¡Ay, qué rico debe ser dormir en una blanca nube ergonómica, de esas que flotan del Atlántico al Pacífico y nunca se devuelven! ¡Oh, que frescura ha de dar el batir de alas de quince mil querubines en el meridiano solar de la Corte Celestial! ¡Oh, qué verdaderamente grande ha de ser la vida en la Gloria, a la que habré de llegar en cuanto cometa (y me perdonen, por supuesto) el último de los 362,521 pecados mortales, veniales y capitales que me faltan! ¡Ay, qué sensacional ha de ser vivir eternamente sin elecciones, sin candidatos, porque hace tiempo que Dios decretó que allá sólo puede hacerse campaña en el infierno!
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