Pavel puso el dedo en la llaga. Le dijo al pan pan, y al vino vino. El día de la concentración (¿?) de un grupo personas y ultranacionalistas –o mas bien nazi-onalistas- en el Parque Colón y la Puerta del Conde, puso en su twitter una breve frase que ha levantado los avisperos de los profesionales del odio: “tanto amor a la patria y tanto odio”. Con esas ocho palabras ha sido suficiente para que pidan la cabeza de Pavel Isa como si fuera una cacería del KKK, y hasta el cerebro brillante del recién designado ministro de Economía. Todos los vociferantes ante la realidad migratoria del país se han unido en un grito vergonzante: “Señor Presidente destituya a Pavel”. Pocos días después, Pavel desarrolló la idea muy claramente en el programa “Verdades al aire” del periodista Adolfo Salomón que se transmite por la cadena CDN.
Hay una campaña creciente de odio, racismo, distorsión, exitación hacia todo lo que sea haitianos o Haití, o reconocer y mencionar la campaña de los nazi-onalistas. Y muchos pensaran que razones sobran. Hasta de “invasión pacífica” hablan por la gran cantidad de haitianos que huyen, viven, sobreviven en nuestro país. Los más versados llegan a vincular esa realidad con un supuesto Plan Internacional para “solucionar los problemas de Haití en República Dominicana”. Haití es un país inmerso en una grave crisis global, con manifestaciones particulares en los aspectos de seguridad, institucional, humanitaria y económica. La Isla de Santo Domingo, Haití, Española o Quisqueya –parece ser que Quisqueya en el único nombre que ambos países aceptan de común acuerdo, pero que usamos solo de forma coloquial y romántica- por las razones históricas conocidas de las despoblaciones del norte y el oeste desde inicios del siglo XVII como solución “genial” de la Corona española para ahuyentar a los comerciantes holandeses, franceses e ingleses, y terminó produciendo dos colonias dividas formalmente en los siglos XVII y XVIII.
De esas dos entidades coloniales, Santo Domingo en oriente español y Saint-Domingue en el occidente francés, se formaron en el siglo XIX dos naciones distintas y dos estados enfrentados en gran parte de ese siglo. En el siglo XX ambos estados se convirtieron en neocolonias de Estados Unidos, que asumió el control militar y económico de ambos países desde 1905 (Convención Dominico Americana) hasta 1947 (Tratado Trujillo-Hull), pasando por las invasiones militares norteamericanas de 1915 a Haití y de Santo Domingo o República Dominicana en 1916. La dominación norteamericana trajo consigo muchos cambios, entre otros la masificación de la industria azucarera norteamericana en la parte dominicana. Fueron los ingenios norteamericanos que comenzaron a “importar” o contratar masivamente mano de obra haitiana para el corte y tiro de la caña desde 1920 (R. Cassá). Los eventos se sucedieron paulatinamente, con el Tratado Fronterizo RD/RH de 1929; el Protocolo de Ratificación del Tratado de Fronteras de 1936 –que como comentario al margen, mediante ese Protocolo, Trujillo, el “patriota” que hoy defienden abierta o soterradamente los nazi-onalistas, “regaló” más de 5.000 KM2 que estaban en la parte española desde el Tratado de Aranjuez de 1777, gran parte del Valle de la Miel y aún más-; la matanza de haitianos, el llamado Corte, en la Línea Noroeste de octubre de 1937 y el consiguiente cierre de fronteras desde entonces que fue continuada por los gobiernos post-Trujillo de 1961-1966, en los 12 años de Balaguer e incluso en los 8 años del PRD y los otros 10 de Balaguer, hasta 1996. La frontera no se abría más que para “importar” haitianos para los ingenios.
El modelo económico del enclave azucarero iniciado a fines del siglo XIX e inicios del XX integró masivamente la mano de obra de los llamados “braceros haitianos”. A partir de 1980, con los prolegómenos del modelo neoliberal impuesto por el Consenso de Washington, la mano de obra haitiana fue integrada masivamente en los sectores punta de ese nuevo modelo. Construcción, labores agrícolas –los tradicionales azúcar, café, cacao, con la adición del arroz, el banano de exportación de la Línea Noroeste entre otros rubros agropecuarios y finalmente el turismo-. Últimamente, con el colapso generalizado en Haití, los haitianos huyen a cualquier lugar que tengan comida y un poco de tranquilidad. Los casos de los haitianos huyendo a Estados Unidos, Bahamas, Chile, Brasil, Colombia, México, y cualquier lugar que ofrezca una posibilidad de sobrevivir, son parte de una tragedia sin parangón. Pero muchos de los hacedores de opinión y políticos ultras han tomado el anti haitianismo y el racismo como bandera de lucha. Total, que ese no es un tema que genere votos, como demuestra el devenir de esos partidos y grupos.
Pero hay que preguntarse: ¿Qué pasaría con la economía dominicana si de repente amanecemos un día sin un solo haitiano, el sueño de muchos racistas? ¿Como funcionaría la agricultura, la construcción, el turismo o los servicios? Evidentemente que es responsabilidad del Estado cumplir y hacer cumplir la leyes migratorias de cualquier país, particularmente la vigentes en RD. Pero pensar en “expulsar todos los haitianos ilegales” de un momento a otro, violando derechos humanos y la condición humana, es además de ilusorio una mentira imposible de cumplir. ¿Podría los Estados Unidos o los países de la Unión Europea expulsar a todos los migrantes en situación irregular de un momento a otro? Recuerdo una película extraordinaria norteamericana de 2004 titulada “Un día sin mexicanos”. Es totalmente absurdo. “¿Cómo hacer visible lo invisible? ¡Quitándolo!”
Las valientes declaraciones del ministro Isa Contreras merecen el respeto y la defensa de aquellos que rechazamos la aporofobia –fobia a la pobreza-, el racismo por ser negros -¿y si fueran blancos como muchos cubanos o venezolanos?- y por diferencias culturales. Hay que hacer un plan de conjunto que incluya hacer cumplir las leyes de migración, respetar los derechos humanos de los migrantes y regresar a una nueva forma del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros para buscar una solución estable. Se comenzó hacer en 2014 pero se dejó a medias. Se hizo un Plan reciente de regularización de venezolanos residentes en el país. Tomemos esos dos ejemplos y resolvamos el asunto….total, somos una isla que no hay para donde correr ni forma de cortar en dos. ¡Bravo Pavel! “Sigue Sancho, los perros nos ladran”.