillas.
Antes de salir del ecosistema bancario el 18 de mayo del 2020 cuando llegó su fusión con el Scotiabank, banco canadiense que compró el 97.4% de sus acciones por US$ 328 millones, los activos de la desaparecida banca totalizaron RD$ 1,402 millones, según plasmó las memorias del 2019 de esta entidad.
Además, la Superintendencia de Bancos informó que el 55.5% de los préstamos eran destinados al sector comercial; el 24.6% a consumo y 11.4% a tarjetas. El 8.3% restante era una cartera hipotecaria.