La esperanza de personas que como yo se han pasado la vida luchando por construir utopías descansa primordialmente en la juventud, que históricamente es la que empuja los cambios.
Por eso en momentos difíciles y de grandes frustraciones como los que vivimos me elevan la moral y el optimismo sentir que hay una juventud levantando la bandera de la patria y luchando por hacerse oír.
Están en todos los partidos y en la sociedad civil, con fuerte liderazgo femenino, lo que es muy bueno. Defienden sus ideas, a veces con limitaciones en un sistema político clientelar que no les merece.
Sueño con ver a la juventud unida alrededor de una visión de país, donde el ser humano sea el centro de las políticas públicas, actuando en sus propios espacios, manteniendo su propia identidad y luchando por hacer transformaciones.
A ellos, los jóvenes, no me cansaré de decirles: Únanse, construyan un nuevo movimiento como el de los Trinitarios, cohesionado y capaz de crecer manteniendo la identidad, la visión y el propósito. Les digo también que cada uno tiene una cuota de poder como ciudadano. No la desperdicien, multiplíquenla con la fuerza que da la unidad de propósitos para romper con el individualismo.
No desmayen ni repitan los errores que cometimos en el pasado y que, con tristeza, han contribuido a mantener el oprobioso sistema político que nos impide avanzar lo suficiente para alcanzar más altos niveles de desarrollo.
En cuanto a mi debo decir que, con más de 8 décadas de edad, me siento pleno, he vivido intensamente, conservo mis facultades mentales y además fertilizadas con la experiencia de lo aprendido. He sido consciente de mis errores, he tenido que enmendar muchos. He vivido también con mis virtudes, las que me han permitido hacer las cosas de las que me siento orgulloso. Ese es mi legado a la posteridad.
Estratos editados de mi libro “Relatos de la vida de un desmemoriado”. Enero 2021