La sociedad dominicana, cada vez más, incrementa la capacidad de sorprenderse que tiene el ser humano. Son tantos los hechos que provocan esta emoción, que no sabemos hasta cuándo tendremos la posibilidad de expandir la capacidad de emocionarnos o contar con la resistencia para acogerlas y expresarlas. Sin proponérselo, esta sociedad está explotando el sistema límbico del cerebro. Esto es así porque las emociones, cada día más fuertes, invaden la mente y el cuerpo de los dominicanos más sensatos. No es posible quedarse impávidos cuando no hay ninguna penalidad para la venta de un sector con todos sus pobladores dentro, como el caso de Los tres Brazos. Más emoción, acompañada de vergüenza, colma a la sociedad cuando observa y escucha la sentencia vinculada con la muerte del señor Junior Ramírez. Las emociones se alborotan más cuando hay una práctica de justicia deficitaria en la República Dominicana. Todos estos hechos y más descolocan al dominicano ecuánime y defensor de la paz. Los hechos destacados tienen un lazo en común, el reinado de la impunidad. Persiste una debilidad fuerte en la justicia del país.

El esfuerzo que realiza el Ministerio Público es loable, pero falta mucho por hacer. En la sociedad falta una cultura comprometida con el rechazo total a la impunidad. Los hechos graves han de tener la sanción que se merecen. No pueden tratarse como acciones triviales en las que el régimen de consecuencia no tiene validez. Para avanzar en esta dirección es necesario organizar y sostener una lucha permanente contra la impunidad y en favor de la decencia integral de la justicia. Hay que encarar este tema-problema para la transformación del sistema de justicia en el país y por la educación de los ciudadanos para que impulsen y colaboren con los procesos de cambios que se necesitan en el sector indicado. No puede continuar la práctica de confinar en las cárceles a las personas por el robo de yuca y dejar en libertad o aplicar penas menores a personas cuyas infracciones tienen un carácter de suma gravedad. No estamos de acuerdo ni siquiera con el robo de un alfiler. Pero está claro que hay una diferencia abismal entre el robo de la yuca y los dos hechos indicados anteriormente. Esta realidad es la que dispara las emociones al provocar indignación en jóvenes, adultos y ancianos.

Aunque las emociones se exacerban por el comportamiento de representantes de la justicia, reconocemos que Miriam Germán, Yeni Berenice, Wilson Camacho y el equipo de trabajo, realizan todo lo que está a su alcance para construir un sistema de justicia decente y justo. Los que trabajan para que la impunidad continúe inalterable se equivocan. Para que esta equivocación no se perpetúe, todos los ciudadanos y las instituciones han de colaborar con su extinción. La consagración de la impunidad ha de ser vencida en nuestra nación. No puede continuar con la vigencia que actualmente muestra. Un camino seguro para vencer este mal es la educación ciudadana desde una perspectiva crítico-reflexiva, acompañada de una práctica ética y comprometida. Para hacer realidad esta necesidad, hemos de establecer alianzas estratégicas y organizar un sistema de veeduría especializada de las acciones de los poderes del Estado dominicano.

Mientras haya impunidad en el país, no habrá paz ni, mucho menos, justicia real. No es plausible quedarse tranquilo ante la burla de las instituciones que tienen que posibilitar el desarrollo integral de la sociedad, como son la justicia, la educación y la salud. Es necesaria la organización de un frente nacional que le de seguimiento crítico y permanente a estos tres sistemas, para sacar del atraso y de la inestabilidad a la República Dominicana.