¿Quién produce la riqueza? Parece una pregunta tonta o una perogrullada. Pero es muy importantes establecer la respuesta y la racionalidad. De ella se derivan muchas consecuencias en el plano de las políticas económicas, las políticas sociales y la interrelación en todos los planos de la actividad humana. En otras palabras: ¿la riqueza en la economía moderna la producen los empresario o los trabajadores? O un tercer elemento invisible que no se ha establecido. Es una idea muy generalizada que son los empresarios, o los propietarios del capital quienes producen la riqueza de una sociedad.
La evidencia histórica y las ideas de los creadores de la ciencia económica, como David Ricardo (1772-1823) y Adam Smith (1723-1790) todo creyeron lo contrario. Pensaron y expusieron una teoría del valor, mediante la cual era implícito que era la “cantidad de trabajo contenida en una mercancía” lo que creaba valor, es decir riqueza. Según el mas venerado de los creadores de la economía, Adam Smith, argumentó que el valor de un bien en el largo plazo se justifica por los factores de producción. Ese decir, las horas hombre necesarias en el proceso de fabricación. Por igual que “en el corto plazo el valor –reflejado en el precio- subirá o bajará dependiendo de si la demanda aumenta o cae.
Por su lado, David Ricardo consideró que el valor de la mercancía dependerá del esfuerzo laboral necesario para producirla y de su disponibilidad. Cuanto mas difícil sea encontrar un bien para adquirirlo, mas valioso será. Es posible extenderse paginas y paginas en la teoría del valor tanto de Smith como de Ricardo, como en su extensión en otros economistas, pero lo importante es rescatar el concepto base del valor –o riqueza- derivada de la actividad laboral y de la cantidad de trabajo contenida en un bien o mercancía.
Eso era así, cuando la economía tenia la pretensión de ser una ciencia, o constituirse en una explicación científica del naciente desarrollo de la sociedad de mercado, y no una mera colección de técnicas de gestión como es en la actualidad. La economía contemporánea, sobretodo en su versión anglosajona ha perdido toda pretensión científica para convertirse en una disciplina dedicada a la gestión con un uso extenso y abusivo de las matemáticas. Durante gran parte de XVIII y XIX, la mayoría de los pensadores de la economía mantuvieron la tradición y la investigación para explicar el desarrollo económico capitalista. Además de Adam Smith y David Ricardo, destacaron por sus aportes, François Quesnay, Alfred Marshall, Irving Fischer y Karl Marx entre otros, el estudio de la economía se centró en explicar y entender la reglas del sistema, no en una mera técnica de gestión.
Durante el siglo XX destacan el británico John Maynard Keynes, Joseph Schumpeter, Frederich Hayek y Milton Friedman, con el peligro de dejar fuera a grandes pensadores del sistema económico como Vilfredo Pareto, Ernest Mandel, Angus Maddison o Nicolai Kondrátiev. Sin embargo, esta lista o recuento de grandes figuras de la ciencia económica se concentra en aquellos que “pensaron la lógica” del sistema basado en el capital y la utilización masiva de la mano de obra de los “obreros libres”. Un modelo industrial de acumulación de capital constante y en la cual la incorporación de los hallazgos de la ciencia y los descubrimientos técnicos ese incorporaron al consumo y la inversión. Por ejemplo la industria del automóvil, la industria del acero, el uso masivo de la electricidad para transformar materias primas y las industrias, las comunicaciones y las telecomunicaciones, la industria aeronáutica y de transporte, el complejo militar e industrial, la industrialización de la agricultura y la cría, entre otros, hicieron posible la explosión demográfica y la masificación del consumo.
Claro que el sistema colonial del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en la mayoría de los países de mundo (India, China, Indonesia, Sudeste de Asia, África, y por tanto en la mayor población del planeta, permitió obtener rentas enormes a los países colonizadores, que eran una minoría de la tierra –básicamente Europa, Japón y América del Norte-. Las guerras, principalmente la Primera y la Segunda Guerra Mundial, con su secuela de millones de muertes y sufrimientos, fueron una palanca para el desarrollo de la economía de mercado. Todavía hoy, después de la casi desaparición del mundo colonial, sigue existiendo una división mundial de las rentas y la riquezas totalmente desigual. Las antiguas plantaciones y minas de las colonias fueron sustituidas por las multinacionales contemporáneas, y la cañoneras por agentes financieros del fondo monetario y al banco mundial. Por ello, es realmente chocante ver a representantes de los grupos empresariales locales afirmar sin ruborizarse que “la riqueza la producen los empresarios”, que “los empleos los producen los empresarios” y que el desarrollo y el auge de la economía es gracias a los empresarios. Hay que volver a los clásicos de la economía del siglo XVIII y del XIX para poder hacer entender estas verdades de Perogrullo.