Aún siendo funcionario del gobierno me opuse, de manera coherente y apegado a mis principios, al laborantismo reeleccionista y más tarde cuando el presidente Medina sacó debajo de la manga a Gonzalo Castillo como candidato presidencial lo objeté públicamente también.
Tampoco me gustaban los candidatos de la oposición y declaré que ninguno había mostrado su nivel de compromiso con reformas profundas que hagan de República Dominicana un país próspero, equitativo y de oportunidades para todos.
En pocas palabras, para mí ninguno de los candidatos tenía el perfil para dirigir un movimiento transformador de la sociedad dominicana ni para enfrentar con medidas estructurales los males atávicos que nos aquejan en el ámbito político, social y económico.
Cuando me referí al candidato Luis Abinader señalé que mi preocupación mayor era la naturaleza de las fuerzas que sostenían su candidatura y no me equivoqué. Qué difícil le ha sido gobernar y más en medio de la crisis que nos cayó de improviso y cuyas consecuencias futuras lucen funestas.
Sigo predicando mis temores y propuestas cónsonos con la visión desarrollista que ha guiado mis acciones durante muchos años, en diferentes circunstancias y espacios.
En estos días los acontecimientos y metidas de pata del gobierno me han obligado a hablar más de lo acostumbrado, pero siempre de manera constructiva.
No obstante, muchos amigos queridos me han dicho que me deje de necedades y no siga arando en el mar y hasta he llegado a pensar que tienen razón. Pero no, definitivamente no. No callaré por pequeño que sea el grupo que me oye. Sumarán voces, ayudarán a crear conciencia
Los cambios son difíciles, pero las circunstancias son imprevisibles. Quien sabe si mi siembra podrá producir frutos que alimenten la conciencia social y los cambios verdaderos.