Sin apelación, y confirmando los pronósticos de las encuestas de mayor credibilidad, una aplastante mayoría de electores ha revalidado el mandato del presidente Abinader, abriendo así una nueva página del proceso político dominicano en la que habría que escribir un nuevo relato cuyo contenido será el legado que este mandatario dejará en su hoja de vida luego de dos períodos al frente del Ejecutivo del país. Este nuevo mandato discurrirá bajo el signo del nuevo tiempo que vive el mundo y que de alguna manera se refleja en el país en discurrir del recién finalizado proceso electoral en términos de resultados, de las ideas con que la generalidad de los candidatos justificaba sus propuestas y en el color del nuevo mapa político surgido de los comicios.
De una correcta lectura de los signos que caracterizan este tiempo y del significado de las pasadas elecciones dependerá, en gran medida, la trascendencia del legado que habrá de dejar el reelecto presidente.
Mientras aquí se votaba, en Madrid se desarrollaba una cumbre de la internacional ultraderechista convocada por la caverna política española. Acorde con este tiempo, allí el presidente Milei, que otras injurias, dice que “la justicia social es una aberración”, ultrajó al jefe del gobierno español y esposa, José Kast, ex candidato presidencial chileno, vilipendió al presidente Gabriel Boric, con un lenguaje soez parecido al utilizado aquí por algunos candidatos ultraderechistas contra el presidente/candidato. Allí reiteraron sus agravios, odio e infamias como armas en lo que llaman “batalla de las ideas”.
En su modalidad, la esencia de esa “batalla” fue profusamente difundidas en las pasadas elecciones que, en última instancia, podrían haber incidido significativamente en la configuración del nuevo Congreso. Este poder del Estado ha sido integrado por una importante cantidad de representantes ultraderechistas y con una casi inexistente representación de progres. La pertinaz campaña oficial basada en los mensajes o meta mensajes: “dominicano de pura cepa”, además de las expresiones “soberanía”, “defensa”, “expulsión de ilegales”, entre otras, en clara referencia al tema haitiano, allanaba el terreno de los candidatos conservadores tradicionales, al igual que el de los ultranacionalistas/xenófobos. En general, eso no puede desligarse de los resultados electorales de los ultras y del pobre desempeño de los progresistas.
Repetimos hasta el cansancio: vivimos la era de la relativa inexistencia de la separación entre espacio y tiempo, que el mundo está cada vez más unido en el tiempo, pero persistimos en pensar el espacio, lo local sin ser consistentemente conscientes de este tiempo.
Es evidente, a nivel mundial, la propensión de algunas franjas socialdemócratas y de izquierda a asumir parte del discurso ultraderechista sobre los temas migratorios y de derechos en general. Esa actitud, no solo se ha demostrado ineficaz para detener el embate del ultraconservadurismo, sino que se ha saldado con la debacle de algunos gobiernos socialdemócratas o de la derecha tradicional y con el debilitamiento de muchos partidos progresista, además de la democracia. Tomemos nota.
Las ráfagas del viento tóxico que al unísono impulsan esos sectores del ultraconservadurismo políico, social, cultural y religioso en todo el mundo de alguna a manera se sienten aquí, se intensificaron en el recién proceso electoral y no puede descartarse su incidencia en el futuro inmediato de nuestro proceso político. La derrota del PRM en la plaza senatorial más importante del país, el DN, es una manifestación de esos vientos. Por consiguiente, la profundización de los elementos positivos del gobierno pasa necesariamente por diferenciarse y hasta enfrentar la propuesta de sociedad de la referida tendencia que no se ha demostrada eficaz en ningún país y sí ha profundizado la crisis de la democracia, la acentuación de las desigualdades y no respeto a los derechos ciudadanos.
Al pasar balance del proceso electoral, el PRM y sus candidatos elegidos tienen justificadas razones para celebrar la revalidación del mandato de Abinader, pero deben reflexionar sobre la configuración del presente mapa electoral y la votación obtenida de todas las colectividades participantes. Tampoco menospreciar la incidencia que ese mapa pudo haber tendido la campaña de cruzada del fundamentalismo religioso de algunos sectores y la innecesaria profusión de propaganda chovinista de corte oficial que de mantener la intensidad que tuvo en el proceso podría lastrar el próximo cuatrienio. Debe tomar nota de la debacle del PLD, pero también del casi 29% de votos del candidato presidencial de FP y su conquista de la senaduría del DN.
Además de la sostenida abstención electoral, duplicada en los últimos 24 años, un perturbador signo de desafección política. En ese contexto nacional, y con inevitable gravitación del tiempo político que vive el mundo sobre nuestro país discurrirá la revalidación del mandato de Luis Abinader, en el cual se ha propuesto dejar un legado trascendente que necesariamente deberá descansar en la profundización de la democracia, lo cual significa, inclusión social, salvaguarda de los derechos fundamentales alevosamente amenazados por la intolerancia de los populismos de todo signo, por la voracidad de los grandes grupos económicos y por la ferocidad de los fundamentalismos de matriz religiosa.
Manejarse correctamente en esa perspectiva para marcar positivamente el destino del país no es tarea fácil, todo dependerá de los sectores en que se apoye para labrarlo. Reitero.