En mi último día como diplomático

descubro una nueva y más eficiente

camino en autobús y tren a la oficina.

Dicen que un perro viejo no aprende,

pero mi carrera ha desmentido ese cliché.

Nosotros, con cada experiencia,

volvemos más ricos y más capaces

de girar para balancearnos y encontrar

el centro del balancín para sentarnos

de pie para saltar al día siguiente

agarrando la mano tendida,

los libros nuevos, la oportunidad

de aprender viejas lenguas, de nunca

decir nunca que hemos terminado.