Un maestro verdadero no es sólo el que transmite con vehemencia sus saberes respecto a una disciplina. También es quien, como valor agregado, empatiza con sus alumnos al grado de transformar sus perspectivas personales y académicas, ya que en cada sesión inspira a través de su discurso y acción.
Este ideal se convierte en un imposible cuando no hay consciencia, ni en los estudiantes ni en sus padres y, en múltiples casos, cuando reina el desinterés por el aprendizaje. En todo caso, el maestro que logra derrumbar esas y otras barreras, exógenas y indógenas, merece especial distinción. Este es el caso de la profesora Mercedes (Teacher Mechy, 2023) protagonista de la película del mismo nombre, dirigida por el dominicano Frank Perozo, cuyo papel principal lo encarna con brutal crudeza la comediante, guionista y actriz dominicana, Cheddy García.
En varias ocasiones he llorado frente a las páginas de una buena novela (Pandora en el Congo, de Albert Sánchez Piñol o El paraíso en la otra esquina, de Mario Vargas Llosa, verbigracia). Lo mismo me ha pasado frente a la pantalla, viendo una película (En busca de la felicidad, de Will Smith, recuerdo). Empero de la película "La Teacher Mechy" no supe cuándo mis expresiones del alma cambiaban de carcajadas a llantos, y viceversa.
Desperté de mi inmersión emocional cuando mi bella esposa y mi hermosa hija me dijeron, casi a unísono: "Pero estás llorando". En realidad, ellas también lloraban y reían, a la vez, ante la gallardía con la que ese intrépido personaje enfrentó la difícil situación económica en que vivía su familia, la preñez de su hija adolescente y la embriaguez de su madre.
Yo, que he sido profesor durante más de la mitad de mi vida, desde el nivel inicial hasta el nivel doctoral, no pude evitar transportarme a aquellos años en los que, al igual que Teacher Mechy, me transportaba sobre una moto/pasola hacia El Corozal (Las Matas de Farfán, San Juan) a transformar la vida de aquellos niños campesinos, algunos de los cuales volvieron a pasar por mis aulas en la UASD. Hoy ya casi todos son profesionales, hombres y mujeres de bien.
Historia similar la viví en la ciudad de Santo Domingo, siendo profesor del sector privado y público durante ocho años, previo a mi ingreso a la UASD, en el año 2003; año en el que había aprobado un riguroso y extenso concurso de oposición para impartir docencia en la Cátedra de lingüística de la Primada de América.
La narrativa de esta película condena, de forma inusitada, el engaño y las mentiras. Se pueden cometer errores, lo importante es reconocer, asumir y enmendar. La fílmica reinvindica la dignidad humana ante el maltrato y la arrogancia de los actantes adinerados, algunos de los cuales actúan irresponsablemente con el seudo discurso: "el dinero lo resuelve todo".
Asimismo, Teacher Mechy muestra que ser rico no es siempre equiparable a ser educado y honorable, y que se puede ser digno y honrado pese a ser pobre. Personas adineradas pueden ser verdaderamente educadas cuando saben valorar la condición humana, sin importar nivel social, laboral y escolar, color de piel, nacionalidad, etcétera. Y personas con altos estudios universitarios muestran carecer de educación cuando tratan con arrogancia y petulancia a quienes consideran de menor jerarquía social, académica y económica, etcétera.
Teacher Mechy denuncia, además, la tétrica situación socioeconómica en que aún vive un número considerable de nuestros profesores, ya que para poder adquirir un techo digno deben endeudarse, comprometiendo todo su tiempo y, en otros casos, aceptando funciones más allá de sus capacidades profesionales.
Otra de las denuncias contenida en esta fílmica es la práctica indecorosa de asignar un profesor para que imparta asignaturas sin tener competencias para ello. Igualmente, se asignan supervisores sin ideas nimias sobre la función docente. Lo viví en el primero de mi bachillerato, precisamente con la asignatura de pintura; era una profesora ya fallecida que no tenía destrezas motoras finas para trazar una circunferencia, y que tampoco había estudiado nada relacionado a las bellas artes.
Definitivamente, esta es una buena película, desde mi perspectiva de consumidor de cine y de profesor, ya que en su narrativa se funden la ironía, el romance y el humor con el discurso de denuncia social. La profesora Merecedes constituye una representación viva de las familias pobres dominicanas que tienen que hacer malavares para salir adelante, aunque se haya cursado una carrera universitaria. Es una película que merece ser vista por todos nuestros profesores, estudiantes y padres con el auspicio del MINERD y de la ADP porque, sobre todo, la profesora Mercedes (Mechy) somos todos.