José Santana y Laura Espinal/Colaboración especial

Durante décadas muchos psicólogos, sociólogos y otros profesionales de las ciencias sociales se han dedicado a estudiar la polarización y el extremismo como un tema ideológico para la comprensión del protagonismo de la diversidad de ideologías políticas en las sociedades con democracias robustas.

En ese sentido, la polarización política se produce cuando opiniones políticas y los posicionamientos ideológicos sobre algún tema específico se dicotomizan. Este proceso comprende cambios mediante los cuales la oposición y confrontación aumenta con el tiempo, desde un punto próximo hacia los extremos. Por otra parte, el extremismo político lo entendemos como la defensa y proposición extrema de medidas políticas, económicas o sociales. Para los términos de este artículo asumimos la polarización política como la práctica o propuesta política extremista y sectaria cada vez más alejada de la concertación.

En particular tenemos el caso de la República Dominicana y otros países de América Latina, donde es posible identificar un tipo de polarización menos enfocada en las vertientes políticas e ideológicas, sino orientada al rechazo imprudente  de opiniones, sobresaltada ante cualquier contrariedad; además del fomento al desprecio entre cada grupo de opinión.

Al mismo tiempo se exhiben comportamientos que antes se podrían identificar como “antisociales”. Los mismos se han convertido en el pan de cada día, cada vez más aceptados como normales y siendo reproducidos por un número preocupante de usuarios. Comportamientos antisociales como el lenguaje inapropiado, racismo, sexismo, superioridad, ataques personales, juicios morales y discriminaciones de todo tipo se destacan por su frecuente participación en las interacciones que se pueden dar en cualquier lugar de la sociedad, desde las calles hasta las redes sociales. A este tipo de comportamientos le llamamos “cultura del odio”.

Es posible que las personas afiliadas a este proceder (muchas veces desde la comodidad del anonimato) busquen selectivamente retroalimentación en las redes sociales con información y noticias que inflan los comportamientos negativos que solemos ver, alimentando fanatismos. De acuerdo con Lisa Firestone PhD., las redes sociales han contribuido directamente con el incremento de comportamientos y personas narcisistas, quienes no escuchan opiniones contrarias y valoran las de los demás como erradas, siempre.

Otras características que tienen en sus interacciones en las redes se podrían destacar el uso del lenguaje inapropiado, apodos, insultos, burlas inmediatas, asociación a personas o movimientos de terceros ajenos a la discusión, usurpación de la imagen del interlocutor, el uso excesivo de “memes”, y comentarios que podrían incitar a la violencia, y más importante: proclamar amenazas directas. No es difícil ver por qué se utilizan muchas de estas armas: la ridiculización genera “clicks” y, en consecuencia, seguidores, aumentando el narcisismo del individuo.

En cuanto a la política, la cultura del odio se instrumentaliza atentando contra las funciones fundamentales del Estado limitando su capacidad de acción. Esto se debe a que desarticula la unidad de sus ciudadanos, socava la solidaridad, la paz y la confianza entre ellos. Ese proceso amenaza con dejar pavimentado el camino hacia el extremismo del debate político, basado en la discusión soez en lugar de análisis intelectual que permita mejorar o tomar una decisión en pos del pueblo y las mayorías. Este mal camino es posible gracias a que se visualiza a los contrarios como: "individuos diferentes no-semejantes", despreciables y moralmente disfuncionales.

En las redes sociales, el ejercicio de estos comportamientos está tan normalizado que es de esperarse el encontrar un nuevo foco y “tendencias” de burlas diariamente. Particularmente en Twitter, la red social políticamente más relevante, es fácil advertir que la aversión a causas opuestas genera beneficios particulares a un gran número de usuarios que interactúan en las redes y que constantemente trascienden los límites de cualquier simpatía partidista.

Un buen ejemplo de esto es descrito por Nathan Taylor Pemberton, en su artículo "The Young Political Spaces of the Internet – How a new generation has embraced extremé views online", publicado por The New Yorker en marzo 17, 2020: «El público de “America First” es joven.  En una entrevista con el Washington Post, en 2019, Fuentes describió a sus seguidores como "Zoomers", o el grupo demográfico de menores de veinticinco años que llamamos Gen Z. Fuentes fue uno de los streamers más vistos en DLive, que se ha convertido en el hogar para el pensamiento extremista desde que YouTube y Twitch comenzaron a tomar medidas enérgicas contra el discurso de odio.  Y, gracias a la función de donación de la plataforma, se estima que Fuentes ganó más de sesenta y un mil dólares en un período de siete meses en 2020 de su colmena de trolls, que se refieren a sí mismos como "Groypers", un nombre tomado del Doppelgänger alt-right de Pepe the Frog».

Mientras tanto, según un articulo escrito por Trilby Beresford en The Hollywood Reporter, 14 de julio de 2020, se indica lo siguiente: "Nick Cannon ha sido criticado después de que se consideró que una conversación en su podcast, Cannon’s Class, contenía lenguaje racista y antisemita. El martes, el gigante de los medios ViacomCBS respondió al incidente terminando su larga relación con el artista. El episodio del 30 de junio, que fue señalado por un bloguero judío el domingo, contenía una entrevista de 90 minutos entre Cannon y el ex miembro de Public Enemy Richard Griffin, mejor conocido por su nombre artístico, el profesor Griff.  En la entrevista, Cannon hizo comentarios que, según se dijo, difundieron opiniones antisemitas." 

Violencia sin colores

En el pasado reciente de Estados Unidos, donde según el FBI desde 2014 se han elevado las cifras de crímenes violentos por odio, se suman además los eventos de las pasadas elecciones que captaron la atención del mundo debido a la vigorosa polarización extremista sobre sus resultados. Para analizar esos datos, se realizó un estudio y fue publicado por el NATIONAL BUREAU OF ECONOMIC RESEARCH en noviembre de 2021. Este informe presenta evidencias acerca de las tendencias en la polarización afectiva desde la década de 1980, centrándose en doce países de la OCDE. Este análisis encontró que EE. UU. exhibió el mayor aumento en la polarización afectiva durante este período. En otros cinco países, Suiza, Francia, Dinamarca, Canadá y Nueva Zelanda, la polarización también aumentó, pero en menor medida.

En estos países las diferencias partidistas ideológicas son más palpables que en RD, donde prácticamente no existen diferencias de fondo y casi todos los partidos se asocian en los mismos puntos tanto económico como social y además son parte de los mismos grupos políticos latinoamericanos. En adición a eso, y en detrimento de la conversación, no existen récords de esas mediciones de polarización afectiva a nivel partidista para la República Dominicana.

En nuestro país las diferencias ideológicas entre los partidos políticos mayoritarios actuales han perdido la intensidad que ostentaban en décadas anteriores, salvo contadas excepciones de poca monta. Desde un marco estrictamente ideológico no existen mayores diferencias entre el PLD, PRM, PRSC y FP. Sin embargo, el sectarismo político, es una preocupación en muchos países y República Dominicana no es la excepción. De hecho, el carácter antidemocrático y corrosivo de este fenómeno de encono, expresado por muchos jóvenes y promovido por "influencers" y políticos nacionales e internacionales, se caracteriza por despreciar el discurso opuesto, basándose en la naturaleza de la contrariedad, aspecto que excluye cualquier tipo de soluciones y acuerdos beneficiosos sin siquiera tomar en cuenta el color partidario.

No obstante, recientemente el extremismo político dominicano es a todas luces ostensible en temas y problemáticas fuera del espectro partidista. Ejemplos de esto en los últimos años son los temas de economía, religión, corrupción, código penal, aborto (3 causales), seguridad social digna, NO+AFP, derechos de las mujeres, migración haitiana, derechos LGTB, seguridad ciudadana y manejo de la pandemia del COVID19 (toque de queda, vacunación y reapertura).

De hecho, a pesar de la clara evidencia de que los partidarios políticos en República Dominicana son cada vez menos diferenciados ideológicamente entre sí, la percepción es, que la sociedad dominicana se ha polarizado entre grupos sociales que se odian entre sí, fuera de las preferencias políticas partidarias.

Mientras el aspecto fundamental en el sectarismo partidista es la definición política ideológica, el aspecto fundamental de la práctica constante de la cultura del odio es el fanatismo, que no está centrado en visiones de carácter de políticas económicas, ni sociales, sino en la creencia férrea, dogmática, muchas veces religiosa y firme ante la corrección moral y la superioridad de la propia contra el opuesto.

Hay un ser humano detrás de la pantalla

En conclusión, es importante no reproducir este tipo de comportamientos ya que la miríada de problemas derivados de ellos va desde situaciones individuales de estrés hasta estallidos sociales encabezados por la concepción de que las ideas contrarias deben ser rechazadas por medio de la violencia y que empuja el debate fuera de sus funciones.

La cultura del odio podría ser la raíz de conflictos violentos entre grupos opuestos en las calles de nuestro país y debemos vernos en el espejo de países vecinos que ya han sufrido conflictos de este tipo por no haber detenido a tiempo dicha.

Por tanto, todos los sectores sociales, están llamados -en especial el sector de la meseta política- a realizar un autoanálisis del discurso que se promueve y de igual manera, a cuidar la forma en que este se entrega a los usuarios de redes sociales, televidentes, audiencia y lectores.

Se debe tomar un acercamiento educativo que eleve la calidad del debate, reduciendo prejuicios y tomando una actitud de recepción del mensaje dejando de encasillar y dicotomizar todas las perspectivas de una problemática.

Nunca olvidemos que es un ser humano quien está detrás de la pantalla, tenga o no, una foto para mostrar.