El descubrimiento del inconsciente marcó un paso trascendental para el conocimiento de la psiquis y redefinió el sujeto de la historia y el sujeto del inconsciente. El logo tembló cuando los primeros pensadores del Psicoanálisis plantearon un nuevo topo en su pequeña reunión de los miércoles en Berggasse 19 (consultorio de Freud). Los aportes de Sigmund Freud, Alfred Adler, Pierre Janet, Carl Gustav Jung, Otto Rank, Sándor Ferenczi, Hanns Sachs, Ludwing Binswanger, Carl Alfred Meier, Sabina Spiekreun y Lou Andreas-Salomé angustiaron, la noche de la vieja Europa decimonónica.
Este grupo espectacular de pensadores y pensadoras impulsaron una discusión que culminó con la teoría del psicoanálisis. Estos se atrevieron a plantear que la realidad, estaba marcada por un proceso de subjetivación que se correspondía con el inconsciente, y con las dimensiones históricas y culturales externas al individuo. Freud se atrevió a formular que la subjetividad tiene su origen en un anhelo imposible y arrebatado. Y yo le agrego, al sujeto lo mueve algo innombrable.
La discusión de este pequeño grupo de intelectuales, a la cabeza de Freud, planteó que existe un “otro” interior que se mueve agazapado, sin que se pueda evadir de esa particular condición que define su humanidad. Ese algo no lo puede manejar el “yo”, pues es un extraño en su propia casa. La bomba fue arrojada por los psicoanalistas desatando controversia y un fuego abrasador que hizo temblar a la mesurada sociedad Vienesa. El escándalo implicó que el Dr. Freud fue marginado y se limitó su ascenso en la Universidad de Viena, enseñando neuropatología y psicoanálisis, pero sin acceder a una cátedra.
El grupo de los miércoles reflexionó sobre el inconsciente y la teoría de la lívido, las fantasías, las estructura de las neurosis, entre otras. Los orígenes de la subjetivación fue una problemática, nunca antes planteada por el saber médico. Para formular su teoría, el médico se basó en la experiencia empírica. El consultorio de los psicoanalistas, fue el escenario de la escucha. Por primera vez se comenzó a oír el dolor del otro. La palabra de los analizantes ayudó, a que se logrará, la comprensión del sujeto inconsciente.
No hay modelo histórico que pueda permanecer bajo los senderos del odio, autoritarismo y sometimiento.
La teoría del sujeto nace con el dolor y la repetición de los síntomas. En lenguaje popular se dice, el ladrón vuelve a merodear el mismo lugar. No lo puede evitar. Y yo le agrego que es un extraño placer, porque al repetir una y otra vez, no encuentra satisfacción. El sujeto busca el mismo escenario deseando profundamente ser atrapado. De ahí, la trama de los sociópatas. Busca al otro, para liberarse de su delirio psicopático. El deseo verdadero es ser atrapado. Es un artilugio que no se comprende conscientemente. Ya que no pueden parar la repetición. La ética se viola, una y otra vez esperando que alguien, le conceda el milagro.
Es a partir de este dilema inconsciente que el sujeto trata de asumir su humanidad. El sociópata se siente en falta, al transgredir las reglas con sus deseos oscuros. La búsqueda de ser atrapado es el antídoto del ser, por eso repite y repite hasta que aparece la falla psíquica. Se vincula con los religiosos, el poder militar o político en su búsqueda personal para humanizarse. Esta dimensión psíquica es claramente un gobierno inalcanzable por la psicopatía, pero es un deseo.
Con el psicoanálisis nace reflexionado sobre la teoría de la seducción y la existencia de un sujeto del inconsciente. Término que usará Lacan para explicar la base del pensamiento de Freud sobre el deseo y las pulsiones.
Es la hermenéutica psicoanalítica la que presenta, por primera vez, en la historia moderna, la idea de un sujeto inconsciente. Durante los siglos XIX y XX, dicha discusión se elevó al rojo vivo. Pero los hegelianos arremetieron con un método que ellos consideraban infalible y objetivo. El conocimiento de la verdad como producto de la objetividad y de la dialéctica se sostenía en lo observable como es la base material. Esto fue clavé en el debate para ambas corrientes. El escenario de la discusión marcó un intenso flujo escritural y arrebatos existenciales que denigran o marginaban a los psicoanalistas. Uno lo acusaban de estar manejando una metafísica idealista y otros de quedarse solo en la externalidad de la sociedad.
Ellos lograron con su modelo dialéctico explicar que era posible observar al sujeto y a la sociedad de la misma manera. Pues la realidad del sujeto se debía a condiciones históricas expresadas en lo económico. La teoría del sujeto marxista era más convincente en el mundo académico que la presentada por los freudianos. El modelo de ciencia positivista se basa en lo observable y medible empíricamente. La teoría de unos judíos o pensadores atrevidos era casi un invento de una mala magia. La fuerza de la teoría del sujeto histórico se impuso en la vieja Europa, entre los intelectuales de izquierda de la época.
Los marxistas dialogan sobre la lucha de clases y el bien común. Proponen una teoría del cambio social, como todos los modernos y un objeto observable y medible por su materialidad. Esto colocaba al idealismo alemán contra la pared. Y en especial, a la teoría psicoanalítica sobre el sujeto del inconsciente.
En este contexto histórico es clara la diferencia entre los dos pensamientos sobre el sujeto. Y la razón de porqué todavía, al día de hoy, se discute sobre el planteamiento freudiano, como parte de una teoría idealista, hiperbólica y exacerbada. Hoy pueden preguntarle, a la neurociencia, sobre su opinión acerca de los planteamientos de Freud. Le aseguró que le dirían que es una teoría muerta y muy cuestionable para el mundo científico. Los neurólogos y la neurociencia se interesan sobre el funcionamiento del cerebro, los genes y los problemas de los circuitos neuronales. Esto es observable y medible en un laboratorio.
Los otros, los psicoanalistas, construyeron una ciencia ficción. Se le criticó que su objeto de estudio está basado en el inconsciente, por tanto no puede ser medible en un laboratorio. En el siglo XX muchos pensadores elaboraron, a partir de la teoría psicoanalítica sobre la psiquis, un sinnúmero de nuevas propuestas y herramientas para entender la psiquis y su actuación en el marco de la psicología. Otros se concentraron sobre la importancia del entendimiento de la cura y el lenguaje, entre otras.
La dialéctica y la materialidad soportaban, la base de un mundo positivo. Un universo que necesitaba medirse. La experiencia, sólo podía sostenerse en la praxis social, como producto de la historia, dejando de lado la subjetividad del individuo. Ahora bien, la visión de la escuela marxista tenía un punto ciego en el marco del sujeto. Los pensadores marxistas sostenían que el proceso histórico es lo que hace del sujeto un ser diferenciado. Esto es clave para establecer la diferencia entre los individuos. La condición de clase y las vivencias particulares dentro de la jerarquía social y cultural es significativa para entender al sujeto. Para estos teóricos, los factores externos juegan un papel fundamental y determinante en la subjetivación del individuo.
Los psicoanalistas desarrollaron una teoría de la subjetivación que incluía los factores externos y otros vinculados con el mundo interior de la psiquis. Esto fue llamado el sujeto del inconsciente. El planteamiento fue novedoso y poco comprendido en su época. Freud explicó que el aparato psíquico es el medio que permite explicar al sujeto del inconsciente. En este contexto no desdeñan la experiencia cultural y la materialidad. Sin embargo, agregan otros elementos. Ellos proponen la tópica sobre el yo, el ello y el superyó. Es a partir de dicha tópica que se comenzó a delinear el aparato psíquico con la aparición del inconsciente.
La idea fundamental de Freud es que la naturaleza humana se mueve por lo pulsional. Es decir una instancia que va más allá de la historia. El pensamiento psicoanalítico, no abandona la idea de nuestra animalidad. Pero entiende que la humanidad se forja con la renuncia del deseo. La creación de la cultura es básica para detener ese carácter intrínseco de la pulsión. Pero a pesar de tantas luchas, no logra detener tales fuerzas interiores. De ahí la patología.
El deseo se expresa por medio de las pulsiones, sin que podamos detenerlo. Frenar el deseo es lo que anhela la humanidad. Y para tal cuestión se establece una realización mediante la sublimación. Porque no hay de otra, para el bípedo humano. Según los modernos, cuando el sujeto, no puede controlar ese deseo y lo deja escapar sin culpa., entramos en la presencia del Puer Robustus. Para la teología cristiana es el ángel caído. Freud consideró que la represión y sublimación son dos instancias que permitieron la aparición de la cultura. Creamos cultura, cuando se acepta la ley y se somete el deseo pulsional.
El mundo de la sociología y de los pensadores marxistas comprendía esto de otra manera. Ya que argüían que la base material era lo que determina al sujeto de la historia. En cambio, para el psicoanálisis, la cultura no es más que el artificio para frenar ese estado de renuncia del deseo fundacional de la especie.
En el teatro de la vida, el ser humano, tiene una lucha continua por aplacar ese desenfrenado impulso que lo lleva a la neurosis, la melancolía, la angustia, a la crisis perpetúa del sufrimiento. En pocas palabras Freud, habla de un ser místico anterior, a la negación del sujeto y antepuesto a la cultura. Recuerden que era médico y no negaba la base biológica de nuestra estructura filogenética. Estamos condenados al desconsuelo, por esa renuncia, al deseo primordial que se anida en el inconsciente.
El deseo es un mundo que desconocemos, porque está controlado por todas las reglas y normas de la cultura. Atrapado en la oscuridad, existe una interioridad cubierta por un velo y la verdad se convierte en un objeto propio del inconsciente. Freud crea un método para quitar el velo e iluminar esos espacios reprimidos que habitan en nosotros. De esto surge un sujeto del inconsciente que va a ser estudiado, a través de la palabra, ya que existen agujeros que dejan filtrar aquellos que se constituye en la verdad del analizante.
El síntoma es solo camino, que ofrece la excitación que se arremolina en el alma. Stefan Zwieg dice que hay secretos que siempre formarán parte de un lazo hermético e impenetrable. El modelo analítico ofrece las puertas para comprender lo proscrito y lo que está excluido.
El sujeto del inconsciente se analiza a través del discurso, los actos repetitivos, la fantasía, las pulsiones de muerte, lapsus linguae, el chiste, el síntoma, entre otros. Indagar en la estructura de lo arcaico convierte a la psicoanalista en una arqueóloga del alma. La trama será siempre la misma, entender la red social que pueden juzgar un papel en la enajenación de los procesos de subjetivación, pero más allá del “otro social” está el fuero interno.
Es muy pueril pensar que vamos a gobernar, controlar, tener hegemonía sobre el otro, sino tenemos un goce masoquista. Es imposible pensar que la dimensión libidinal solo pacta con el status quo, aquel que quiere imponer en el otro su poder. Si no existe tal patología, no se cumple la ley del amo y el esclavizado. El origen del masoquismo está en ese goce de ser gobernado y sometido. La autoridad del amo sólo reside en el deseo del otro. Y se constituye en él, un poder, porque forma parte del propio deseo del sujeto. Esa es la razón porque Freud consideró que los entramados políticos, sociales y culturales son externos e importantes, pero no determinantes.
El psicoanálisis no dejó de lado las variables mencionadas. Pero aclaró que no determinan la subjetivación del sujeto. Entendía que favorecen al acto inconsciente, ya que impulsan el deseo masoquista. Cuando el individuo reconoce ese deseo, se produce un cambio. Esto se constituye en el único medio, para cortar la trama del otro. Por tales razones, siempre seremos sujetos del discurso que nos antecede, porque sin darnos cuenta creemos que somos artífices de palabras, ideas y que tenemos control, cuando sólo estamos atrapados en los discursos dominantes y epocales.
No hay posibilidad de cambiar cuando estamos atrapados en la trama de conocer o estar cerca del conocimiento de los deseos interiores. En este devenir son múltiples, los acuerdos con el otro. La subjetivación no es una materialización que se puede tomar con las manos. No es una decisión propia, pertenece al mundo del inconsciente. Pensar lo contrario es creer que tendremos cuernos de unicornios. No hay posibilidad para un individuo de escaparse de esa verdad del inconsciente.
La trama social, es una construcción colectiva. Está mediada por múltiples experiencias culturales, sociales, políticas, económicas y realidades personales que forman parte de nuestros deseos interiores y no definen como sujeto. Por tales razones el Puer Robustus hace su aparición como una identidad histórica y epistémica. Es la muestra del fantasma de sus deseos y demandas. Por eso siempre miente. Es el que aparece como el caído. Es el que quiere abandonar sus propios deseos pulsionales. Y el cual termina arrasado por tales pasiones.
No hay modelo histórico que pueda permanecer bajo los senderos del odio, autoritarismo y sometimiento. Porque para la sorpresa del otro, o como expresa el pueblo, de “cualquier yagua vieja sale tremendo alacrán”. De ahí, que el Puer Robustus, siempre será atrapado, porque no hay posibilidad de que su deseo se cumpla durante mucho tiempo. Ya que nunca logra tener satisfacción y vuelve sobre su objeto pulsional. Es la trama de la repetición que supera la inteligencia y la ley del colectivo. Aparecerá el síntoma, una y otra vez, conformando el dolor de no poder parar con los nuevos intentos. Por tales experiencias, en las comunidades se dice que se espera en la bajadita, porque el síntoma se repite. En tales circunstancias, se tiene paciencia, esperando que emerja el síntoma de nuevo y se muestre la fisura estructural de la psique.