El docente de educación Inicial, Primaria y Secundaria, históricamente ha sido demandado por la sociedad, por los estudiantes y por las autoridades educativas para que evidencie un desempeño eficiente y eficaz en el aula y en el centro educativo. Además, los distintos sectores sociales y actores del sistema educativo lo urgen a garantizar resultados de aprendizaje con alto significado en la trayectoria de los estudiantes. De otra parte, le otorgan un valor importante a la consistencia y a la actualización que debe tener la formación del docente. Esperan que el docente tenga adecuadas competencias, habilidades, destrezas y técnicas para suscitar la curiosidad, la participación y el interés de los estudiantes.

En esta dirección se le requiere, también, un alto nivel de apropiación de las tecnologías de la información y comunicación (Tics). Así, posibilita contextos áulicos flexibles, creativos e innovadores. En el campo de las Tics, se le urge a que tenga un dominio progresivo de la Inteligencia Artificial (IA) para que su función docente responda a los retos y desafíos que la misma implica en la sociedad del conocimiento. Se espera que su trabajo tenga un impacto transformador en el aula, en la sociedad y en su entorno profesional. Por ello, al docente se le exige disciplina y el  máximo rigor en lo que debe hacer y en lo que hace.

A las demandas presentes, hemos de añadir los requerimientos para que fortalezca su capacidad y experiencia investigativas. Se le pide que se convierta en investigador de su propia práctica. Además, se le interpela para que sea un modelo a seguir; para que pueda ser imitado por los estudiantes y por los que les rodean. En este marco, se le solicita que se relacione con el contexto en el que interviene, con la familia y con la comunidad educativa en general. Recibe, también, interpelaciones para que su participación en la organización sindical esté mediada por la reflexión y el sentido crítico. Se le pide revisión de su rol en el sindicato.

Todo lo referido hasta aquí hace alusión en un mayor porcentaje a tareas que tiene que hacer, a compromisos que tiene que cumplir; a obligaciones ineludibles. Del docente se espera lo óptimo. Si no llega a ese nivel, según voces de la sociedad y dentro del sector educación, debe dejar el ámbito educativo. Necesariamente tiene que ser un docente cabal; un acompañante de los estudiantes y de las familias; un cuidador de los estudiantes y asistente de estos en comedores escolares. Este conjunto de acciones tienen como síntesis: HACER. La Real Academia indica que esta forma verbal significa ejecutar, poner por obra una acción o trabajo, hacer prodigios.

Este docente ha de hacer, en la vida cotidiana del centro educativo, acciones vinculadas a la planificación, al desarrollo de la docencia, a la evaluación, al acompañamiento pedagógico y a la elaboración y administración de pruebas. Ha de participar en reuniones generales del centro educativo, con sus pares y con funcionarios del Distrito Educativo. De igual manera, ha de revisar los trabajos de los estudiantes, cumplimentar el Registro y preparar las calificaciones. Este docente ha de participar en las actividades y en los procesos que organiza la Sede central del Ministerio de Educación: talleres, seminarios, diagnósticos, encuestas, etc. A las acciones de su función como docente, se han de añadir las que desarrolla como miembro de una organización sindical. Esta membrecía exige tareas y compromisos que se yuxtaponen a las propias de su función docente y le recortan la posibilidad de un hacer reflexivo y lúcido. La participación en la organización sindical no es un problema, es un derecho. La dificultad se presenta en el cúmulo de acciones yuxtapuestas que tienen como prioridad hacer.

Hacer, con énfasis en la diversidad y en la cantidad de acciones, pero con déficit de estudio asiduo y de reflexión sistemática, refuerza una racionalidad acrítica, reproductora de ideas y de prácticas. Es un hacer que vacía de significado la función docente y crea una cultura de trabajo que convierte al docente en una máquina. Éste responde a fuerzas externas que lo impelen a presentar productos o enlatados pseudopedagógicos que se distancian de resultados significativos y con calidad. Un hacer incesante, sin discernimiento académico y del contexto hace del docente y de la institución en la que labora meros instrumentos. Se asumen como objetos del quehacer docente. No se dan cuenta de la fuerza supremacista del HACER en educación con respecto al ser, a la persona del docente.

Repensar esta supremacía y buscar un equilibrio entre hacer y ser no tiene vuelta atrás. Hacer prodigios desde el hacer que desconoce y vulnera el ser contradice el carácter integral que la Constitución de la República Dominicana y la Ley General 66-97 le otorgan a la educación. Esta integralidad ha de entenderse y asumirse como prioritaria para los estudiantes. Pero, no debe excluir a los demás actores del sistema educativo dominicano.