Si son burdas las mentiras en las guerras calientes que se libran en el entorno de Europa, mucho más sutil y persistente es la forma como los medios van moldeando nuestras mentes en la guerra comercial y tecnológica en que Estados Unidos ha arrastrado a Europa contra China.
Cada día somos bombardeados con noticias, artículos, documentales y todo tipo de mensajes en que se nos muestra todo lo malo que puede ser un país. Incluso metiendo miedo a los pueblos del Tercer Mundo sobre lo riesgoso que pueden ser las relaciones con China en todos los aspectos, como si para los latinoamericanos, africanos o asiáticos la relación política y económica con los imperios occidentales hubiera sido una bendición.
Sistemáticamente los medios se refieren al conflicto China-Taiwán, hasta el punto de que aceptamos como cierto y hasta contribuimos a propagar que existe un conflicto China-Taiwán, cuando en realidad de lo que se trata es de un conflicto China-Estados Unidos por Taiwán.
Un lugar común en la propaganda que nos llega es la advertencia sobre hacer negocios con los chinos o usar sus financiamientos para infraestructura porque después pueden obligarnos a pagar o se quedan ellos con los puertos, ferrocarriles y carreteras. Y no voy a ser ingenuo de creer que el único interés de China sea altruismo, pero todo el que financia, público o privado, organismo internacional o gobierno, al prestar dinero sabe que una condición fundamental es asegurar su repago, y la propaganda pone como privativo a los préstamos de China todos los riesgos que son inherentes a cualquier financiamiento, venga de donde venga, comenzando por el FMI. Pregunten a los argentinos.
Pero lo más curioso es que se presenta una supuesta situación de excesivo endeudamiento frente a China, y los peligros de caer en una trampa de la deuda. Por curiosidad, o más bien, por trabajo, revisé un estudio que acaba de publicar el Banco Mundial sobre la deuda pública de los llamados países emergentes. Pues resulta que los países de América Latina y Caribe deben dos billones de dólares (millones de millones), pero de esos solo el 1% es a China. Ello ocurre pese a ser nuestra región la más necesitada de inversión en infraestructura del mundo, para lo cual hay pocas fuentes de financiamiento disponibles.
En realidad, el 68% de la deuda latinoamericana es con acreedores privados (bancos y compradores de bonos), que es por cierto la más costosa y de menor plazo de maduración; el 28% se debe a organismos multilaterales, y el restante 3% a otros bilaterales (Francia, Alemania, EUA y otros). Y si tomamos todos los países de ingresos medios y bajos, incluyendo Asia y África, solo el 4% de su deuda es con China.
Desde hace más de un decenio se viene hablando insistentemente de un supuesto colapso de la economía china, y la bendita crisis no llega, en una de las predicciones menos acertadas de los centros de pensamiento occidentales. Es cierto que la velocidad de su crecimiento actual es mucho menor que la que estábamos habituados a ver, pero ya quisiera Estados Unidos, Japón o cualquier país de Europa crecer al ritmo en que lo hace China. En los últimos diez años el PIB de Estados Unidos aumentó en 41 por ciento, el de la Zona Euro en 39 %, el de Japón en 8 %, el de India en 79 % y el de China en 83 %. Y en el caso europeo, ese 39 por ciento es por contar el acumulado en una década, pero ahora mismo esa región está sumida en una verdadera crisis, comenzando por Alemania, que solía ser la locomotora, por la competencia que ahora le hace la política industrial y energética de los EUA.
En el sector inmobiliario chino, se presenta como algo muy negativo que cuando alguien compra un apartamento la tierra no le pertenece, debido a que en China la tierra es del Estado. Se dice así, como vendiendo la idea de que así fue establecido a partir del 1949 cuando ascendió el Partido Comunista, cuando en realidad esto tiene miles de años siendo así. En la historia china nunca la tierra ha sido privada. Antes de la revolución, los emperadores (que eran muchos, pues el país no estaba unificado) se la daban en usufructo a los nobles para que pusieran a trabajar a los campesinos, a cambio de lo cual les daban algo. Pero el grueso del fruto era de los señores feudales, que compartían con el Emperador.
Todas las sociedades tienen sus particularidades, sus características con sus aspectos buenos y malos. Incluso en materia de tecnologías, en que se libra la mayor competencia, se critica que en China bloquean las redes sociales de Occidente, lo cual no es propiamente mentira, pero se oculta que en Estados Unidos hacen lo mismo con las chinas, como si el WhatsApp fuera mejor que el WeChap. Y ambas reúnen informaciones sobre sus clientes, que usan para sus propios fines.
O que en las ciudades chinas hay cámaras de vigilancia por todas partes, lo cual ocurre en cualquier país de Asia, porque en eso se basa mucho la prevención e investigación de crímenes, delitos y accidentes; y si en América Latina se usa poco es por falta de recursos para hacerlo. Por eso tenemos tan altos índices de delincuencia.