Nuccio Ordine (1958-2023). Fecundo profesor de literatura de la Universidad de Calabria y autor de diversos libros, varios de ellos sobre Giordano Bruno y el Renacimiento. Fue profesor invitado de centros como Yale, Paris iv-Sorbone y el Warburg Institute o la Sociedad Max Planck de Berlín. Fue miembro de honor del Instituto de Filosofía de la Academia Rusa de Ciencias.
Su obra utilidad de lo inútil (2023) es un Manifiesto en el que repasa las opiniones de los filósofos y escritores sobre la importancia de seguir tutelando en escuelas y universidades ese afán de saber y de indagar sin objetivo inmediato práctico y en el que tradicionalmente se ha basado la dignitas hominis. (Fernando Sabater).
Pone en el centro de sus reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. Llegando a considerar como útil en este contexto todo aquello que nos ayuda a ser mejores (página 9).
La lógica del beneficio mina por la base las instituciones (escuelas, universidades, centros de investigación, museos, bibliotecas, archivos) y las disciplinas humanísticas y científicas cuyo valor debería coincidir con saber en sí mismo, más allá de la posibilidad generar ganancias inmediatas o beneficios prácticos.
Por la misma razón, no es cierto que las oscilaciones de la primera de riesgo, puedan justificar la sistemática destrucción de cuanto se considera inútil por medio del rodillo de la inflexibilidad y el recorte lineal del gasto. Pero no se trata de eludir neciamente la responsabilidad por las cuentas que no cuadran, como tampoco es posible ignorar la sistemática destrucción de toda forma de humanidad y solidaridad.
En este brutal contexto, la utilidad de los saberes inútiles se contrapone rotundamente a la utilidad dominante, que en nombre de un exclusivo interés económico mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanas, las lenguas clásicas, la fantasía, el arte, la enseñanza, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debe inspirar toda actividad humana.
Ya Rousseau había llamado la atención acerca de que los “antiguos políticos” hablaban intensamente de costumbres y de virtud”, los actuales sólo hablan de comercio y de dinero. Las cosas que no generan beneficios se consideran como un lujo superfluo, como un peligroso obstáculo.
Lo sublime desaparece cuando la humanidad, precipitada por la parte baja de la rueda de la fortuna, toca fondos. El hombre se empobrece cada vez más mientras cree enriquecerse: “Si diariamente defraudas, engañas, buscas y haces componendas, robas, arrebatas con violencia –dirá Cicerón en las Parábolas de los estoicos–; si despojas a tus socios, si saqueas el erario (…), entonces; dime: ¿significa esto que te encuentras en la mayor abundancia de bienes o que careces de ellos?
A menudo la grandeza se percibe mejor en las cosas pequeñas. “No se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte” (página 17), observó con razón Ionesco. “Los verdaderos poetas saben que la poesía solo puede cultivarse lejos del cálculo y la prisa”. Los versos no se someten a la lógica de la precipitación y lo útil. Lo inútil es necesario para hacer que cualquier cosas sea más bella.
Al decir del biofísico y filósofo Pierre Lecome du Noüy, en la escala de los seres, sólo el hombre realiza actos inútiles”. Los psicólogos Miguel Benasayag y Gérard Smith –citados por Ordine– nos dicen que “la utilidad de lo útil es la utilidad de la vida, de la creación, del deseo, porque lo “inútil produce lo que nos resulta más útil, es lo que crea sin atajos, sin ganar tiempo, al margen del espejismo forjado por la sociedad”. (Página 18).
Por este mismo motivo Mario Vargas Llosa, en el acto de entrega del premio Nobel de 2010, expresó acertadamente que un “mundo sin literatura sería un mundo sin deseos de ni ideales, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano ser verdaderamente humano: la capacidad de salir de si mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños”.
También Erlynn dirá: -“en la vida moderan lo superfluo lo es todo”-. De la misma manera, Oscar Wilde, haciendo suyo un verso de Voltaire: “le superflu très necéssaire (lo superfluo; cosa muy necesaria) no quiso aludir necesariamente a la superficialidad de su mismo oficio de escritor, sino a lo que no es indispensable, lo que rebasa lo esencial.
En las páginas finales del retrato Sobre lo Sublime, una de las obras antiguas más importantes sobre crítica literaria el Pseudo-Longino expone con claridad las causa el declive de la elocuencia del saber en Roma impidiendo que nacieran grandes escritores en Roma después del régimen repúblicano: el afán insaciabale de lucro, la avaricia, adoración de falsos ídolos, el hombre egoísta que ya no dirige su mirada hacia lo alto, la vive la degradación moral y la corrupción de la existencia. “No quedo ningún espacio para la sublimidad”.
Incluso John M. Keynes, padre de la macroeconomía, llegó a decir en una conferencia en 1928 que “los dioses en los que se funda la vida económica son inevitablemente genios del mal”. De un mal necesario que la humanidad habría de continuar padeciendo por espacio de unos cien años 2028). Y sólo después de alcanzar el bienestar general de los nietos, esbozado en el ensayo con el título “Las posibilidades económicas de nuestros nietos”. (Página 22).
Nuccio termina esta parte del libro reconociendo que “la cultura como el amor, no posee la capacidad de exigir. No ofrece garantías. Y, sin embargo, la única oportunidad para conquistar y proteger nuestra dignidad humana nos lo ofrece la cultura, la educación liberal”. (Página 24).
Es mejor proseguir la lucha pensando en los clásicos y la enseñanza, el cultivo de los superfluo y de lo que no supone beneficio, pueden de todos modos ayudarnos a resistir, a mantener viva la esperanza, a entrever el rayo de luz que nos permitirá recorrer un camino decoroso. (Página 25).