¿Por qué brindamos esta vez?… ¿Por la confusión de la Policía del Pensamiento? (George Orwell, 1984)
La visión idílica e idealizada de la democracia alude siempre a una praxis que nunca existió del imperio del pópulo. En la Atenas de la antigüedad muy pocos ostentaban la condición de ciudadano y por consiguiente el demos lo constituía una elite. De este modo, la democracia, paradójicamente, surge como un orden excluyente y nace para la protección de los derechos de los poderosos. Empero, la mujer, el esclavo, el pobre, el extranjero no tenían ningún derecho. Algunos, formando masa con fines específicos para el sistema, ni siquiera sabían que tenían cuerpo.
La aparición social del individuo tuvo que esperar a la Ilustración. La legitimación de la existencia debió esperar el deslinde entre sociedad y naturaleza pertinente con la cuestión del cuerpo y su construcción más allá de su condición de objeto. El esclavizado no era persona, su cuerpo no era un cuerpo, lo cual legitimaba su uso y venta como herramienta en el sistema de producción medieval.
Rápidamente, luego de la revolución industrial, otra vez el cuerpo pasa a ser un diente de la máquina para la producción en serie y la explotación denunciada por el marxismo. La existencia lógica del cuerpo en el “nuevo” sistema solo enmascara, con una falsa idea de libertad, lo que, a falta de un buen título, llamo la anulación democrática del sí mismo, en un mundo feliz donde el sujeto no se sabe, pero cree saberse.
Tomo prestado el término “cuerpos dóciles” de Ana Martínez Barreiro. Aunque en su ensayo: La construcción social del cuerpo en las sociedades contemporáneas, la autora lo utiliza para referirse a la condición de la mujer, nos sirve para aguzar la mirada ante la cuestión corporalidad/cuerpo en la sociedad llamada postmoderna. Los cuerpos dóciles son los que se asumen voluntariamente como objeto, no solo en la alienación del cuerpo femenino, sino en el agotamiento voluntario “del cuerpo productivo” que denuncia Chul Han. Es la culminación del sistema donde el éxito individual es auto explotarse.
El cuerpo auto explotado habla, pero el sistema le pone el dictado en los medios. Hace ya tiempo, cuando enseñaba Psicología de la Comunicación en la Universidad Católica de Santo Domingo, advertía una tendencia del poder a homologar la opinión pública, lo que se traducía en una conducta de rebaño donde el pastor ya no necesitaba perro ovejero. Muchos años después, escuché hablar de las fake news como si fuera un fenómeno reciente, cuando ya conocíamos la propaganda elevada a la categoría de relaciones públicas.
Hoy, me da vueltas en la cabeza la idea de que en esta era de los finales (todo ha muerto o es post) decretar el nacimiento de una nueva configuración de clases, según la cual un grupo muy reducido de sujetos acumulan las riquezas por el manejo de los medios de manipulación. A falta de un nombre le llamaremos la clase apropiadora. Con máquinas de alienar, estos sujetos han logrado crear dinero falso, administración de riesgos inexistentes y monopolización del cuerpo sano/enfermo. Incluso hasta la muerte nos la administran.
Mientras en el viejo sistema era necesario el aparato represor, hoy el aparato supresor ha pasado a ser un subrogado: la segunda “clase” que propongo, y que llamaré tecno-informática. Este ejército desarrolla tecnología para automatizar al alienado, eficientizando el proceso de homologación ya referido. Político, Empresario y Productor de bienes y servicios, se conforman con las ganancias marginales que genera esta nueva industria, cuyo final sea, quizá, la idiotización global por la sustitución de la IN por la IA.
La tercera “clase” que especulo, le he llamado usuario. Formado por una gran horda acrítica, la primera característica del usuario es el consumo sin consciencia. Llegado a la “era de la información” pero sin formación, el usuario se tropieza a cada instante con el desarrollo de nuevos dispositivos para su uso, pero no tiene ni remota idea de sus principios operativos. Arribamos a un punto en que no sabemos si el usuario se idiotiza por que consume o si consume por idiota.
Hoy nos asombra la robótica y la IA, empero, desde la época de las calculadoras de mano ya el “profesional” había sido relegado a la máquina para liberar una raíz cuadrada. Hace ya tiempo que la maquina simula que “sabe” mientras el individuo solo juega y usa. Profesionalizarse sería hoy cuestionar el supuesto saber de la máquina. Detrás de esta relación binaria idiota/máquina está la clase tecno-informática, y delante de estos, sus financiadores que conforman la clase apropiadora. Abajo, sosteniendo esta micro pirámide, está la clase usuaria.
Hemos pasado de la alienación del cuerpo esclavizado que se desconocía individuo y por tanto pasaba a ser una propiedad del esclavizador, a la alienación del cuerpo explotado que tampoco sabía que formaba parte del engranaje de la máquina. Hoy, la enajenación es el consumo y para ello me “emprendo”, me auto exploto, me agrego voluntariamente a la lista de homologados, me endrogo de un poder que ya he endosado a otro. En fin, hago grandes esfuerzos por la explotación del cuerpo propio, con el cuerpo desapropiado y para el cuerpo que ya no me pertenece.
De la alienación del cuerpo como máquina de consumo a la desarticulación del corpus social por el socavamiento de sus cimientos, alcanzamos, cada vez con más firmeza, lo que Guattari ha llamado hace tiempo el cuerpo sin órgano, y que pienso es hoy el vaciamiento de una democracia que siempre ha sido simulacro, sofisma del demos representado.