“Dentro de un sistema democrático, los partidos son asociaciones formales y jerárquicas formadas por individuos que están unidos en la defensa de unos intereses comunes. Su finalidad es acceder al poder mediante las elecciones y satisfacer las demandas sociales. Esto es lo común a todos los partidos con independencia de su ideología”. (Jorge Santiago y José Ángel Carpio: Gestión actual del Consultor político).
La cultura política de las alianzas electorales se remonta desde los cimientos mismos, desde la génesis de República Dominicana y transcurrió de manera sistemática a lo largo de todo el Siglo XIX y entrado el Siglo XX, en sus primeras tres décadas, hasta la fuerte entronización de la dictadura Trujillista, sobre todo, a partir de 1934.
En el largo periodo de la férrea tiranía los partidos políticos “desaparecieron”, quedaron eclipsados ante la hegemonía y dominación de un partido único: el Partido Dominicano. El ajusticiamiento, el tiranicidio, el 30 de mayo de 1961, trajo consigo la eclosión de la egida de la democracia, una de cuyas expresiones es la irrupción de los partidos políticos. Ya tan temprano como noviembre de 1961, con la salida de los familiares de Trujillo, en nuestro país “alumbraron” varios partidos de las más variadas ideologías, valores e ideas.
El 20 de diciembre de 1962, frente a las primeras elecciones democráticas después de la más densa nube de 31 años, concurrían al certamen electoral 4 partidos de 5 que estaban aprobados por la Junta. Los resultados arrojaron para ese entonces un claro bipartidismo: Juan Bosch y el PRD obtuvieron 628,044 votos, para un 58.72%. El Dr. Viriato Fiallo sacó 317,327 que representó un 30.08%. Entre PRD y UCN (Unión Cívica Nacional) captaron el 88.80% de los votos válidos emitidos, que fueron 1,054,954. Los otros candidatos fueron Alfonso Moreno Martínez con 54,638, para un 5.18%, Virgilio Maynardi Reyna obtuvo 35,764, representando en un 3.39% con su Partido Nacionalista (PNRD).
Para 1966, luego de la Revolución de Abril, los dominicanos fueron a elecciones el primero de junio. Los resultados fueron así: Joaquín Balaguer: 759.887, para un 57.4%. Juan Bosch: 494,570, para un 39.2%. Esto nos dice que los dos partidos obtuvieron un 96.6. Un claro dominio del bipartidismo. En esas elecciones Rafael Bonnelly por el MIN obtuvo 46,075 votos, para un 3.42%. Según el siguiente cuadro, para 1966 había tres partidos reconocidos por la Junta Central Electoral.
Partidos políticos reconocidos por la Junta desde 1962 hasta 2023
Año | # partidos | Año | # partidos |
1962 | 5 | 1996 | 26 |
1966 | 3 | 2000 | 26 |
1970 | 6 | 2004 | 25 |
1974 | 4 | 2008 | 25 |
1978 | 9 | 2012 | 26 |
1982 | 16 | 2016 | 26 |
1986 | 25 | 2020 | 26 |
1990 | 28 | 2023 | 35 |
1994 | 25 |
En 1970 y 1974 el principal partido de la oposición, el PRD, no acudió a las elecciones por las condiciones arbitrarias y nefastas que prevalecían en la sociedad dominicana. Una verdadera dictadura blanda con las instituciones de la democracia. La democracia electoral en esos dos certámenes electorales sufrió la más espantosa erosión. La calidad democrática medida por la libertad, equidad, transparencia, competencia, quedaron truncadas pavorosamente. Toda la agenda electoral estaba a merced del Poder Ejecutivo, lo que implicaba que el órgano electoral estaba subsumido a la agenda del candidato Joaquín Balaguer. En 1970 había 6 partidos reconocidos por la Junta y 4 en 1974.
El 1978 significó un salto cualitativo a la democracia electoral con la alternabilidad, al llegar al gobierno el PRD y don Antonio Guzmán Fernández. Las votaciones fueron así: Antonio Guzmán: 866,912, para un 52.36%. Joaquín Balaguer: 711,878, para un 42.99%. Entre los dos partidos consiguieron el 95% de los votos emitidos. Para 1978 había 9 partidos reconocidos por la Junta, no obstante, no todos fueron a las elecciones o concurrieron en alianzas. En 1982 el PRD se mantuvo en el gobierno con el Dr. Salvador Jorge Blanco, donde los resultados electorales fueron así: Jorge Blanco: 854,868, para un 46.69%. Joaquín Balaguer: 706,9511, para un 38.62%. Los dos partidos representaron un 85.31%. Juan Bosch sacó: 179,849, igual a un 9.82%.
En 1986 Joaquín Balaguer volvió al solio presidencial con 877,378 votos, para un 41.55%. Jacobo Majluta: 828,209, equivalente a un 39.22%. Juan Bosch obtuvo 378,881, que arrojó un 17.94%. En 1986 había 25 partidos reconocidos por la Junta. Aquí comenzó el tripartidismo que se mantuvo en 1990, 1994, 1996 y el 2000. Del 2004 hasta el 2020, volvimos a un ostensible bipartidismo: PLD y PRD hasta 2012, en 2016: PLD y PRM, y en 2020: PRM y PLD.
En todas las campañas electorales ha habido alianzas electorales que están caracterizadas por la llegada al poder, vale decir, unir fuerzas para tener mayor posibilidad de acceder a los poderes públicos. Las alianzas se han dado en la sociedad política desde antaño. Sin embargo, alcanzan mayores grados de notoriedad a partir de 1996 con el cambio de la reforma constitucional que llevó el 50+ 1 en 1996. Las alianzas se han pronunciado de manera más vehemente por cuasi la imposibilidad material de que una organización partidaria, por si sola, alcance tan exorbitante cifra.
A la luz del cambio constitucional que requirió la cifra esbozada, debió producirse, en el campo político-electoral, lo que se denomina coalición política, que no es lo mismo que alianza electoral per se. La coalición política entraña mayor contenido ideológico, programático. Es la alianza a partir de ideas similares que se afincan en medio del pacto, no solo para alcanzar el poder político, sino, merced a una agenda país. Más allá de la diferenciación entre alianza y coalición política, el eje central es, que ambas implican “modos de coordinación entre comunidades políticas, para la consecución de objetivos comunes”.
A menudo, las alianzas electorales que se realizan de manera coyuntural y obedecen a un momento y contexto determinado, sobre todo, con el déficit en la competición de los valores e ideas que han de propugnarse y validarse en unas elecciones, se encuentran hoy en un solemne declive, habría que visualizarlas siempre en el horizonte temporal a corto, mediano y largo plazo. No siempre lo que resulta válido hoy ayuda a un partido mañana, de cara a su importancia y tamaño. Verbigracia: A mediano y largo plazo la alianza electoral del Partido Reformista con el PLD en 1996 lo subsumió, sobre todo, a raíz de la muerte en 2001 de Joaquín Balaguer. Para el hombre que nació en Navarrete en 1906, fue de primer orden para su propósito personal, no así para la organización política que hoy agoniza sin mutar.
En su interesante obra ¿Qué es la democracia? Giovanny Sartori nos dice “Hay democracia cuando existe una sociedad abierta en la que la relación entre gobernantes y gobernados es entendida en el sentido de que el Estado está al servicio de los ciudadanos y los ciudadanos al servicio del Estado, en la cual el gobierno existe para el pueblo y no viceversa”. En la legitimidad del poder que deviene, deriva de la voluntad popular. El consentimiento del poder, su génesis es una consecuencia prima facie de la democracia electoral. La democracia electoral, política, se constituye en el primer eslabón de las democracias: económica, social e institucional. Es en ese marco que hoy florecen más alianzas electorales y en otros países más coaliciones políticas, más allá de la tele democracia y la democracia.net.
¿Qué podría decirnos una demoscopia alrededor de las alianzas electorales y coaliciones políticas? En 1974 existieron dos grandes coaliciones políticas: el Acuerdo de Santiago encabezado por el PRD y el Acuerdo de la Dignidad Nacional dirigido por el PLD con Juan Bosch a la cabeza. Ninguno logró concretizarse en las elecciones de ese año por la fuerte represión del poder político, sobre todo, en contra del Acuerdo de Santiago, lo que conllevó a una gran abstención electoral.
Las demoscopias de las elecciones de 1978, 1982, 1986, 1990, 1994, 1996, 2000, 2004, 2008, 2012, 2016, 2020, todas se han realizado como alianzas electorales para acceder y/o mantenerse en el poder, en un juego del poder político de sumar +; es decir, en que los distintos actores políticos de las alianzas ganan todos en una estrategia de ganar-ganar, sin importar quien encabece las alianzas. En esta visión estratégica todos ganan, tanto a corto, como mediano y largo plazo, en las diferentes instancias del poder político y sus distintas derivaciones en los poderes públicos.
Resaltamos que, en la sociedad dominicana, el empleo público es muy significativo, teniendo hoy el 32% de los empleos formales y siendo el tercer país de la región con la densidad pública ocupacional más alta. Tenemos un empleo público por cada 11.2 electores inscritos en el padrón electoral y un servidor público por cada 14.4 habitantes. Gran parte de esas alianzas han devenido en dos elementos esenciales: llegar al poder y distribuir el pastel en una franja del clientelismo más demencial, permitiendo con ello una burocracia en el Estado poco profesional, con poca competencia, lo que dificulta la estrecha relación que ha de existir entre la democracia y el manejo del Estado y la visión del mismo a mediano y largo plazo.
Las alianzas para 2024 se visualizan como las más complejas y caracterizadas, en algunos, desde el punto de vista de la negociación como de suma cero. Veamos: Tenemos las alianzas que están llevando a cabo la Fuerza del Pueblo con otros partidos (Movimiento Rebelde, BIS, Quinta República, PQDC, PID). Las alianzas del PRM que, según sus voceros, abarcan más de 15 partidos. La tercera alianza es PLD, PRD y FP. Esta tercera alianza, por antonomasia, arrastra la primera alianza encabezada por la Fuerza del Pueblo. Sin embargo, cuando atañe al PLD es muy compleja.
PLD y Fuerza del Pueblo compiten en el juego de la oposición por el mismo segmento del electorado. Ambos son de la oposición. El apoyo del PLD a Fuerza del Pueblo significaría, de este ganar, la desaparición del mismo. Lo mismo sucedería de FP apoyar al PLD y este ganar, se extinguiría a mediano y largo plazo. En ambos casos se fusionarían y uno desaparecería. Es lo que se denomina en negociación, estrategia suma cero. Esto es, si uno gana el otro pierde. Estratégicamente a ninguno le conviene, sobre todo al PLD que es un partido con una estructura más arraigada y más fuerte y con una cantera de dirigentes jóvenes ya experimentados. No así la Fuerza del Pueblo, que es una organización más unipersonal, caudillista, construida bajo la sombra de la hiperpersonalización, contrario a una democracia más moderna e institucional.
Expresión iconoclasta de una verdadera modorra cuasi con una concepción unipartidista, cuya caracterización, al decir de Giovanni Sartori en su libro Partidos y sistemas de Partidos, es “monocromático de creencias basado en el principio de la unanimidad y el horror al disenso”.