En El último Sordello (SD: Letragráfica, 2021) su autor Manuel Núñez despliega una narrativa rica en reflexiones sobre la cultura, la política y las contradicciones humanas. Estas ideas se articulan a través de las experiencias y pensamientos de personajes que evocan al poeta norteamericano Ezra Pound, figura central de la novela. Este análisis crítico explora las tensiones entre el arte y la política, así como los conflictos ideológicos que marcaron al siglo XX, todo ello anclado en la mirada crítica del autor fruto de sus preocupaciones culturales y nacionales.

En esta obra se relata la vida de Pound y su relación polémica con el poder de su tiempo, marcada por la acusación de traición a su propio país, los Estados Unidos. El último Sordello examina la conexión de su poesía con el influjo negativo del fascismo (88), es decir, cómo el arte se entrelaza con la política, al mostrar cómo las ideologías pueden corromper tanto al individuo como a la cultura. Las palabras del poeta Juan Ramón Jiménez, "la política lleva a los hombres al fanatismo y la perdición" (141), subrayan esta preocupación principal. Aunque el legado artístico de Pound es indiscutible, se le presenta como una víctima de su postura política. A pesar de ser fundamental en el surgimiento del modernismo en los Estados Unidos y en la renovación de la poesía en lengua inglesa en el siglo XX, no recibió el Premio Nobel de Literatura debido a razones ideológicas. Tampoco pudo finalizar su Doctorado en lenguas romances en Hamilton College, NY, lo que resalta cómo las tensiones políticas pueden empañar los mayores logros artísticos.

Ezra Pound

Semejantes tensiones ocurren en un momento histórico donde las ideologías trataron de moldear tanto el arte como las sociedades, al crear profundas contradicciones. Mientras los crímenes de Alemania, no los de Italia, fueron condenados en los Juicios de Nüremberg, el novelista destaca que los del comunismo fueron ignorados. (21) A decir verdad, en tales juicios no se habló nunca de Mussolini, pues ese no era el propósito y él no entraba en la óptica de lo que los Aliados querían hacer, que era aplicar la justicia de los vencedores.

Hitler y Stalin compartían la meta de crear un "hombre nuevo", un concepto que en términos filosóficos proviene de Nietzsche y el nihilismo, pero más aún, fue acuñado por San Pablo desde la perspectiva de la salvación del alma, y reinterpretado más tarde por El Che en contextos políticos y revolucionarios.

Líderes como Lenin y Mao intentaron borrar las raíces culturales y nacionales de sus pueblos para imponer sus ideologías, al negar la libertad de pensamiento individual. Según Núñez, mientras Mussolini buscaba restaurar la grandeza histórica de Roma, también se oponía al comunismo, al frenar su expansión en Italia, y rechazaba el liberalismo y el capitalismo, proponiendo una visión del trabajador centrada en la colectividad y la producción (90). En este contexto, el autor critica cómo las ideologías han afectado de manera negativa la historia y la cultura, explorando estos efectos a lo largo de la novela.

Pound es el prototipo del intelectual que, en su relación con el poder, idealiza la realidad y desconoce las atrocidades de los regímenes totalitarios: “[Ezra] se había desconectado de la realidad en aquellos años en que sirvió a Mussolini sin que el Duce lo tomara en serio” (73), escribe el autor. Acusado de traición a los Estados Unidos por su apoyo al fascismo italiano, su antisemitismo y su propaganda a favor del Eje durante la Segunda Guerra Mundial, fue encarcelado en un manicomio donde enfrentó humillaciones y juicios amañados. Sin embargo, el director del hospital, el Dr. Winfred Overholser, lo protegió de prácticas psiquiátricas que pudieron haberlo destruido. (Véase 119) A pesar de estas adversidades, el poeta se destacó como humanista, filántropo y un amigo excepcional de sus amigos, con una visión del glorioso pasado de Occidente que trasciende sus polémicas ideológicas. La obra que recoge esta mirada es Los Cantos (1917-1962), una obra ambiciosa, pero inacabada.

En la novela, Pound es retratado como un intelectual atrapado entre su anhelo por el pasado y la brutalidad del régimen al que apoyó. Su identificación con Mussolini, quien intentó revivir la grandeza histórica de Italia, ilustra esta dicotomía. Empero, la obra deja claro que esta idealización habría cegado a Il Duce frente a las ‘atrocidades de su régimen totalitario’, el fascismo. La frase de Pound, “he decidido vivir en el país de mis recuerdos” (63), simboliza su refugio en un pasado idealizado frente a la desilusión del tiempo que le tocó vivir.El-último-Sordello-de-Manuel-Núñez.

Para explorar estas luchas, Núñez emplea una narrativa caleidoscópica en El último Sordello, que nos hace pensar en el James Joyce de Ulises y en el William Faulkner de El sonido y la furia, para ofrecer múltiples perspectivas sobre Ezra Pound. Esta técnica permite explorar al personaje desde diversos ángulos, al reflejar la complejidad de su vida y pensamiento. Además, la novela, incorpora elementos culturales dominicanos para enriquecer su narrativa como las referencias a Juanita Morel (189), la del merengue homónimo, y al reputado siquiatra Antonio Zaglul, que, en términos imaginarios, es contratado como profesional independiente para que rindiera su veredicto sobre el estado de salud mental de Pound en una corte de los Estados Unidos. (Véase 75-78)

Ganado por una actitud elitista y por sentimientos de vanidad y desprecio intelectuales, Núñez lanza críticas contundentes a los poetas contemporáneos, al describirlos como “puros güireros”, “poetas de panderetas”, "juntaletras", “sonajeros” o "cántaros vacíos", una imagen que recurre en la obra. De ahí su identificación con Pound por su estilo renovador y gran influjo en la poesía de expresión inglesa: “La poesía”, escribe, “ha estado en manos de juntaletras que engatusan a los tontos con el ruido de sus metáforas. (Véase 25, 40, 210) Más adelante, dice: “En verdad, ya no quedan poetas […]. Solo hay sonajeros, cantaros vacíos, cracheurs de feu”. (56) De acuerdo al autor, “Pound creía que el oficio del poeta era la suprema consagración en el arte”. (186) El novelista echa en cara de refilón verdades muy duras contra autores sin ninguna trascendencia para él desde la visión del arte que tiene. En labios de Ezra Pound, afirma: “Señores, desconfíen de los eruditos sin alma, de los hombres que no hayan escrito nada notable”. (50)

A nuestro juicio, Núñez utiliza a Ezra Pound como un alter ego para narrar sus propias luchas como intelectual nacionalista en la República Dominicana. En su defensa de la identidad cultural dominicana, amenazada por la invasión de haitianos indocumentados, se entiende que tendría que enfrentarse a la ideología globalista que domina el panorama actual, esto, sumado a sus diferencias con los intelectuales que apoyados en el concepto del sionismo negro, y por la agenda internacionalista que le presta su ideología izquierdista, los lleva a solidarizarse por razones de humanidad con las masas hambreadas de nuestros vecinos en suelo dominicano. De manera paralela, Núñez expresa a través de Pound una reflexión sobre su propio enfoque: en Los Cantos, Pound intenta fusionar la historia americana, europea y oriental, tanto clásica como moderna, pero admite que no pudo abarcar completamente el siglo XX. En palabras de Pound: “Metí en una misma bolsa la historia americana, la europea y la oriental, la clásica y moderna […] pero no pude compendiar el siglo XX”. (39) Para él, sus exploraciones del pasado reflejan su propia historia: “Y mis buceos en el pasado”, cuenta el poeta estadounidense, “solo describen mi propia historia”. (Nuestro resalte) Así, en la figura de Pound, Núñez también narra su lucha por una identidad cultural frente a la expansión del globalismo, que busca una unidad basada, pero esta vez, en la economía de mercado y la política, en lugar de la tradición cultural.