El 13 de marzo de 2020, todos los países del mundo iniciaron la lucha contra la COVID-19. Se suspendieron las clases presenciales; se aplicaron otras modalidades de enseñanza y desde entonces la educación no ha sido la misma. El impacto del cierre de las escuelas en el aprendizaje se califica como devastador, aunque se reconoce que antes de la pandemia “el mundo se enfrentaba a una crisis de aprendizaje” (Giannini et al., 2022).

Estudios indican que los cierres de escuelas tendieron a ser más prolongados en los países de ingresos medios y bajos y en los países con resultados de aprendizaje más bajos antes de la pandemia, se agravaron las desigualdades en la educación. De modo que queda claro que la pandemia trastornó por completo el sistema educativo que, según muchos ya estaba perdiendo su relevancia.

En ese sentido, el historiador israelí Yuval Noah Harari publicó en agosto de 2018 su libro 21 lecciones para el siglo XXI, donde describe cómo las escuelas continúan enfocándose en las habilidades académicas tradicionales y el aprendizaje de memoria, en lugar de habilidades como el pensamiento crítico y la adaptabilidad, que serán más importantes para el éxito en el futuro.

Para Sonsoles Fernández (2017), “el tema de la evaluación ha generado una fecunda línea de estudios e investigación que abarca un amplio abanico de aspectos, posturas, teorías subyacentes y prácticas”. Y agrega: Desempeña un papel relevante y distinto para alumnos y docentes. Para los alumnos está asociada a exámenes y calificaciones, para los docentes una preocupación que suscita debate y muchas dudas.

Como la evaluación es parte fundamental del proceso educativo, es importante que los docentes cuenten con diferentes herramientas, técnicas e instrumentos que faciliten implementarla y que orienten hacia la mejora de los aprendizajes.

Manuel Caro en este artículo, publicado el 20 de junio de 2018, respondiendo a la pregunta: ¿Cuántos tipos de evaluación del aprendizaje existen?, expresa: “Se pueden utilizar hasta seis fórmulas para evaluar lo que aprenden los estudiantes dependiendo del objetivo y el momento”.  En este sentido señala los siguientes:

  1. Evaluación diagnóstica (también denominada preevaluación). Evalúa las fortalezas, debilidades, conocimientos y habilidades de los alumnos antes de la formación. Sirve para conocer el punto de partida. Es una base desde la que trabajar los conocimientos que los alumnos van a adquirir durante el programa formativo o curso. 2. Evaluación formativa. Evalúa el rendimiento de los alumnos durante la formación. Es como un repaso para poder revisar la idoneidad de la formación recibida por si fuese necesario realizar modificaciones en la metodología de enseñanza. 3. Evaluación sumativa. Mide el rendimiento de los estudiantes al final de la formación. Es la forma de saber qué ha aprendido y qué no. 4. Evaluación por medias. Compara el desempeño de un estudiante con el de otros compañeros. Es una especie de evaluación grupal o “demográfica” que ayuda al docente a obtener medias y sacar conclusiones generales. 5. Evaluación basada en objetivos. Mide el rendimiento de un alumno frente a una meta, un objetivo específico o estándar. Consigue obtener datos y conclusiones más concretas sobre el proceso de enseñanza y aprendizaje. 6. Evaluación intermedia o de referencia. Evalúa el rendimiento de los alumnos por intervalos de tiempo periódicos. Normalmente coinciden con el final de períodos de calificación: meses, trimestres u otros. Ayuda a predecir el rendimiento de los estudiantes en las evaluaciones sumativas de final de año.

En cambio, Katherina Gallardo Córdoba (2021) considera que la evaluación tiene tres intenciones, lo mismo que tipos, que no cambian independientemente de que la enseñanza sea presencial o virtual: La intención diagnóstica sirve para conocer los conocimientos previos de los estudiantes. La  formativa comprende los procesos que se siguen durante el aprendizaje, para que los alumnos alcancen de manera eficaz o eficiente los objetivos o competencias. La sumativa es un panorama final con una visión holística de cómo finaliza cada alumno al terminar el período escolar. Es la forma de saber qué aprendió y qué no.

Esta nota se circunscribe a la evaluación formativa, considerando que antes de la pandemia “las investigaciones indican que muy pocos profesores utilizan consistentemente este tipo de evaluación”, a pesar de sus ventajas. Además, porque todavía es pertinente preguntar: ¿Qué están aprendiendo los estudiantes en las condiciones actuales? Y ¿qué es y cómo realizar la evaluación formativa en línea? Las respuestas a ambas preguntas pueden ser variadas y muchas, dependiendo de las condiciones socioeconómicas de las familias. En relación a la primera, las respuestas se refieren a la “inequidad en el acceso a tecnología, conectividad y recursos digitales muestra que la mayoría de los estudiantes […] no cuentan con las condiciones tecnológicas para aprender en línea desde casa” (https://es.scribd.com/). Sobre la segunda, Andrés Peri (2020)  responde: Debe ser “una evaluación para el aprendizaje, no del aprendizaje”.

Sonsoles Fernández (2017) define la “evaluación formativa, de progreso o para aprender, como un factor esencial de aprendizaje, integrado en el mismo proceso y que tiene como objetivo favorecer ese proceso en tiempo real, a través de la observación, interpretación y regulación continua de todos los elementos que lo integran”. Y diversos autores coinciden en que es “una evaluación que llevan a cabo alumnos y profesores, valorando dónde se está, dónde se quiere llegar y proponiendo en cada momento las vías y estrategias oportunas para conseguir la meta”.

El 6 de agosto de 2020, se efectuó la décimo quinta sesión de la serie de seminarios web No dejar a nadie atrás en tiempos de la pandemia de la COVID-19, facilitada por UNICEF y la UNESCO, “orientada a reflexionar sobre el rol que cumple la evaluación en el derecho a la educación, y cómo asegurar un uso adecuado de ella en contextos de crisis”. En este contexto, la expositora María Paulina Flotts invita a pensar juntos cómo hacer de la evaluación una acción pedagógica que fortalezca los aprendizajes y no que los detenga. Y destaca que “reducir la evaluación y su potencial riqueza como fuente de información a una nota o un número es desaprovechar la oportunidad de apreciar los logros y ámbitos de mejorar de los estudiantes”. Además, considera que es fundamental que el proceso de evaluación se diseñe al servicio del aprendizaje y que las decisiones pedagógicas deben ser estratégicas para motivar a los estudiantes en su proceso, sobre todo en este momento de “restricciones e impacto”.

Santiago Ayala (2021) señala que se deben tomar en cuenta distintos criterios de evaluación durante este período de contingencia o escuela a distancia, y que sean pautas o parámetros que den cuenta del aprendizaje. Y agrega que la evaluación de los aprendizajes es un gran reto para los docentes sobre todo en indagar nuevas estrategias para recabar esas evidencias que den cuenta del aprendizaje de los alumnos.

La evaluación formativa abarca toda la gama de pruebas informales de diagnóstico que puede usar un maestro/profesor para contribuir con el proceso de aprendizaje de sus alumnos. El objetivo es mejorar su desempeño y obtener resultados exitosos.

A diferencia de las evaluaciones que se promedian, como los exámenes finales, las evaluaciones formativas, sin calificación, reduce la tentación de copiarse las respuestas. Esto permite que los alumnos se concentren en el aprendizaje y no en las calificaciones.

Finalmente, de acuerdo con Sonsoles Fernández (2017), la evaluación formativa es uno de los medios que más ayudan a mantener alta la motivación, el deseo de avanzar, la autoestima y la capacidad de asumir riesgos. Es “guía para caminar por la zona de desarrollo próximo”, presta la ayuda oportuna, reconoce el esfuerzo, ilumina sobre el porqué de los logros o de lo que todavía no se ha conseguido y propone vías diferentes para alcanzar la meta. Al realizar ese acompañamiento positivo y formador, mantiene alta la motivación y favorece que los alumnos se motiven, lo cual es un factor clave para el éxito en el aprendizaje.