La democracia, desde la antigua Grecia fue descrita por Aristóteles en su obra “Política” como el gobierno de la mayoría (Aristóteles, 2022). Con el paso del tiempo ha evolucionado y se ha convertido en el sistema político más aceptado y promovido en las sociedades contemporáneas. Sin embargo, la misma premisa que en esencia la define puede convertirse en su mayor debilidad: la tiranía de las mayorías. Este fenómeno, donde la voluntad de la mayoría prevalece sin consideración de las minorías, degenera la esencia democrática y pone en peligro los principios de igualdad, justicia y respeto por la diversidad.

John Stuart Mill, en su obra "Sobre la Libertad", advierte sobre la tiranía de la mayoría, resaltando que una mayoría no siempre actúa en beneficio de todos los ciudadanos. Mill argumenta que la voluntad de la mayoría puede convertirse en opresiva, imponiendo su visión y aplastando a las minorías, quienes terminan marginadas y sin representación efectiva en el sistema político (Mill, 2017). Este tipo de gobierno, aunque aparentemente democrático, erosiona las bases mismas de la democracia al ignorar la pluralidad y la diversidad inherente a cualquier sociedad.

La tiranía de las mayorías puede llevar a la degeneración de la democracia de varias maneras. La principal de ellas es que la concentración del poder en manos de la mayoría puede resultar en la creación de leyes y políticas que favorecen a un solo grupo, ignorando o incluso perjudicando a las minorías. Según Gustavo Zagrebelsky, en su obra “La crucifixión y la democracia”, este fenómeno crea una forma de "democracia excluyente", donde solo una parte de la población disfruta de los beneficios del sistema democrático, mientras que las minorías son relegadas (Zagrebelsky, 2007).

Además, la democracia se degenera cuando la mayoría se convierte en una herramienta para perpetuar el poder de ciertos grupos políticos, religiosos o económicos, limitando el acceso al poder de otros sectores de la sociedad. Este ciclo vicioso no solo perpetúa la injusticia, sino que también alimenta el descontento social, lo que puede llevar a la polarización y a la inestabilidad política.

Una democracia saludable debe garantizar no solo el respeto a la voluntad de la mayoría, sino también la protección de los derechos y libertades de las minorías. La Constitución de la República Dominicana, establece en su artículo 39 el principio de igualdad, garantizando que "todas las personas son iguales ante la ley" y en el numeral 3 del mismo artículo continúa exponiendo que "el Estado debe promover las condiciones jurídicas y administrativas para que la igualdad sea real y efectiva, y adoptará medidas para prevenir y combatir la discriminación" (Const., 2015).

Este tipo de disposiciones legales son fundamentales para evitar que la democracia se desvirtúe y se convierta en una dictadura de las mayorías. Sin embargo, es evidente que la existencia de normas no es suficiente; es necesario que estas se implementen de manera efectiva y que haya un compromiso real por parte de todos los actores políticos y sociales para respetar y promover la diversidad y la inclusión.

La tiranía de las mayorías es una amenaza real para la democracia. Si bien la voluntad de la mayoría es fundamental en cualquier sistema democrático, esta no debe imponerse de manera dictatorial sobre las minorías. Las mayorías también deben someterse al respeto a los derechos fundamentales, pues una verdadera democracia se construye sobre el respeto a la diversidad, la protección de los derechos de todos los ciudadanos y la promoción de la justicia y la igualdad. Solo de esta manera se puede evitar la degeneración democrática y asegurar un sistema político que realmente represente y beneficie a toda la sociedad.

Referencias:

– Aristóteles (2022). Política. España: Gredos.

– Constitución [Const.] (10 de julio de 2015). G. O. No. 10805. República Dominicana

– Mill, J. S. (2017). Sobre la libertad. España: Ediciones Akal.

– Zagrebelsky, G. (1996). La crucifixión y la democracia. España: Ariel.