Muchas veces tendemos a juzgar los fenómenos sociales o económicos a partir de la percepción, influida por nuestra propia condición. Por eso antes de emitir cualquier opinión por escrito, prefiero consultar las estadísticas para asegurarme de que tengo base para sustentar lo que escribo.
Graciosamente, a veces voy a un supermercado, y al momento de pagar me preguntan si con efectivo o tarjeta. Miro fijamente a la cajera (o cajero) y le pregunto “¿pero es que todavía viene gente y paga con dinero efectivo?” Vaya usted a ver la cara que me ponen.
Hace algún tiempo pasaba con mi familia unos días en un hotel del Este. Al acercarme al mostrador para hacer el “check out” veo una empleada contando y organizando fajos de billetes de cien dólares. Le hice la misma pregunta “¿hay gente que viene al hotel a pagar con dinero efectivo?” Me responde, “¡claro que sí, muchísimos!”.
Vuelvo a preguntar, “¿pero dominicanos o extranjeros?” Me responde “de todos, muchos dominicanos lo traen en efectivo; pero a los europeos también les encanta, a los que más les gusta es a los rusos”. Le respondo “Ah bueno, pero esos tienen razón”
Recordé que Rusia fue impedida de comerciar con dólares y sus bancos excluidos del sistema de pagos electrónicos SWIFT, pero insisto “¿y vienen muchos rusos aquí?” Me dice que sí, que ahora mismo acaba de partir un avión lleno. Atención a los amigos de estar decretando sanciones al resto de la humanidad.
Pero sigamos con la República Dominicana. De la última Encuesta Nacional de Gastos e Ingresos de los Hogares se obtienen datos que a cualquier persona de clase media le resultan sorprendentes. El 95.7% de los hogares compra sus alimentos en efectivo; todavía más, pues otro 1.3% los compra al “fiao”, que es lo mismo, puesto que al final hay que llevar el efectivo. Solo un 2.9 por ciento los paga con tarjetas de crédito, débito o transferencias.
Podría pensarse que eso ocurre con los alimentos, por el menudeo, pero ocurre que en los demás enseres y servicios del hogar el 90% es en efectivo. Solo en el rubro de turismo los pagos usando tarjetas llegan al 37%, y fuera de este, apenas en compras de computadoras y accesorios y en servicios educativos se supera el 10%, todo lo cual me parece sorprendentemente bajo.
Todavía encuentro más extraño que la gente, aun recibiendo su remuneración por vía de transferencias, entonces va al banco a convertirlo en efectivo para ir de compras, con todas sus implicaciones, desde las molestas filas en el banco, el riesgo a ser robados, la pérdida de tiempo entre contar dinero y hacer devueltas, hasta el habitual “redondeo” que siempre beneficia al dueño del comercio. Todo eso, cuando podría resolverse “con un solo clip”, como decía el anuncio.
Es cierto que esa encuesta se hizo en el 2018, y es razonable pensar que algo ha cambiado, principalmente porque la pandemia y el confinamiento han de haber provocado cambios, o más bien, intensificado tendencias que ya venían.
Publicaciones recientes del Banco Mundial o del Banco Interamericano de Desarrollo sobre inclusión financiera, indican que el nivel de bancarización de la población dominicana es bajo para los patrones latinoamericanos y mundiales, aunque no tanto cuando la comparación es con Centroamérica.
Eso se refleja en el poco uso de transacciones electrónicas, en lo que influyen, tanto los niveles y distribución del ingreso, como los bajos niveles educativos, pues una gran parte de la población, particularmente los que van entrando en edad, sencillamente se resisten a manejarse con la tecnología.
Aunque más del 30% de los mayores de edad dice tener tarjetas de crédito o débito, solo el 14.8% las usa regularmente, frente a un promedio de 42.9% en América Latina y Caribe.
Si bien los usuarios de internet banking se incrementaron en 79% entre el 2018 y el 2023, y los pagos con tarjetas se incrementaron en 41% descontando la inflación, viendo el bajo nivel de partida, luce que estos cambios sean poco significativos, tomando en cuenta la pérdida de influencia de los cheques y creciente tendencia a los pagos de nómina vía transferencias.
Los mismos establecimientos tienden a desalentar el uso de tarjetas (entiéndase, evasión de impuestos), ofreciéndoles descuentos si se paga en efectivo, cobrando una comisión por recibir el pago electrónico, o sencillamente, negándose a aceptar tarjetas.
Hace poco vimos una profusa campaña de opinión refiriéndose a la evasión impositiva de los comerciantes chinos establecidos en ciudades dominicanas, y su negativa a emitir facturas con validez fiscal o aceptar pagos electrónicos, y yo me quedaba pensando “ay, pero si revisaran los de dominicanos”.