Porque: “Me da más miedo la ignorancia del rebaño que la mala intención del pastor”.

El verdadero hombre no es aquel
que huye de las dificultades,
si no el que las enfrenta con dignidad.
Marco Aurelio.

Es posible que muchos hayan o estén pensando que el tiempo pasa cual corriente de agua en el rio, en tanto las circunstancias de nuestras vidas se desenvuelven en el mismo lodazal, cual si fuésemos cerdos acostumbrados ya a ese tipo de vida, y no dejan de tener razón. Las quejas son prácticamente las mismas y las escasas ocasiones para sentirse complacidos son cada día menos. 

En los últimos años, la palabra reforma, se ha convertido en el principal banderín que enarbolan los políticos en busca de obtener votos y, en otros casos, son los funcionarios quienes embadurnan hojas de la misma manera engañosa para cometer las mismas fechorías, pero reformadas. Se han hecho especialistas en camuflar las mismas indelicadezas, pero utilizando “plataformas” llenas de ejes que convergen en lo mismo; es decir, en el engaño. 

Tenemos la famosa reforma policial, muy parecida a la ampliación de la autopista Duarte, la cual, más que eso, es algo cosmético con los retornos que pasaran décadas antes de ver alguna eficacia, cual si los que existían o existen no estuviesen haciendo su papel, pero, en la remoción de tierras es que está el negocio y todo, sin referirnos al empleo del material obtenido de la mina encontrada donde se está erigiendo la nueva estación de peaje. 

En eso se ha convertido la reforma de la policía, cosméticos por acá y por allá, recogiendo todo lo que llega para ingresarlo sin ningún criterio objetivo, sin siquiera llevar a cabo una depuración como el caso lo requiere para evitar aquellos tigueres barriales a quienes se les está entregando licencia de corso para actuar, pero ahora, desde dentro.  

Lo más importante es el personal, su capacitación real y, sobre todo, sacar de la misma a toda esa crápula más que conocida, que solo contagia a los que llegan y que se encuentran resguardados por una sobreprotección profesional, lo que ha conducido a una proliferación de rangos, cualquerizando los mismos y haciendo el organismo imposible de regular. 

Hablar de reforma sin antes iniciar las pensiones, desde generales hasta rasos, simplemente es un ejercicio fútil. Y es que, la mayoría de los oficiales generales, superiores, subalternos y clases, simplemente tienen el rango, ya que su mentalidad, continúa siendo la de raso. Esto es así, porque bien sabido es, que el instructor puede sudar junto con sus subalternos, pero, no se sienta con ellos en el sofá, aunque en entrenamiento es posible desayunar con ellos, pero menos en su casa. Algo parecido a lo que hacen los políticos, que en campaña pueden comer con la plebe, pero menos en su casa. 

Reforma policial, pero todo continua igual con los puestos de mando y los ascensos indiscriminados, donde de todos es sabido, que si no hay plata no hay nada; que los cientos o miles de policías destinados a servicios externos, ya sea a funcionarios, particulares u otros tipos de organismos, darían para establecer un servicio de patrullaje que cope el país entero; que dentro de esos que se encuentran fuera de control, existe otro grupo indecente de civiles con rangos policiales cuyos sueldos se quedan en algún lugar y solo utilizan su carnet y rango por lo bajo, y, sabe Dios para que tipo de actividades. 

La reforma policial debe empezar por la anulación de todas esas “direcciones” y demás cosas parecidas, creadas solo con el fin de tener puestos y sueldos para la absurdidad de oficiales generales y superiores; detener la proliferación de puestos y destacamentos por doquier que solo hace diseminar la fuerza e incrementando la indisciplina y, si quieren obtener un verdadero personal especialista en el patrullaje en las calles, abóquense a crear la escuela de sargentos patrulleros y que cada ascenso consista solo en el sueldo, pudiendo llegar a ganar hasta como general, pero, siempre sargento patrullero. Lo simple muchas veces es lo más efectivo. ¡Sí señor!