Mi historia migratoria es fascinante y compleja. Lo más sorprendente: en mi familia, de vez en cuando me consultan sobre la historia migratoria de las generaciones anteriores. Recuerdo la primera frase pronunciada por el oficial de migración en el aeropuerto Barajas de Madrid, durante mi primer viaje a España: -usted se parece a un marroquí… Yo no había visto aún la película Casablanca (con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman); tampoco la obra fantástica del cineasta argelino Rachib Bouchareb; sin embargo, yo estaba sinceramente enamorado de esta parte del mundo: Egipto, Argelia, Marruecos, Túnez.
Cuando estuve en España, no sabía que tenía antepasados en el Líbano, Puerto Rico y la República Dominicana. Siempre me gustan las canciones de Pedro Flores y Rafael Hernández. Recuerdo a la edad de los 10 años (más o menos), escuchaba detrás de la puerta del salón los discos de Lope Balaguer, bien presentes en la monumental colección de mi padre.
A principios del verano de 2011, un vendedor ambulante de CD me ofreció la película «Fuera de la ley» de Rachib Bouchareb. Atraído por la foto de Jamel Debbouze, con sombrero Borsalino, concluimos sin discusión por unos cincuenta pesos. En menos de tres meses, había repasado la película casi treinta veces; enteramente y por capítulo. El talento del realizador Bouchareb reorganizó, en muy poco tiempo, una aventura intelectual, iniciada sin método en la documentación ni disciplina cronológica: comprender la historia de la fascinante Argelia.
La Habana: ¡el lugar más hermoso del mundo cuando se comparte un helado Coppelia bajo la lluvia por una tarde de domingo! Acababa -aquel día de verano, principios de los 90- de empezar a leer el «Hemingway en Cuba» de Norberto Fuentes y había decidido regalarme un paseo, como las del escritor, cuando vivía en el hotel Ambos Mundos, en la esquina de Obispo y Mercaderes. La Habana es una ciudad imponente que inspira, naturalmente. Es una parte del mundo donde cada uno parece tener una historia que contar. Quizás fue entonces cuando empecé a usar una de mis expresiones favoritas, «la vida real». Los cubanos demuestran, a diario, una creatividad ante las dificultades que desafía la imaginación. Sigo convencido de que estas disposiciones son anteriores a la Revolución.
El lugar permitió a Hemingway alcanzar la plenitud de su frase intensa. Cuando uno se pone a caminar por La Habana, a veces se cree captar los latidos del corazón, en los labios de las personas. El cubano tiene una manera muy original de dirigirse, con toda franqueza a su interlocutor; ¡hablar directamente, con el corazón abierto!
Me enteré de las últimas noticias de nuestro planeta: «Las personas que entraron en los EEUU bajo el programa de Biden están en la lista negra de los funcionarios de Inmigración y Aduanas. El presidente Donald Trump ha dado permiso a esta estructura para expulsar a todas las personas afectadas por este programa, según el New York Times, que dice tener una nota interna firmada por el secretario de estado interino del DHS (Departamento de Seguridad Nacional) . Según el periódico, los agentes de la ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos) ahora tienen plena autoridad para detener a estas personas y expulsarlas a su país. Cabe señalar que más de 200.000 haitianos entraron en los Estados Unidos en el marco de este programa.
No sé cómo explicárselo bien, con una canción de Roberto Carlos en los labios: a menudo me sucede, muy a menudo, soñar con un paseo por la Avenida Central de San José (Costa Rica) o por Gascue (Santo Domingo) en las inmediaciones de una ventana cuya foto está debajo de mi almohada… Las recientes imágenes que asistimos y que se multiplican con rabia, como para recordarnos a ésas de la Alemania de otra época, nos demuestran también que el pasaporte de poeta constituye un escudo frágil… Uno llora varias veces sin saber muy bien por qué…