Obsérvela bien: Santo Domingo (la de un tal Guzmán que nadie sabe quién fue) es la única capital de este continente cuyas calles tienen aceras por las que no camina nadie, sea hombre, mujer o infante. Es la única capital con más motoristas que humanos racionales. Es la única capital donde los semáforos tienen una utilidad muy relativa, pues siempre aparece un policía para darle preferencia, por lejos que venga, a todo vehículo negro con franqueador, escolta y placas de números pequeños. Y, en fin, es la única en la que, en las horas pico, sus habitantes (salvo los que no trabajan) se arrepienten de vivirla.