Los trumpistas dominicanos asumen que las políticas del presidente Donald Trump ayudarán a la República Dominicana. Que habrá bonanza económica y se tendrá absoluta libertad para deportar haitianos. Que, si a otros les va mal, a la República Dominicana le irá mejor.
Tanta confianza en un futuro fabuloso quizás depende más de la Virgencita de la Altagracia, como ocurre con el desvío de ciclones, que de las políticas de Trump.
Y, por si acaso fallan los milagros, aquí señalo algunas tempestades socioeconómicas que podrían estar en ruta hacia la República Dominicana.
Primera tempestad: mayor presión en el mercado laboral dominicano. Se estiman unos doscientos mil inmigrantes dominicanos indocumentados en Estados Unidos. Trump ha dicho que deportará todos los indocumentados. De ser así, a la República Dominicana podrían llegar unas doscientas mil personas a buscar trabajo; y si solo deporta el 25%, serían unas cincuenta mil.
No crean ustedes que esos posibles deportados se irán raudos y veloces a trabajar en la agricultura o la construcción por bajos salarios como hacen los haitianos. Buscarán mejores opciones, pero en ninguna recibirán los salarios que ganan en Estados Unidos, aún como indocumentados. Será un ejército de trabajadores insatisfechos.
Segunda tempestad: merma en las remesas familiares. El regreso de indocumentados se traduce en que no enviarán más remesas. Pero, además, los trabajos de muchos dominicanos en Estados Unidos dependen de negocios que sirven a dominicanos y otros latinos (salones de belleza, barberías, bodegas, tiendas, etc.). La deportación de los indocumentados impactará esos negocios, aún sean de dominicanos con residencia legal.
O sea, una parte de los que se queden en Estados Unidos tendrán mayor dificultad para emplearse y seguir enviando remesas. Además, se está hablando de poner un impuesto de 10% al envío de remesas.
Una merma en las remesas impactaría negativamente la capacidad de consumo de muchas familias dominicanas y la entrada de divisas.
Tercera tempestad: la inseguridad genera paralización económica. El ambiente general para los latinos en Estados Unidos se va tornando difícil (sean indocumentados o legales), porque constituyen un foco de rechazo, tanto por el tema migratorio como por las políticas de igualdad e inclusión en el empleo que Trump ha eliminado.
Aunque no se sienta inmediatamente, hacia adelante, a los dominicanos les resultará más difícil conseguir buenos empleos. Eso impacta no solo el envío de remesas familiares, sino también su capacidad de inversión en viviendas y negocios en la República Dominicana.
Cuarta tempestad: los aranceles como medida punitiva. Es claro que Trump usa los aranceles como medida punitiva en sus disputas con otros países. Para la República Dominicana, altamente dependiente del intercambio comercial con Estados Unidos, eso constituye un riesgo. Nunca se sabrá qué pedirá Trump, y cuál podría ser su respuesta si no se le complace.
La República Dominicana debe encomendarse a la virgencita para que Trump no pida nada, porque la dependencia económica dominicana con Estados Unidos es muy grande para negarse a complacerlo, so pena de represalia.
Excusen que diga todo esto en el mes de la patria, cuando se celebra la soberanía.