Bajo la dirección de Robelitza Pérez y Simón Rodríguez, El hijo de María y Oguís se presenta como una pieza cinematográfica biográfica muy significativa que profundiza en la figura de José Francisco Peña Gómez, el líder de masas más importante de la historia contemporánea dominicana. El cortometraje alcanzó recientemente el primer lugar en el Festival del Minuto José Francisco Peña Gómez, una competición organizada por la fundación que honra al fenecido líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Este festival, conocido por su riguroso formato de un minuto de duración, exige una creatividad excepcional al restringir el uso de elementos físicos y conceptuales, convirtiéndose en una plataforma artística innovadora en el cine local.
En consonancia con la famosa máxima de Shakespeare, “la brevedad es el alma del ingenio”, Robelitza Pérez (directora) y Simón Rodríguez (co-director, guionista y compositor musical) logran un intenso trabajo cinematográfico a través de este conciso ensayo audiovisual. El cortometraje se centra en un episodio crucial de la vida de Peña Gómez: el entierro de los restos de su madre, María Marcelino, en 1982. María, junto a su esposo Vicente Oguís, había huido a Haití durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, periodo marcado por la represión y el genocidio de miles de dominicanos y haitianos en la frontera. La cacería humana orquestada por el régimen trujillista dejó un saldo estimado de 17,000 muertos, según Joaquín Balaguer, diplomático y personero trujillista.
La narrativa se construye a partir de recortes de prensa, imágenes capturadas por la prensa y las redes sociales así como un audio original del panegírico o discurso de Peña Gómez durante el entierro. Las palabras de Peña Gómez destacan la lucha social y clasista en tierras quisqueyanas, así como la campaña racista del régimen trujillista contra personas de origen haitiano.
Pero su denuncia no termina ahí: Peña Gómez, moreno dominicano de origen haitiano, también reconoce la existencia de una propaganda racista y anti-haitiana de “ciertas capas sociales” hacia su persona.
El panegírico de Peña Gómez en el cementerio ante los restos de su madre se convierte en el eje central del cortometraje, conectando el trauma histórico con la realidad actual del racismo y la discriminación en la República Dominicana.
Este corto nos hace reflexionar en la insistencia de las elites en negar el racismo y la realidad social a pesar de la contundente evidencia gráfica, oral y textual.
Las imágenes, proyectadas sobre el cuerpo y la cabeza del personaje principal interpretado por Juan Carlos Martínez Borges, establecen un vínculo entre el pasado y el presente. En un cerrar y abrir de ojos, el cuerpo da testimonio de la violencia estatal guiada por la xenofobia y el odio racial de la elite blanca al pueblo dominicano y haitiano.
La habilidad oratoria de Peña Gómez (era poeta y locutor) se resalta a través de su elocución, que sirve como un hilo conductor que une el trauma histórico y personal (trauma colectivo) con la realidad contemporánea.
La banda sonora del cortometraje juega un papel determinante al añadir una dimensión emocional profunda. Con un tono suave y repetitivo, la música complementa las imágenes y refuerza el drama humano experimentado por Peña Gómez, quien desde muy joven enfrentó la adversidad debido a su origen humilde y afrodescendiente con raices haitianas en un país donde la clase dominante fomenta el rechazo hacia lo negro, africano y haitiano. En fin, la composición musical refuerza la atmósfera melancólica del filme, intensificando el impacto emocional de la obra.
El uso de técnicas de collage y montaje en El hijo de María y Oguís representa un enfoque innovador para narrar la historia contemporánea dominicana. Alejándose de la narrativa tradicional, el cortometraje adopta un estilo abstracto y poético, explorando nuevas formas de presentar una historia sumamente compleja en un formato breve.
En resumen, El hijo de María y Oguís no solo rinde homenaje a José Francisco Peña Gómez y a sus familiares, muchos de ellos vilmente masacrados durante el genocidio y otros sobrevivientes que lo perdieron todo, sino que también subraya la lucha anti-racista en la República Dominicana y el impacto político y social del genocidio trujillista en las políticas racistas y discriminatorias del presente Estado dominicano.