La República Dominicana experimenta desde hace varios años una especie de indignación colectiva que devela el exceso de autoridad cometido por miembros de la policía Nacional. En esta ocasión, y a raíz del vil asesinato a golpes del joven deportista David de Los Santos, han surgido interrogantes otra vez, sobre la necesidad de una reforma policial inmediata.

El escenario histórico que “justifica” que ciudadanos sean víctimas de crueles linchamientos, escenas del crimen adulteradas, intercambios de disparos, exceso de autoridad, ejecuciones extrajudiciales y esta opera como centros abiertamente de torturas; todo en violación constante a los derechos humanos.

Para entender el origen y evolución de esta entidad, se remonta a varias etapas, desde la colonización de América hasta la Primera República (1502-1844), tratados, ocupación francesa, batallas y reconquistas, el desmantelamiento de todos los uniformados en el 1921 bajo la orden ejecutiva 631 del contralmirante estadounidense Tomás Showden en medio de la invasión Yankee.

Así como también, 30 años de dictadura trujillista, el caudillo Balaguer, incapacidad económica para mantenerse como organismo, etc. Estos aspectos, entre otros, la convirtieron en espacios de malhechores que se supone están llamados a preservar el orden, la seguridad y la tranquilidad pública.

La que la brutalidad policial necesita más que un “makeover”, para eliminar estas prácticas sistematizada. Es necesario que la sociedad vea a esta institución de hombres y mujeres educarse, para que puedan prevenir actos delictivos por medio de programas de capacitación.

Si la sociedad dominicana no ha podido erradicar los abusos cometidos a diario por la policía, es difícil que por medio de una reforma se logre.

La brutalidad policial necesita más que un “makeover” para eliminar estas prácticas sistémicas. Es necesario que la sociedad vea a esta institución de hombres y mujeres educarse, para que puedan prevenir actos delictivos por medio de programas de capacitación.

Donde se invierta en la modernización, evaluaciones psicológicas y gestión de gerencia humana; pero eso no sucederá en la caribeña isla. El asesinato de David de Los Santos y otros jóvenes trabajadores de manos de miembros de esta organización consterna dentro y fuera de la frontera nacional. Porque no ha existido una administración gubernamental que promueva una reforma real, dentro del hirviente deterioro de dicha entidad; siendo muy prejudicial para nuestra democracia.

Si no no existe una intención verídica, de que se produzcan los cambios más allá del aspecto mediático actual, este tipo de conductas depravadas continuaran ocurriendo. Ya que nuestra nación sufre de amnesia histórica y esto ralentizara una inmediata transformación de esos uniformados.

La brutalidad policial que se desea ponerle fin por medio a una reforma no sucederá hasta que la nación comprenda que esta debe ser integral, ya que vivimos en un mundo de constantes cambios que demandan estructuras al servicio de la gente y no de intereses particulares.

La sociedad civil bebe abogar por un proyecto de ley que construya una reforma que elimine la brutalidad policial, bajo el espiritud de las normas y leyes internacionales existentes, que regulan esta mala práctica. El manejo de la policía nacional es un problema de años que continúa pendiente como una deuda histórica a ser resuelta.

Porque esta entidad es parte del Estado y como tal esta obligada a respetar la vida y proteger a los ciudadanos. Solo así se producirá la reconstruccion de una institución teñida de la sangre de seres humanos cruelmente asesinados.

La tarea ahora está en manos del presidente Abinader.