Introducción

Si muero en la lucha, quiero ser enterrado junto a Minerva”. (Manolo).

Manolo, en plena actividad política, tras la caída de Trujillo

Conmemoramos hoy el 61 aniversario del martirologio del héroe nacional Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo), luego de ser apresado por tropas del ejército nacional en el  Alto de La Diferencia, a cinco kilómetros de Las Manaclas, San José de Las Matas, en plena cordillera central, tras acogerse, desarmado, junto a un  grupo importante de sus compañeros, a las garantías ofrecidas por el gobierno de facto del Triunvirato.

Cayeron con Manolo  14 de sus  compañeros de lucha, integrantes del frente Enrique Jiménez Moya, uno de los seis que fueron conformados durante la insurrección armada que encabezara la Agrupación Política 14 de Junio, a finales de noviembre de 1963,   poco tiempo después del derrocamiento del profesor Juan Bosch.

Otros cinco frentes insurreccionales fueron constituidos, situados en lugares estratégicos del país, a saber: el Gregorio Luperón, ubicado en el Limón y La Escalera, en Puerto Plata, liderado por el Dr. Juan Miguel Román ; el Capitán Juan de Dios Ventura Simó, liderado por Hipólito Rodríguez Sánchez (Polo), situado en La Horma, de San José de Ocoa; el Francisco del Rosario Sánchez, situado en Los Lindos, de Enriquillo, liderado por Ángel Luis Patnella Ceballos; el Hermanas Mirabal, ubicado en Loma Colorada, de San Francisco de Macorís, liderado por Rafael Cruz Peralta y el Mauricio Báez, ubicado en La Berrenda, de Miches, bajo la dirección de Luis Genao Espaillat.

Conformaban los referidos frentes una cantidad aproximada de entre 26 y 28 hombres, aunque el  Jiménez Moya, en el cual cayó Manolo,  lo integraban unos 30 hombres. Parte de ellos cayeron también en la contienda o fueron heridos cuando no  encarcelados y  juzgados por la justicia del régimen inconsulto que gobernaba el país tras la asonada cuartelaría del 25 de septiembre de 1963.

Muchos y sesudos análisis se han realizado y se continuarán realizando por parte de los estudiosos de nuestra historia, actores, testigos e interesados en general, en torno al contexto, las causas y consecuencias de aquella acción armada. Tiempo ha habido y habrá a tales fines.

Por el momento, y en cuanto atañe a la solemnidad de la efeméride,  me parece siempre lúcida y pertinente una reflexión de nuestro poeta nacional, Don Pedro Mir, cuando afirmó que la sola mención del nombre de Manolo “debe disponernos a la grandeza”, pues “no es pequeña cosa, y mucho menos cosa que pueda ser postergada, olvidada o incomprendida, el hecho de que un grupo de dominicanos se inmole en nombre de una causa emancipadora aquí en su propio país. Inclusive puede ponerse a discusión la justeza o la corrección de los fundamentos en cuya virtud estos dominicanos han dado ese paso, pero en toda instancia la muerte es una garantía de pureza. Y, desde luego, en el seno de esa pureza, está contenido de un modo u otro, la verdad”.

Como homenaje a Manolo y sus compañeros de lucha, caídos o sobrevivientes,  invitamos hoy en esta columna a otro gran luchador por nuestra libertad, el Ing. Leandro Guzmán (1932-2021),quien compartió con él, además del vínculo familiar, el compromiso con los ideales libertarios enarbolados por el 14 de Junio.

Días antes de la insurrección, específicamente el 6 de noviembre de 1963,  Leandro Guzmán, por entonces Secretario General del 14 de Junio, fue apresado junto a su compañero de lucha el Dr. Daniel Ozuna Hernández, en la calle El Seybo No. 75 de esta ciudad, donde residían desde principios de octubre de ese año.

En sentida evocación de Manolo y su alta significación en la lucha patriótica dominicana,  publicó el Ing. Guzmán  en el periódico Listín Diario, de fecha 26 de junio de 1980, un interesante artículo, en momentos en que se ponderaba consagrar una de las calles de Santo Domingo al “Mártir de Las Manaclas”.

Posteriormente, como es sabido, mediante ley del Congreso Nacional, de febrero del año 2004, Manolo fue declaro héroe nacional y mártires de la patria 25 de sus compañeros de lucha caídos en la contienda.

Uno de los mítines del 14 de Junio, en Montecristi, ciudad natal de Manolo Tavarez Justo

El artículo referido  se ofrece a continuación a los lectores de Acento.

Manolo Tavárez Justo

Con mucha frecuencia se me pregunta por la persona, la vida y la obra del doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo. Y respondo que, por encima de nuestros profundos vínculos familiares y de militancia política, lo considero uno de los jóvenes dominicanos de más pureza de ideales y de mayor limpieza de espíritu que haya conocido y tratado.

Recuerdo a Manolo, viril, gallardo, fiel a los principios y a la amistad, de inmaculado patriotismo y de brillantes condiciones de líder y de luchador; creo, con toda honestidad, que difícilmente en nuestro convulsionado siglo haya tenido la nación un joven de las condiciones tan excepcionales que reunió el Mártir de Las Manaclas.

Con desinterés y patriotismo envidiable puso todos sus atributos al servicio de las mejores causas. Me atrevo a afirmar que todo aquel que lo conoció en su corta pero fulgurante carrera política ha de estar de acuerdo conmigo en esa apreciación.

Muchos de los que fuimos sus amigos estamos seguros que si la muerte no lo hubiese sorprendido a tan temprana edad- 33 años-, Manolo hubiera sido un factor determinante y actor de singular importancia en todos los acontecimientos políticos de la vida dominicana contemporánea.

Cuando en 1959 encabezaba el Movimiento Clandestino 14 de Junio tendente a aglutinar la resistencia interna contra el régimen de Trujillo, Manolo, junto a un grupo de sus seguidores- entre ellos el suscrito- cayó preso en una redada de tal magnitud que conmovió profundamente a la sociedad dominicana, no sólo por las condiciones de los apresados, sino por la importancia de la ramificación del movimiento.

En ese entonces, el doctor Virgilio Díaz Grullón, quien había estado enrolado en labores antitrujillistas en la década del 40, comentó: “no me sorprende que Manolo sea el líder de ese movimiento, ya que cuando lo conocí, hace unos 15 años, iniciando sus estudios de derecho, vi en él a una persona con condiciones excepcionales de dirigente.

Hace ya algunos años, ha surgido en nuestro país una importante y positiva corriente tendente a edificar la opinión pública destacando los méritos y luchas de los dominicanos (hombres y mujeres), que de una u otra manera participaron en las labores patrióticas del Movimiento 14 de junio. En las últimas semanas se han publicado dos importantes libros sobre esas jornadas liberadoras y nacionalistas, escritas por los periodistas Juan Delancer y Hugo Ysalguez.

Se han celebrado también para completar o más bien para continuar la labor de orientación y divulgación de los hechos a que nos referimos, mesas redondas, conferencias y algo que consideramos de gran importancia, los sobrevivientes de ese movimiento han constituido la “ Fundación Testimonio”, cuyo objetivo principal es mantener vivo y ardiente en el pueblo dominicano el recuerdo de aquellas gestas patrióticas y de la labor titánica de los hombres y las mujeres que encabezaron y realizaron las mismas aún conociendo las consecuencias de su misión.

Se quiere- y se trabaja para lograr lo querido- que las presentes y futuras generaciones dominicanas estén conscientes de que siempre han existido dominicanos dignos, prestos a defender la patria; dominicanos que a través de nuestra accidentada historia y en los momentos más dramáticos y difíciles de nuestra vida republicana, han sabido actuar con patriotismo, entereza y desprendimiento en defensa de la Justicia, de la Libertad y de la Independencia Nacional.

Enmarcado dentro de esta corriente de reconocimiento y de divulgación de los hechos patrióticos realizados por los hombres del 14 de Junio, el doctor Radhamés Rodríguez Gómez, senador perrredeista por la provincia de La Romana, ha sometido a las Cámaras Legislativas un anteproyecto de Ley tendente a dar el nombre del doctor Manuel Aurelio Tavárez (Manolo) Tavárez Justo a una calle de la ciudad capital.

Meritorio y justo reconocimiento póstumo a un hombre que, como Manolo, tuvo la visión y responsabilidad de organizar todo el movimiento antitrujillista que estaba latente en el corazón de los dominicanos y que siempre se manifestó, a través de conspiraciones e invasiones, durante la larga tiranía.

Ya en el 1949 en la residencia de Luis Félix de la Mota, en la calle Padre Billini de esta capital, en donde conocí a Manolo, éste se dedicaba a contactar a jóvenes estudiantes de provincia a quienes les hubiera notado o dieran indicaciones de actitudes y sentimientos antitrujillistas.

Junto a Manolo, trabajaban en ese sentido Cocuyo Mieses, Bienvenido Creales, Carlos Lizardo, entre otros.

Es decir, la lucha por la libertad del pueblo dominicano siempre fue su norte, venía de lejos, desde cuando apenas tenía 18 años.

En el 1959, a raíz del derrocamiento de Fulgencio Batista, en Cuba, por parte del Movimiento 26 de Julio, Manolo se decidió a organizar en el país un movimiento similar para luchar contra Trujillo, en lo que representó el principio del fin de la tiranía, que culminó el 30 de mayo de 1961.

Develado este movimiento, en los interrogatorios- junto a las torturas y a los procedimientos investigativos más criminales, Manolo dio muestras fehacientes de su gran valor personal, de su entereza de carácter y de la gran conciencia que tenía de su responsabilidad de líder. Entre los implicados detenidos había mucha gente buena y de valor. Pero las cualidades de Manolo lo hicieron destacarse entre los demás.

En las celdas, no cesaba de repetir, que nos acordáramos que, en estos momentos, estábamos escribiendo un brillante capítulo de nuestra historia dominicana y que, en consecuencia, no había momento ni oportunidad para la flaqueza ni para la debilidad de espíritu.

En esa trágica circunstancia, agobiando por la debilidad física y por las torturas, Manolo siempre tuvo un comportamiento admirable.

A pesar de que el régimen logró tener conocimiento casi absoluto de las ramificaciones, proyecciones, movimientos y afiliados del 14 de Junio, los interrogatorios nunca lograron que Manolo diera o aceptara versiones que pudieran involucrar a terceras personas, sobre todo si éstas se encontraban libres.

Caído Trujillo, la juventud dominicana reconoció en Manolo sus grandes méritos y su actitud de entrega a los mejores ideales patrios y lo elevó al liderazgo absoluto del 14 de Junio, organización que reunió en su seno a lo más sano y lo más entusiasta del país.

Por su intermedio, la juventud dominicana pudo conocer los caminos que conducirán, algún día, a la plena democracia e independencia económica de la nación.

Tras el golpe de Estado de 1963, cuando grupos atrasados en contubernio con grandes intereses, echaron al suelo la Constitución que los dominicanos nos habíamos dado, mediante elecciones libres, Manolo creyó que debía demostrar con hechos lo que siempre decía en las tribunas públicas en cuanto a la defensa de las conquistas ciudadanas y de la institucionalidad.

Este estrujamiento constitucional lo llevó a las lomas en Las Manaclas junto a un grupo de valiosos jóvenes para quienes parecen haber sido escritos los versos que compuso José Martí, en honor a los mártires cubanos que cayeron en la revuelta de los estudiantes universitarios en La Habana, en 1871: “Cadáveres inanimados los que un día ensueños fuisteis de la Patria mía”.

Un hombre así bien merece que la sociedad dominicana lo recuerde y lo honre- como en este caso- dándole su nombre a una calle de la ciudad capital, que fue escenario de sus luchas, sus afanes y sus esperanzas de lograr un futuro mejor para todos los dominicanos.