Honorable alcaldesa:

Todos tenemos anhelos y recuerdos. Unos, los enunciamos; otros se confunden con las convergencias y paradojas que traen cada despertar. Los anhelos y los recuerdos tienen voz autorial. Se palpan y, a veces, se hacen colectivos. Dejan de ser premisas nominativas y, se pueden escribir transitivamente, acercarse a su liberación discursiva cuando se emprende hacerlos real.

Es por esto que, existe solo la Historia viva, no como una pintura o una ficción con sus fisuras, o, tal vez, con ambivalentes lecturas cuando se hace prohibitivo despertar el ayer. La Historia se hace viva si la visualizamos, no si la dejamos amordazada. La Historia no es un desecho de la cultura ni una mirada que deslinda al sueño y a la vigilia. Es la protagonista de la conciencia, del milagro de la inmortalidad aunque sea hermética y con contingencias. Es un cono de sombras y un faro para la claridad. Se acepta o se desmitifica; se desmantela o se desdice; es lo que nos hace distinguir entre la realidad, el ser surreal y los símbolos de la existencia.

La Historia tiene fechas anotadas cuando se pluraliza, ya que cuando se desconoce viene solo con la ajenidad de los contrarios. La Historia también se destierra y se margina. No se acepta como un cuerpo desnudo, sino como la propia carne de quienes la hilvanaron. La Historia también se hace y es peregrina, porque no la liberan cuando se pretende desdibujar con itinerarios dispuestos por discursos —con un prisma circunstancial— que la amarra. Ejercer la Historia, apropiarse de los caminos de Hermes no se hace de simples estadías en el tiempo. Porque la Historia es autobiográfica, no sólo postales ni juegos de naipes.

La Historia se escribe y luego se recuerda y, es, entonces, cuando se hace recuento, continuidad y apertura para las memorias. Ideologizada la Historia ha sido; mediatizada, representada, distante con intersticios, con sus conjuras y conjurados, elíptica y épica. Lírica es, cuando la metáfora provoca su cegada búsqueda. Lírica es, cuando es confesionalmente una utopía. Es un «bildungsroman» si alguna vez se vuelve sobre ella para recuperar hechos, sucesos, acciones de protagonistas de los cuales se puede fisionar su subjetividad o no.

Tal parece que, la Historia de los pueblos nos permite comprender su identidad; cómo hicieron posible su autonomía como Nación, su desplazamiento por un territorio; cómo se construyó desde un ideal la autenticidad de lo humano de quienes estuvieron en relación entre sí para encarar un futuro en común.

Sin embargo, señora Alcaldesa, es tradicional —una tradición— que, la Historia nos haga angustiosa la existencia a las mujeres, que nos sumerja en el olvido con supresiones, que se exprese —sobre Nosotras— solo desde el sexo, la sexualidad o el arraigo del sustrato patriarcal. Marginadas por la Historia es posible que no observe la hermana (Clío) solo desde el perfil de mujer rota, mujer fragmentada o mujer resquebrajada aún fuéramos habitantes de un mismo espacio geográfico donde detrás del cristal solo hay transparencia para Los Otros. Los cristales de Los Otros son introspecciones de su yo y su para-sí. Y detrás del cristal, puede suceder, que alguna vez nos presenten y nos veamos desdibujadas en contrapunto. En fin, la Historia sufre el síndrome de la evasividad, de la confusión, de la inconsecuencia cuando no estamos nosotras en Ella y, es, entonces, cuando nuestras memorias se sofocan, se colocan en tensión, y el infinito del horizonte se ve, más allá, no muy cercano de la otra orilla donde podemos pernoctar ante las brumas de la Historia.

La Historia es el espejo donde nos vemos en reflexión, he pensado en esta mañana gris. No es un momento. Es un hilo conductor que puede salvarnos de los errores del ayer; nos ayuda (su conocimiento) a reinterpretar el pasado, a razonar, a comprender los hechos, a identificar si nuestro presente es lineal o literalmente simple, o, por el contrario: claramente vertical.

La Historia tiene su semiótica propia; no diría un proceso de autorrealización o auto-integración. Se cohabita con Ella desde la infancia. La madre es quien, primero, nos deslumbra con el contar que trae la Historia. Es un signo —dado por Ella— que se devela. Madre-hija es, debe ser la Historia, que se disemina en las conciencias, a través de la lengua y el lenguaje como discurso metatextual.

La Historia es tiempo, tiempo asimilado, tiempo de importancia, tiempo en la noche y en el día, tiempo diverso de polémicas, protestas y confrontaciones. Es tiempo cumbre. Tiempo único con sus significados, pero está supeditada a la importancia que le ofrezcamos.

La Historia, desde el siglo XVIII, es la Historia (en Occidente) de la ´Igualdad´; una palabra que colocada en perspectiva o escorzo trae enojos, porque es odiosa cuando se hace solo una expresión banal. Esa palabra es el epígrafe de millones de documentos que el poder político usa para sus motivaciones psicológicas de atraer la atención de los votantes.

La ´Igualdad´, razonadamente, nos ha desterrado de la ´Igualdad´ en la Historia. Creo, Alcaldesa, que la más aplastante soledad que pueden sufrir las mujeres es, la soledad del olvido, a la cual hemos estado subordinadas, aquí, por la Historia oficial.

Creo que, es responsabilidad de nuestra generación, de quienes nacimos en la Primavera de la Libertad, en la década del 60, romper y abolir la soledad del olvido de aquellas que deben resurgir del silencio con sus acciones ejemplares.

Comprendo que, hay que ser generosas con las que nos anteceden porque cambiaron y transformaron el mundo para Nosotras. Surgieron/nacieron de sí mismas y dieron un giro de 360 grados a la Historia de la República Dominicana en 1844 y en 1942.

Espero que la Alcaldía asuma esta otra vertiente de iluminar a las conciencias desde los espacios vivenciales donde las dominicanas actúan diariamente: su comunidad. Y, así, luego de expresarle mi opinión sobre la Historia, le manifiesto mi agradecimiento por su presencia en la re-señalización de las calles de la Urbanización La Castellana el pasado martes 4 de febrero y, por abrir la senda a una aurora de un único color: el del amor. Reconocer a María Ugarte España (Segovia, España, 1914-Santo Domingo, 2016), Zoraida Heredia Vda. Suncar (Santo Domingo 2018-2011) y a Margarita A. Tavares (San Pedro de Macorís, 1924-Santo Domingo-2011) con la designación de una calle con su nombre, acogiendo el Concejo de Regidores de la Alcaldía del Distrito Nacional la solicitud de la Juntas de Vecinos de la Urbanización La Castellana, presidida por Varinia Caamaño, de la Urbanización Los Prados que preside Gregorio Luperón, y del Consejo Nacional de Mujeres, presidido por Emma Valois Vidal, proyecta la vida de Ellas —desde el espejo distante de los tiempos— a su reafirmación como excepcionales precursoras en las distintas aéreas de las humanidades en las cuales realizaron notables aportes a la Nación, haciendo posible, además, que Nosotras no continuáramos subordinadas en la sociedad sin derechos civiles ni políticos.

Le exhorto a satisfacer las expectativas de esa impronta y, que se emancipe (usted) —como lo está haciendo— de los obstáculos del sistema tradicional de los partidos políticos que con sus trabas puedan pretender que la Historia no le entregue a usted y, a muchas otras mujeres —democráticamente y en ejercicio de la representatividad— «las llaves del poder», que son las requeridas (literalmente) y necesarias —al decir de Simone de Beauvior— que debemos tener las mujeres en las manos.

Observe que el símbolo de la «llave» está albergado, con fijeza, en el escudo de la Ciudad de Santo Domingo, con un enmarque edilicio. Da cabida a entender que los espacios se abren, que la autoridad de «primera ciudadana de la ciudad» está demarcada por la certidumbre de su poder. La «llave» es la elegida para activar las cerraduras de los folios de la Historia del ayer, del hoy, del mañana, del presente y del porvenir. La «llave» protagonista enmarca la legitimidad de su poseedora del gobierno de la ciudad. Metáfora o no, argumento activo para una audiencia del siglo XXI que da lectura a la inmediatez, al fluir de la expresión que provee una opinión sesgada o no; la «llave» evidencia que es el árbitro de la Historia; una «llave» en intromisión con el equilibrio de los contrarios en el escudo es asimilable a que Los Otros (los leones, contrarios) son y serán de alabastro.

Cambie la Historia, Alcaldesa, como lo hicieron nuestras ancestras en 1844 y 1942. Establezca su relación con la Nación desde un diálogo consigo misma, desde el saber, porque la memoria no es una piedra y, por tanto, no se le puede poner alas a la memoria. A la memoria se le atrapa, se le da el sentido de lo concreto. A la Historia oficial se le da el giro que se desea, como intérprete del tiempo, que en este caso, es el presente.

Y para aprovechar esta ocasión, en que le escribo, haremos la propuesta de presentar al Concejo de Regidores diez biografías de mujeres (en los próximos días) para designar más calles del Distrito Nacional con nombres de precursoras que hayan cumplido diez años de fallecimiento.

Reciba mis saludos cordiales.

Ylonka Nacidit-Perdomo