Las causas que dieron origen a la criminalización del aborto, en la legislación penal francesa, no existen en el siglo XXI.
Las causas sociales —y, esencialmente políticas/patriarcales— que dieron origen a la penalización del aborto, en el Código Penal francés, han prescrito en el soberano mundo.
Al parecer la Ilustración no honró su victoria de sabiduría con las mujeres; hizo del Estado al déspota que sólo iluminó a la civilización para el beneficio de los hombres. Su luz no irradió a las portadoras en su vientre —de acuerdo a muchas creencias— del linaje humano.
La revolución de 1789 —de experiencias de ´ideales´— precipitó a las mujeres a la tragedia y al abismo de sus existencias. No tuvieron, al parecer, éxito en el terreno del combate. La acción era cuerpo a cuerpo y, la violencia también era cuerpo a cuerpo. Drama, sufrimientos, fuego prometeico, diluían a las conciencias, y el odio se compartía no como inventiva de una fantasía o mueca doliente sino como lo que llamaban la «superior fuerza de la conducta viril».
La atmósfera de esa época no era de espíritu piadoso. La voluntad, actuar con voluntad propia, no era el último aliento. El último aliento era sobrevivir, y para sobrevivir la «mala madrasta» de la Revolución Francesa necesita a los vientres de las mujeres y, se convirtió (la Revolución) en una vil malhechora que castigaba a las castigaba, además de ser presas del pánico y sitiadas en todos los lugares.
Recordemos que, toda revolución es mítica, pero el espíritu humano va más allá de los «misterios teogónicos» como diría Werner Jaeger. Es por eso que, cada época trae incubada la osadía de su espíritu, del espíritu que esculpe el destino de los mortales.
La criminalización del aborto viene instaurada desde finales del siglo XVIII en Occidente. La Ley de Código Penal votada en París, Francia, el 6 de octubre de 1791, fue decretada por la Asamblea Nacional el 25 de septiembre de 1791. En su «Titre II. Crimes contre les particuliers. PREMIERE SECTION. Crimes & attentats contre les personnes», su artículo XVII es el que contiene el dispositivo que dice, por primera vez, «l´avortement d´une femme enceinte» que será castigado (quien lo induzca o haga) con veinte años de prisión en artículo XVII.
Así es: una revolución antagónica —su Asamblea en 1791— donde más de un millón y medio de personas habían sido asesinados, ejecutados, degolladas, es la causa histórica de que el cuerpo de la mujer —y la mujer— fueran sometidas a la represión, a no ser reconocidas como seres humanos y, por ende, ciudadanas. El ejercicio omnipresente y omnisciente del criterio selectivo de las especies (de que, «la mujer es la que pare») la que da —además de hembras—varones para sí son los que van a la guerra, a la lucha bélica, el Código Penal Francés de 1791, legisla la propiedad del Estado sobre la mujer y, le refrenda — o, bien, le otorga o reconoce— solo dos derechos naturales 1) procrear, y 2) no interrumpir su embarazo, no pudiendo renunciar a su virtud natural de paridora. Esa sociedad ´naciente´ no era garantista ni lo fue del sujeto femenino. Ella tenía el papel asignado de evitar, por todos los medios, de no dejar de dar hijos (varones) para la Nación francesa, independientemente, de su credo, ya que sus cualidades intelectuales ni fueron reconocidas y, si las tuvo, cesaron en 1791.
Las mujeres estaban (en el siglo XVIII) en el extremo opuesto de esas criaturas egoístas llamadas hombres. No fueron reconocidas personas libres, sino subyugadas a dar bienestar a una sociedad — de la cual no eran parte de su Contrato Social— aumentando la población, ya que la riqueza de una Nación — al parecer— también se mide por la ´riqueza´ de tener un ejército de hombres que codicia el poder, expandir sus fronteras territoriales, y tener en su relación de pertrechos brazos que empuñaban espadas y bayonetas ya que, al parecer, entonces, no garantiza lealtad ni seguridad — aún estuviera disponible en el mercado— tener ejércitos mercenarios, sino tener ejércitos nacionales.
En fin, la revolución, es posible, tenía incubada en sus entrañas de mala madrasta al posterior Imperio Napoleónico, luego de apoderarse del Estado y de sus instituciones. Cabezas tras cabezas rodaban. Se venció con la Toma de la Bastilla en 1789, y los revolucionarios vencieron a las mujeres con su exclusión de la cosa pública. La sometieron y la dejaron abyecta al parto, a no tener mal parto o a no mal parir. Quizás fue ésta la implicación biológica de la revolución, donde no se planteó la coexistencia jurídica de las mujeres con la población adulta de los hombres ya nacidos y, de los varones por nacer.
Esta es la protohistoria de ese drama francés que devoró la identidad de las mujeres, que fue implacable, intolerante con las ideas, que incubó la «ideofobia», y, que hizo del aborto una «lucha humana» y una «lucha política» de sobrevivencia entre ambos sexos.
El aborto desde 1791, criminaliza: privarse y tomarse por sí misma (la mujer, la hembra humana) la «libertad» natural de no darle continuidad a un embarazo y, se dejó consagrado en el Código Penal Francés.
Por tanto, al parecer el enemigo de las mujeres es el Estado patriarcal, y ese enemigo sí que sigue vivo, implacable, con los horrores de las fosas comunes y de los sepulcros desconocidos a causa de las guerras. El aborto clandestino, desde 1791, convirtió a las mujeres en un «animal de presa» y, las llevó al sometimiento de la escala zoológica de paridoras para un Estado opresor. La criminalización del aborto fue la solución ´lógica´ de los hombres a la necesidad de varones para sus ejércitos y mantener a las fronteras territoriales resguardadas.
Historiadores contemporáneos, que han estudiado la crueldad de la guerra, insisten que perecieron más de 3.700,000 jóvenes europeos en la flor de su juventud llevados a ese destino por el ambicioso de Napoleón.
Por tanto, es una actitud demencial, irracional, radical, de soberbia, no de Providencia divina, del homo homini lupus, pretender mantener esa arbitrariedad de la «mala madrasta» Revolución Francesa, de sus códigos penales de 1791 y 1810, siendo esta última versión conocida como «Código Napoleónico» que adoptó la República Dominicana desde 1845, y cuya traducción al español se decretó el 3 de Julio de 1882 y fue sancionado «conservando el orden de los artículos del texto francés».
Ahora, siendo objetivas: No es mujeres paridoras de ´soldados´ lo que la sociedad dominicana del siglo XXI requiere, sino ciudadanas libres, no mantenidas en el Código Penal Dominicano solo biológicamente como seres vivientes para ser ´paridoras´ por la imposición brutal de un Estado patriarcal, que demuestra ser completamente misógino y, no humano, sino brutalmente decadente.
La República Dominicana demuestra, en el presente, que su pretensión es mantener a las mujeres de la Nación en sumisión y, que la lógica de la guerra continúa. Grave es, cuando la llamada ´democracia´ —también construida por las mujeres— se resquebraja. Grave es, que las circunstancias de las conveniencias políticas (de sumisión a un status quo conservador) del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo, y del Poder Partidista despojen a los/las legisladores/as de la lógica y raciocinio y de conocimientos de las transformaciones de las sociedades.
Es por eso que cada día se hace más necesario que las mujeres escriban la Contra-Historia.
Los/las legisladores/as del cuatrienio 2020-2024 están al borde de hacer para sí-mismo y para sí-misma un agujero negro para sus irreflexivas consciencias. ¡Qué egoísmo tan corrompido de la ´conveniencia´ política del momento; egoísmo déspota; egoísmo que degrada hasta el tuétano los huesos al ser humano!
Ese fantasma de la «mala madrasta» de la Revolución Francesa que se enarbola de «Libertad Igualdad, y Fraternidad», que las democracias de Occidente y las repúblicas de América adoptaron en el proceso de emancipación, ha devorado al mamífero hembra (mujer), porque el mamífero macho/varón ( léase, si es posible: hombre) le crea un destino hostil.
Criminalizar al aborto en el código de 1791 y, su posterior ampliación, en el Código Penal francés de 1810, fue una victoria ideológica de la Revoluciona Francesa y del Imperio Napoleónico y, ha hecho que las mujeres y los hombres ´convivan´ como enemigos, antagónicos, rivales y/ opuestos. No en vano dice Vacarro —citado por el sociólogo Roberto D. Agramonte, recreando la traducción latina de Plauto— que, «De todos los animales superiores el más falto de piedad y el más cruel con sus propios semejantes es el hombre».
Es por esto que, se puede afirmar que, las causas que dieron origen a la criminalización del aborto (desde la lógica del poder patriarcal) en la legislación penal francesa en 1791, y que se ha mantenido en el Código Penal Dominicano de la República Dominicana, desde 1845, y su posterior traducción en 1882, no existen ya desde la lógica de la HUMANIDAD.
La ideología de la dominación francesa (sobre las mujeres) en torno a la necesidad de tener población de hombres adultos para la guerra —producto de las bajas numerarias a causa de los conflictos revolucionarios, conquistas de territorios inmediatamente luego de 1791, acumulación originaria para crear un Imperio y conflictos bélicos con enemigos exteriores— no tiene razón de ser, al menos que continúe siendo una mentira del poder patriarcal de que, desean la paz (pax) y no la guerra.
Es, pues, desde 1804 luego de Napoleón Bonaparte ´unirse´ o dejarse ´ungir´ por la iglesia Católica, Apostólica y Romana con su Estado Pontificio que, las religiones (católicas, cristianas, protestantes y evangélicas) invocan el nombre de Dios para trazar pautas sobre ese «oro de la guerra» que son las mujeres.
El «oro de la guerra» —de antaño— y de los procesos de acumulación originaria, de las cruzadas, de las repúblicas, de los imperios, al parecer, siguen siendo las mujeres.
Pero ¿cómo es este oro en el siglo XXI? ¿Qué valor tiene el oro de la procreación? ¿Qué valor tiene el oro de la sexualidad y el oro de sexualización e hipersexualización del cuerpo de la mujer? ¿Qué valor de oro tiene —para el Estado dominicano patriarcal, misógino y machista— obligar a parir a mujeres adultas, a adolescentes y a niñas (explotadas, víctimas de abusos sexuales; en situación de sumisión, de exclusión económica, en pobreza extrema; en cautiverio, violentadas, violadas) en contra de su voluntad?
Ese codiciado «oro de la guerra» que se disputan los machos mamíferos/varones/hombres para su usufructo —que ´abunda´ «como flor silvestre con los labios tiernos» al decir de los violadores de niñas, en su argot— es el que desea perpetuar el Estado dominicano patriarcal.
Un Estado dominicano patriarcal que explota política, social, económica, cultural, sexual e ideológicamente a la mayoría numérica que son las mujeres; que quiere seguir manteniendo en condición de rapto —por el Estado— a las mujeres, a las cuales combate psíquica y emocionalmente con un Código Penal, bajo un orden de represión ´legal´ que continúa malogrando el derecho a su identidad y el derecho natural a su libertad.
Santo Domingo, D.N.
16 de Julio de 2024