Después de las elecciones de 2020, escuché decir con frecuencia que en el 2024 habría segunda vuelta porque con la formación de la Fuerza del Pueblo (FP) había dos partidos en la oposición con posibilidades de captar muchos votos, y eso impediría que el PRM ganara en primera vuelta.
Por años he dicho que en la República Dominicana no hay una fuerte inclinación hacia la segunda vuelta, y en este ciclo electoral lo reiteré en dos artículos, uno publicado el 30 de agosto de 2023 y otro el 28 de febrero de 2024.
También he indicado en diversas ocasiones que dar por hecho una segunda vuelta es mala estrategia electoral porque no sucede con facilidad en este país. Solo ocurrió en 1996.
La segunda vuelta se estableció en la Constitución de 1994 para celebrarse si ningún candidato presidencial alcanzaba el 50+1 de los votos en la primera vuelta (en esa década existió un tripartidismo efímero), pero que exista constitucionalmente no significa que se produzca. Para que ocurra, ningún partido puede lograr la mayoría absoluta en primera vuelta, y aquí radica el asunto.
Hay electorados que tienden a concentrar el voto y otros a dispersarlo, y mientras más se dispersa el voto, mayor probabilidad de que se necesite una segunda vuelta para construir mayoría absoluta que es el objetivo del 50+1.
Los dominicanos tienden a concentrar el voto, y a concentrarlo aún más en la opción que se perfila ganadora. Por eso es difícil llegar a segunda vuelta.
De todas maneras, cuando algún partido considera que no ganará en la primera, propaga que habrá segunda.
Para el 2020 así lo hicieron el PRM y la FP. Fue después del colapso de las computadoras en las elecciones municipales que el PRM tomó confianza de que podía ganar en primera vuelta y abandonó el tema de la segunda vuelta. Para el 2024 fueron la FP y el PLD.
La realidad es que no la hubo ni en el 2020 ni en el 2024.
En estas elecciones de 2024, la segunda vuelta fue un comodín para la FP y el PLD. Los liberaba de tener que plantearse cómo unirse a nivel presidencial. Asumieron que, si ambos partidos salían a buscar votos, encontrarían muchos para impedir un triunfo del PRM en primera vuelta.
Pero los votos no se recogen como piedrecitas, los votantes necesitan motivación para participar en los procesos electorales, y la división del peledeísmo desmotiva esa franja electoral. Al desmotivarla no pueden crecer, se quitan votos entre ellos. De ahí que el 60 PRM, 40 oposición se mantuvo durante todo el último tramo de la campaña y los resultados fueron muy similares.
En este contexto, el PRM tiene la ventaja porque cuenta con mayor capacidad de movilizar su electorado: está unido en el poder y administra el Estado dominicano. Estos dos ingredientes junto a la estabilidad económica son la base de los gobiernos de larga duración en la República Dominicana, como bien supo el PLD en su era de dominio.