Como siempre (desde aquella mañana de mediados de 1961, cuando abrazado del talle desnudo de la bella Anacaona presencié en el parque Colón el primer discurso de Juan Bosch, a su regreso del largo exilio, el domingo me encontré con mis quinientas palomas más queridas, por ser las más cercanas a la gente. Y, como siempre, les di de comer el maíz que regué sobre mi cuerpo acostado en el piso (y ellas, sin ningún miramiento, se lo comieron y, de paso, me picaron la barriga)…Y, como siempre, sentí tremendo orgullo patrio al ver a los turistas hablándoles en todos los idiomas a las más libres y alegres ciudadanas de la famosa Primada.