Rafael Leónidas Trujillo era un asesino natural, a tiempo completo, sin vacaciones. El Jefe entendió que gobernar este país "de mulatos proclives al desorden y la vida fácil", por tiempo indefinido, y organizar el Estado, solo podía hacerse a sangre y fuego. Temprano comprendió que para sacar la nación de la anarquía en que se había debatido desde la Independencia había que matar muchas gentes. Y eso hizo.
Pero también entendió que había que trabajar mucho para organizar la burocracia y acabar con ese espíritu anárquico y de poco trabajar del dominicano. En eso, él ponía el ejemplo. Trujillo era un gran trabajador, metódico, organizado, planificado y disciplinado. No dejaba nada al azar ni para después.
Madrugaba. Pese a que no dormía temprano, se levantaba a las 5 de la mañana, aunque Johnny Abbes en sus memorias dice que es a las 4.30 y Mario Read Vittini, que lo conoció muy bien, dice que a las 4. Aun cuando pasaba la noche en parrandas se levantaba antes del sol.
Cuando dormía en Hacienda Fundación, San Cristóbal, le llevaban los periódicos antes de las 5. También las instituciones públicas le mandaban a esa hora las últimas novedades. El hombre se enteraba tempranito, antes de llegar a Palacio, de cómo andaba el país, a través de los periódicos, y de cómo andaba el Estado a través de los informes que les llevaban unos mensajeros en motocicletas organizados para ese fin.
II
Mario Read Vittini, en la página 54 de su libro "Trujillo de cerca" narra una acción de Trujillo, que lo retrata cabalmente como un hombre pendiente de los detalles y con la intuición bien desarrollada. Sin duda, era detallista e intuitivo. Se dejaba guiar de su instinto.
Una madrugada, en Fundación, leyendo el periódico que, dicho sea de paso, leía con detenimiento subrayando lo que le interesaba para chequearlo más adelante, vio una información que daba cuenta de un español residente en la capital que estaba vendiendo su casa a bajo precio. Él conocía el lugar y sabía que el precio estaba muy barato. Intuitivamente entendió que algo anormal ocurría y, como no dejaba pasar una ni dejaba las cosas para después, quiso averiguar. A esa hora, dice Read Vittini, llamó a un alto funcionario, cuyo nombre no ofrece. Los funcionarios se levantaban temprano por si el Jefe se antojaba de llamar. Nadie quería ser llamado y que no respondiera por estar durmiendo.
En minutos el funcionario estaba en Fundación frente al Jefe. Luego de decirle su inquietud, le dijo: "Quiero que vayas a averiguar qué ocurre con este español que está vendiendo su casa a un precio que me parece muy barato, por el lugar en donde se encuentra situada. Ve y averigua y dime qué le ocurre, porque algo le pasa".
El funcionario fue y habló con el español. Presentándose como que quería comprar la casa, el español se franqueó. Le dijo que ciertamente la está vendiendo barata porque se quiere ir del país en virtud de que hay un general, de los muy fuertes, molestando a su hija, y no era verdad que después de trabajar tanto iba a aceptar que su hija terminara siendo amante por miedo de ese general, por lo que para evitarse problemas prefería vender todas sus propiedades y regresar a España.
El funcionario volvió donde Trujillo y le contó la historia. El Jefe mandó a buscar al general. Cuando llegó el general, cuyo nombre Read Vittini omite, le recriminó fuertemente. Al final, le dijo: "Que sea la última vez que yo oiga hablar de este asunto o que me digan que usted siquiera ha pasado por donde está esa niña, porque si me entero que usted siquiera la ha mirado, lo voy a degradar y a enviarlo a la frontera. Retírese".
III
El general se retiró rechinchando los dientes y Trujillo le dijo al funcionario:
– "Vaya ahora mismo donde ese español y dígale que yo le ofrezco todas las garantías para que permanezca tranquilo en la República Dominicana. Que si ese o algún otro de los militares le molesta a su hija, que me lo haga saber. Y tenga esos cinco mil pesos. Lléveselos en mi nombre".
El español aceptó feliz las garantías ofrecidas del Jefe. No vendió nada. Sguió aquí trabajando y progresando tranquilo y protegido. El general, que era de los más "come candela" de la Era, jamás miró a la hija del español ni al español. Otra cosa, los 5 mil pesos llegaron completitos a su destino. Al funcionario no se le podía ocurrir, como harían ahora, mochar discretamente esos 5 mil pesos, quedándose con algo de ellos en el camino. Ay no. Ahora lo hacen de juego.