De ocupar el punto más alto en la política dominicana por más de dos décadas, los principales líderes del PLD y FP se encuentran hoy en el punto más bajo; ambos cosechan lo que sembraron: el menosprecio a la institucionalidad del país, tanto en el ejercicio de sus respectivos mandatos presidenciales, como en el partido en que descansaron esos mandatos. La estrella de Danilo comenzó a apagarse con los desaciertos cometidos en los últimos meses de su gobierno. Leonel, luego de su salida del PLD, en cierta medida mantuvo su áurea de hombre político y de Estado de significativo calado. Pero al final, una realidad política que no pudieron calibrar correctamente los arrastra hacia el naufragio y todo apunta a que, tan pronto como en mayo próximo, para ambos todo se habrá consumado.
Los dos tuvieron la suerte de heredar un partido que trascendió exitosamente la muerte política de su jefe/caudillo fundador, mediante una alianza con los sectores más conservadores del país, entonces encabezados por Balaguer, que de coyuntural se convirtió en permanente. A pesar de eso, Leonel y Danilo, más el primero que el segundo, se convirtieron en líderes nacionales de gran arraigo en la sociedad dominicana, gobernando 20 años entre los dos. Pero se olvidaron de que, para que sea trascendente, toda acción política de gobierno o de liderazgo debe descansar en transformaciones de profundo calado en el plano institucional. Con estilo y resultados diferentes, ambos se dedicaron a la política chiquita: articulación de sus fieles para mantener su poder sin institucionalizar el partido y de cara al futuro, sin proyecto de país.
Después de las elecciones del 2020, a mediados del 2022, creció el mito de que el actual jefe del Ejecutivo no superaría una eventual segunda vuelta. Tanto esa fábula que hasta algunos miembros de la presente mayoría se la creyeron. En ese contexto, dentro del PLD como de FP, los principales dirigentes de esos partidos, sobre todo del segundo, asumieron la falsa conciencia de que, aliados, podrían forzar esa quimérica segunda vuelta. Danilo, pragmático confeso, presionado por las bases de su partido aceptó una alianza en la que en el fondo no creía, al igual que otros altos dirigentes de su partido. En el FP pasaba lo contrario. Leonel, a pesar de ser flemático como Danilo, pero menos, se creyó el mito y se “alebrecó”.
Pero poco antes de que comenzase el proceso electoral, para el PLD y en FP los números de las encuestas sobre las elecciones municipales y presidenciales anunciaban la catástrofe. Así fue. Creían que unos resultados ampliamente favorables a ellos sellarían su anhelada segunda vuelta y fue todo lo contrario. Esos resultados y las reacciones que estos han provocado en esos partidos han terminado de situar en su nadir, en su punto más bajo, a esas colectividades y sus principales dirigentes. En ese sentido, la carta de Jaime David Fernández a Leonel conminándolo a que renuncie a su candidatura a la Presidencia, y las declaraciones de otro alto dirigente peledeista en ese tenor, solo se explica por el “atraso político del país”, como recurrentemente gustaba decir Bosch.
Si esa carta fue inducida por el partido, o peor aún, si fue motu proprio, estaríamos ante un absurdo. Cómo explicar que, a poco más de dos meses para unas elecciones presidenciales, un partido cuyo candidato tiene una intención de votos promedio en las encuestas de algo más del 10%, le pida a otro que sacrifique su candidato, que oscila en torno a un 25%, para que apoye el suyo en una eventual segunda vuelta para vencer a un tercero que sobrepasa el 55%. Una locura. Otra evidencia de la inviabilidad de una alianza que por momentos se torna borrascosa, sin perspectivas y que difícilmente evite naufragio del partido que hace semejante solicitud. De su parte, Leonel dice que sus malos resultados se deben a una abstención provocada por el gobierno, un pobre alegato que no se corresponde con su reconocido talento.
Su reacción al batacazo recibido en las municipales se corresponde con la situación de un político que, ante la evidencia de la llegada de un final inesperado y que no entiende, reacciona desconcertado y sin asimilar el golpe. Los dos partidos, como sus líderes, no estaban preparados para recibir el batacazo que han sufrido. La desbandada, la sangría de miembros y de su cuerpo electoral del PLD lejos de detenerse, se incrementa, y FP se bate en evidente desconcierto que los sumerge en la certidumbre de que en las próximas elecciones sufrirán una derrota de imprevisibles consecuencias para el futuro de ambos. Están objetiva y anímicamente fuera de juego.
En parte, ambos pagan el precio de no haber apostado a la institucionalidad del país y de su partido, apostaron a que las realizaciones materiales de sus gobiernos, las canonjías a sus militantes a sus allegados y a los poderes fácticos los mantendría en el poder “hasta el 2044”. No entendieron que ningún poder es trascendente si no se basa en un proyecto de sociedad, en ideas. Del zenit (lo más alto) han caído en su nadir (al punto más bajo).