En medio de la crisis electoral en 1994, producto de las irregularidades típicas en los gobiernos de Joaquín Balaguer, se realizó una reforma constitucional para restablecer la estabilidad política.
Uno de los acuerdos fue reducir a dos años el mandato de Balaguer, con celebración de elecciones presidenciales nuevamente en 1996. Esa fue la razón para separar las elecciones, de manera que las presidenciales se celebraran cada cuatro años a partir de 1996 y las legislativas y municipales cada cuatro años a partir de 1994.
Pero a las reformas hay que justificarlas con argumentos que otorguen legitimidad conceptual. Por eso se dijo (y sigue diciendo) que separar las elecciones contribuiría a eliminar el arrastre.
Desde el mismo año 1994 me opuse a la separación de elecciones por dos razones: 1) en las elecciones no presidenciales se produce mayor abstención, y 2) en un sistema clientelar como el dominicano, separar las elecciones no evita el arrastre. Con el tiempo, mis dos puntos quedaron verificados.
Sobre el primero: para el período 1996-2024, el promedio de abstención en elecciones presidenciales es 31.8% y en las no presidenciales separadas es 46.3%. Sobre el segundo: en casi todas las elecciones no presidenciales ganó la mayoría legislativa o municipal el partido que controlaba la presidencia. Las excepciones fueron en 1998 y en el 2020 cuando se auguraba un cambio completo de gobierno.
En la reforma constitucional de 2010 se estableció que los funcionarios electos a nivel legislativo y municipal permanecieran seis años (2010-2016) para unificar las elecciones en el 2016, y que se separarían nuevamente a partir del 2020, pero solo las municipales y a tres meses de las presidenciales, no a dos años como se estableció en el 1994.
Esas disposiciones electorales tuvieron un objetivo principal: asegurar un gran poder gubernamental al PLD de 2010 al 2020.
Mientras esos cambios en los tiempos de elección se producían, también se modificó la forma de escogencia de distintas instancias electivas.
Anteriormente los senadores y diputados se elegían en una misma boleta cerrada. En el 2002 se introdujo el voto preferencial para diputados, pero manteniéndose una misma boleta para senadores y diputados (se votaba por el mismo partido para ambos niveles). A partir de 2020 se separó la elección de senador y diputados (boletas diferentes), con voto preferencial para las diputaciones.
Anteriormente también se elegían en una misma boleta cerrada los alcaldes y regidores, así como los directores de distritos municipales y vocales. A partir del 2024 se separaron esos niveles de elección y se estableció el voto preferencial para regidores y vocales.
Esto significa que si las elecciones se unifican de nuevo los votantes recibirán cinco boletas: una presidencial, una para senadores, una para diputados con voto preferencial, una para alcaldes o directores municipales, y una para regidores o vocales con voto preferencial. Demasiadas decisiones juntas para los electores.
Por eso, si van a unificar nuevamente las elecciones, que quiten el voto preferencial a nivel municipal y sea una sola boleta cerrada. Total, son tantos escaños de regidores que nadie logra saber bien por quién vota.