El mundo vive en peligro desde hace varias décadas cuya sostenibilidad y diversidad de elementos amenazantes de alto riesgo que contiene indican que estamos lejos de haber tocado fondo y que la convulsión en que discurre el mundo tiene un carácter estructural. La naturaleza de las guerras que diezman miles de vida inocentes, la fractura en las fuerzas impulsoras de proyectos de sociedad basados en la solidaridad y la inclusión social y el fortalecimiento de aquellas que exacerban el odio y la que insolidaridad apuntan hacia un tipo de civilización en que la vida discurrirá en incertidumbre total. De eso ocurrir, nadie se salvará.

Uno de los mayores motivos de preocupación sobre el futuro del mundo es la manera en cómo ha discurrido la presente coyuntura electoral en EEUU y su posible desenlace. Las voces más responsables y autorizadas a nivel mundial temen sobre el impacto que para el futuro inmediato podría significar el regreso al poder de Donald Trump. Y es que la campaña de este supera todos límites de la capacidad de difundir mentiras, odio, agresividad, impudicia, desprecio y odio hacia singulares individuos, hacia comunidades de inmigrantes y hacia países, como el caso de una de las bocinas que amplifican su discurso racista que califica de basura a Puerto Rico. Es el mismo que allí han usado contra la comunidad haitiana. Al igual que no pocos lo hacen aquí.

La toxicidad de la campaña trumpista tiene también un sesgo machista, de desprecio hacia las mujeres, a la libre opción sexual y de envilecimiento de grandes grupos de individuos, muchos de ellos también víctimas del desprecio y del odio racista que no solo son seguidores del personaje, sino que aplauden sus delirantes discursos de campaña. Una triste manifestación de hasta dónde se ha llegado en la manipulación, cinismo y despersonalización de esas grandes mayorías a través de diversos medios que en varios países se decantan por el discurso del odio, de patrioterismo y contra la clase política. De esa mayoría están surgiendo una serie de gobiernos tanto nacionales como locales de derecha tradicional como extrema.

En nuestra región hemos visto a esos tipos de derecha mostrar sus músculos, con sus triunfos electorales locales en Brasil y Chile. Alzan el tono en Colombia, Ecuador, Bolivia y en Argentina la ultraderecha golpea sistemática e inclementemente a la clase trabajadora, a las mujeres y al pueblo en sentido general. A pesar de las posibilidades de triunfo del Frente Amplio de Uruguay el domingo próximo y de la revalidación del gobierno izquierdista de México, el panorama es de incertidumbre. En nuestro país, es preocupante el derrotero que llevamos, se manifiesta en algunos chats temáticos y de mayoría de profesionales, siendo generalizado el disgusto en diversos medios y escenarios.

Preocupa el incremento de la intolerancia en el debate público, a la recurrencia de las agresiones verbales y físicas de corte racistas, además del activismo de grupos e instituciones promotoras de esas acciones. Alarma el hecho que sectores en todas las esferas de la vida pública y privada sean partidarios y difusores de los desafueros que se cometen en la campaña trumpista y que, en la lógica de compartir la esencia de las posiciones de Trump, apuestan a un triunfo de este con la esperanza de encontrar en un eventual gobierno de EEUU dirigido por dicho personaje de un sólido aliado en todos los ámbitos, incluyendo el político de cara al tema haitiano. Una peligrosa y aparentemente absurda apuesta en la que se amalgaman la ceguera ideológica, la indolencia y la irresponsabilidad política.

Una circunstancia preocupante, porque constituye una expresión local de un fenómeno mundial inasible que sume a mentes de incuestionable solvencia profesional e intelectual en la incertidumbre y el pesimismo. Y no solo por eso, sino porque se conjuga con otras expresiones de preocupación sobre la presente coyuntura que vive el país. Veamos, hay momentos que otros países lo viven con relativa normalidad, pero que aquí, al ser inveteradamente propensos a la exageración y al tremendismo, sobre todo verbal, la vivimos envueltos en una atmósfera de tragedia/fin de mundo. Pienso en la fallida “modernización fiscal”, agravada por otras “minicrisis” provocadas por la toma de decisiones a todas luces inviables o equivocadas.

Entre otras, la crisis en el ayuntamiento de la Vega, el caso del bien intencionado, pero fallido, nombramiento de un funcionario en dos cargos simultáneos, el mal manejo del tema migratorio y la gafe del INTRANT. Son errores que provocan una sensación de incertidumbre que objetivamente restan trascendencia política a importantes medidas tomadas en otras esferas. El irrefrenable deseo de emigrar de vastos segmentos etario y profesionales es fruto de la incertidumbre, a pesar de los indicadores de incremento de la inversión extranjera en el país. Esa y otras contradicciones indican la necesidad de un cambio de rumbo en la esfera de la política, político, fundamentalmente