Los que creen que las elecciones norteamericanas son un simple evento y no se dan cuenta de todo lo que está en juego, pecan de ingenuos.

Un partido, el Republicano, ha sido asaltado desde dentro por extremistas radicales, la mayor parte supremacistas blancos, alimentados por la retórica incendiaria y antilatinoamericana de Donald Trump, países calificados por él como “países de mierda”,  cuyo posible triunfo electoral amenaza seriamente no solo a los propios norteamericanos; peor aún, al mundo, pues sería un pistoletazo esperado para Vladimir Putin, Xi Jinping, Kim Jong Un e incluso el mismísimo Viktor Orban (que mantiene aspiraciones territoriales de esquilmar a Ucrania), para aplastar a quienes consideran más débiles y repartirse territorios de naciones más vulnerables a su antojo, con la pasividad norteamericana de su aliado Donald Trump, al que solo hay que adular para amansarlo.

Los dirigentes sensatos del Partido Republicano han alertado sobre el peligro que Trump representa no solo para los Estados Unidos, sino para el mundo y han puesto su país por encima de su partido. Eso los enaltece. Pero las masas semianalfabetas en una nación con un 54% de analfabetos funcionales, ineptos para pensar, discernir y evaluar información, para prever las consecuencias de su voto, están siendo conducidas a un cataclismo. Y no están en capacidad de darse cuenta.

37 psiquiatras y expertos en salud mental alertan de la condición mental de Trump en plena presidencia.

¿Qué tan mal mentalmente está Trump?

Quien observa sus desvaríos, incapacidad de hilvanar un discurso coherente, frecuentes equivocaciones, pérdida de coherencia, falsedades y disparates, dichas con esas maneras rotundas, buscando convencerse a sí mismo tanto como a otros de tener la razón, no puede más que alertarse.

El problema no es Trump, el problema es la masa que lo asume como un “enviado” y que lo ha convertido en un mesías laico de las más estrambóticas ideas.

Es esa masa semianalfabeta, lunática y ávida de creer las más bizarras ideas en las que Trump basa su fuerza lo que preocupa. Porque hoy es Trump, y mañana será otro.

A Trump se le asocia al Trastorno narcisista de la personalidad (TNP), caracterizado por indicadores como:

Grandiosidad, con falta de empatía hacia otras personas y necesidad de admiración.

Creer que son superiores y que merecen un trato especial.

Buscar la admiración y la atención de manera excesiva y serios conflictos para manejar la crítica o la derrota.

todos rasgos típicos del expresidente norteamericano, sumados a las manifestaciones de incoherencia, incapacidad para mantener un hilo argumental lógico, divagaciones, desvaríos, recurrencia a falsedad, ideas obsesivas que han empeorado, mostrando un nivel de demencia agravada.

Como el Dr. Craig Malkin señala en su contribución al libro The dangerous case of Donald Trump: “El narcisismo patológico comienza cuando las personas se vuelven tan adictas a sentirse especiales que, como con cualquier droga, hacen cualquier cosa para conseguir su “subidón”, incluyendo mentir, robar, engañar, traicionar e incluso herir a sus seres más cercanos”.

Michael Wolff, en su superventas Fire and Fury. Inside the Trump White House (Fuego y Furia. Dentro de la Casa Blanca de Trump) señaló cómo Trump repetía para sí mismo frases, un indicador de demencia incipiente. “Todo el mundo era muy consciente del creciente ritmo de sus repeticiones”, escribe Wolff. "Antes solía tener un periodo de 30 minutos en el que repetía, palabra por palabra y expresión por expresión, las mismas tres frases. Pero ahora ocurre en periodos de menos de 10 minutos".

Y estamos hablando de los tiempos de su primera presidencia, no del 2024. Lo de ahora es lastimoso, patético, alarmante.

En opinión de Tara Setmayer, exdirectora de comunicaciones republicana en el Capitolio, la producción verbal actual de Trump es “una absoluta locura”. “No son las reflexiones de un adulto bien adaptado. Demuestra a diario lo poco apto que es para ocupar el puesto más poderoso del mundo”. Y concluye: “Su locura se destaca aún más ahora que antes porque está solo en una isla con su deterioro”.

Veamos lo que aporta Allan Lichman, quien trabaja en la American University de Washington como profesor de historia: "Definitivamente es más indisciplinado, desquiciado y trastornado. Siempre ha tenido estas tendencias, pero a medida que se ha hecho mayor, se han vuelto mucho más fuertes. El asunto de Hannibal Lecter o el asunto del tiburón versus la electrocución es una locura, una locura y debería discutirse sobre esa base".

“Pero es un gran error hablar solo de que Trump está trastornado o loco. También hay que hablar de lo peligroso y retrógrado que es lo que dice. También deberíamos destacar su racismo extremo y su misoginia”.

Lichtman, quien desarrolló un modelo de predicción electoral que en las elecciones próximas favorece a Harris, y añadió: “Cuando Trump dice que Kamala Harris tiene problemas mentales, es discapacitada mental y que tiene estas deficiencias incluso desde su nacimiento, repite uno de los peores y más antiguos estereotipos que se han utilizado para degradar y menospreciar a los negros a lo largo de la historia de Estados Unidos. Y es que los negros tienen deficiencias inherentes en sus capacidades mentales y no pueden hacer el mismo trabajo que los blancos. Me sorprendió ver a un candidato a la presidencia de Estados Unidos repetir ese viejo y horrible insulto y estereotipo sobre los negros”.

Cuando un negro o un hispano se identifica con Trump, es con esa idea de sí mismo con la que se identifica. Se autodegrada y asume su inferioridad racial. Es su propio enemigo.

El triunfo de Mr. Chance

Jerzy Kosinski autor de Being There o Desde el jardín.

Jerzy Kosinski, el brillante novelista polaco, se reiría en su tumba a carcajadas por ver cómo la vida copia su famosa novela Being There que se tradujo con el título Desde el jardín.

Para los que no la conocen, la trama consiste en la historia de un discapacitado mental, Chance, que trabaja como jardinero de un anciano. Nunca sale del jardín y del mundo exterior lo que conoce, lo conoce por la televisión. Cuando el anciano muere, Chance se vio obligado a traspasar las verjas y salir a la calle. Un accidente tuerce su vida y su peculiar personalidad, interpretada por otros como genial y sabia, termina catapultándolo como un ídolo de masas.

Ese discapacitado mental es una alegoría de alguien que vendría años después de que Kosinski muriera: Donald Trump.

Trump no es un discapacitado mental en los términos de simplismo de Mr. Chance. Es un megalómano que padece no solo una condición de narcisismo crónico, sino que en la actualidad también da signos patentes de deterioro cognitivo y un grado evidente de demencia. Esas dos condiciones lo debieran inhabilitar para la candidatura, añadiendo a eso el ser un criminal convicto pendiente de sentencia y con varios procesos delictivos adicionales en curso.

Si en el 2016 mentalmente era un peligro, en el 2024 su triunfo indicaría el descalabro total del sistema presidencialista norteamericano, que implosionaría por no poder asegurar la cordura de quienes ostenten las máximas posiciones públicas. Y eso tendría gravísimas consecuencias.

La escuelita de Murray Chotiner y Nixon que Trump repite

Richard M. Nixon.

El modelo de ataques difamatorios, amenazas, detractaciones, violencia verbal y radicalización que Donald Trump exhibe en sus campañas es una copia magnificada que ya Murray Chotiner, un abogado de la mafia que Allan Dulles facilitó a Nixon y que lo acompañó hasta la Casa Blanca, y Richard Nixon pusieron en práctica desde 1946.

Es un manual infame.

Se trata de emplear todos los recursos, particularmente los más bajos e ilegales, para destrozar la percepción del opositor acusándolo de las peores iniquidades y monstruosidades, empleando la mentira, la calumnia y todo tipo de recursos.

Eso le permitió a Nixon, respaldado por los Dulles, los grandes banqueros, las corporaciones petroleras y la mafia, ganar un puesto en la Cámara de Representantes en 1946, un puesto que los Dulles le habían prometido por ocultar documentos que los incriminaban como filonazis en 1945, mientras Nixon era capitan de la Armada norteamericana, como se documenta en más de un libro (véase Watergate: The Hidden History: Nixon, The Mafia, and The CIA por Lamar Waldron).

Murray Chotiner, asesor de Nixon y abogado de la mafia.

Chotiner, asesor de Nixon y orquestador de su campaña política, era simultáneamente abogado del mafioso Micky Cohen y 221 de sus corredores de apuestas. Cohen, a su vez, era parte de la organización mafiosa que dirigía Johnny Roselly. A través de Chotiner fluyó dinero de la Mafia hacia Nixon, no sólo para su candidatura sino incluso para su manutención, en tres fondos ilegales que se establecieron para pagar un estilo de vida superior a sus ingresos. A cambio, Nixon respondió con múltiples favores, todos documentados, aunque tardíamente.

Como el periodista Don Fulsom señala en su libro The Mafia´s President, Nixon estuvo involucrado con la mafia y sus capos (llego a invertir en los casinos de Cuba y a vincularse con Meyer Lansky), desde el inicio.

Jim Marrs, investigador norteamericano, dice que Chotiner: "tenía conexiones que conducen a la reputada mafia de Nueva Orleans, el jefe Carlos Marcello y el líder de los Teamsters James Hoffa”. (Jim Marrs: Crossfire: The Plot that Killed Kennedy)

Y todo (algo que los nixonlogos persisten en ignorar, por cierto), por recomendación de Allen Dulles, su patrón de Nixon, junto a su hermano John Foster Dulles.

La táctica Nixon/Chotiner que Trump reproduce se articula en tres pasos:

Primero, desacredita a tu oponente de todas las formas posibles.

Segundo, asocia al oponente, en la mente del público, con una idea, concepto u organización impopular.

Tercero: Ataca, golpea y ataca de nuevo, nunca te defiendas.

Así, la difamación incluye llamar “comunista” a Kamala Harris, “deficiente mental”, etc.

Levantar mentiras sobre los inmigrantes: “Se comen los gatos, perros y mascotas. Los inmigrantes (latinoamericanos) son criminales y enfermos mentales salidos de las cárceles para venir a matar en Estados Unidos”.

Por igual, añade una y otra vez nuevas mentiras incendiarias, declara apoyos que no son tales (como el del CEO de J.P. Morgan o, antes, el de Taylor Swift), y se rodea de personas delirantes, como la representante Taylor Marjorie Greene, quien declaró en un hilo por X (antiguo Twitter), que el gobierno (demócrata) “puede controlar el clima” y lo acusó de haber dirigido el huracán Helene a Florida, Carolina del Sur, Virginia, Carolina del Norte y Georgia. Ese es el tipo de personas que Trump ha llevado a posiciones de liderazgo en EE. UU.

Dra. Bandy X. Lee, profesora de Psiquiatría en la universidad de Yale, EE.UU. y coordinadora del libro sobre la salud mental de Trump.

¿Qué dicen los psiquiatras sobre la salud mental de Trump?

Un libro fundamental para entender los riesgos a que se expone la sociedad norteamericana y, con ella, el mundo y la paz, es The dangerous case of Donald Trump (El peligroso caso de Donald Trump), libro de ensayos compilado por la doctora Bandy X. Lee, profesora de psiquiatría en la universidad de Yale, en que 35 psiquiatras y especialistas en salud mental, en plena presidencia de Trump en el 2017 denuncian el trastorno mental del entonces presidente.

Jeffrey D. Sachs, economista norteamericano, prologó la segunda edición del libro en el 2019 (recalco, durante la presidencia de Trump), remarcando que “la Dra. Lee y sus colegas han tomado la decisión poderosa, audaz y correcta de advertir al público sobre los graves problemas mentales de Trump y la terrible amenaza que representan para la seguridad estadounidense y mundial”.

Y añade: “Los estadounidenses y sus representantes políticos necesitan escuchar a psiquiatras y psicólogos expertos hablar sobre los profundos peligros de tener un presidente cuyo comportamiento ampliamente documentado coincide con los muchos patrones patológicos que les resultan familiares”.

Y remata: “El comportamiento vil de Trump, como ha argumentado con fuerza el Dr. Robert J. Litton, no debe convertirse en una “normalidad maligna”.

El hecho de que 35 profesionales, médicos psiquiatras y expertos en salud mental, se arriesguen en plena presidencia de Trump a cuestionar su equilibrio mental, debe despertar como mínimo nuestra curiosidad, en un mundo en que el interés individual mezquino y el mantenerse al margen imperan. La responsabilidad social demostrada es admirable. Como explican Stephen Soldz y Bandy X. Lee, que prologan por igual la segunda edición: “Las profesiones operan con un contrato social implícito con la sociedad en general para contribuir con sus conocimientos y su formación especiales al bien común”.

El caso del deterioro mental de Trump no es un asunto de partidos ni de política, es un tema que los trasciende. Es un riesgo para la humanidad, no solo para los Estados Unidos.

Tara Setmayer, ex portavoz del Capitolio.

Tara Setmayer, republicana y ex portavoz del Capitolio, fue elocuente: "Muchas de nosotras subestimamos cuán profundas son las cicatrices del agravio, la misoginia y la animosidad racial en este país y Donald Trump da voz, ayuda y consuelo al mínimo común denominador, lo peor de nosotras. Esta es una fea realidad a la que nos enfrentamos en Estados Unidos.”

“Estamos siendo puestos a prueba y nuestra democracia está en juego porque lo que dice Donald Trump no es solo una locura. Es peligroso. Es autoritario. Es antidemocrático. Es la ideología de la hostilidad hacia los demás. En la mente de Trump no todos somos iguales y los votantes estadounidenses deben tomar una decisión sobre el tipo de país en el que quieren vivir y qué tipo de futuro quieren dejarles a sus hijos”.

Ian Hughes, doctor en Filosofía, nos alerta en su colaboración Mentes desordenadas, del libro sobre el desorden mental de Trump, acerca del triángulo tóxico: Líderes destructivos – Seguidores susceptibles – Entornos propicios.

El partido Republicano ha devenido un partido patológico, que facilita el ascenso de una camarilla de extremistas. Y estudiando el triángulo tóxico en otros entornos históricos: Hitler y los nazis, Stalin y los bolcheviques, Mao y sus lugartenientes, Pol Pot y el Khmer Rouge, pone en evidencia que: “En cada caso, no solo muchas de las personas cercanas a cada tirano también sufrían trastornos peligrosos, sino que las personas con esos trastornos desempeñaron papeles claves, incluso a nivel de aldea, para asegurar violentamente el control del poder del grupo patológico”.

El asalto al Capitolio en Washington, el 6 de enero del 2020.

Estados Unidos ya vivió el 6 de enero del 2020, con el asalto al Capitolio, una experiencia de lo que significa un líder desequilibrado y seguidores que lo secundan. Hoy, en el 2024, estamos al borde de la catástrofe.

Vladimir Putin, Xi Jinping, Kim Jong Un y sus iguales esperan prorrumpir en aplausos viendo la debacle de la democracia norteamericana, provocada por sus propios votantes.