5 muertos fue el saldo de la tragedia en el balneario Fula, en Bonao, entre esos una madre y su hija de 13 años. Un día después del feriado largo de Constitución, martes en la noche, pasadas las 7 de la noche y los bañistas se encontraban con el agua hasta la cintura, sentados en medio del rio en un ambiente de música, romo y hookah, pero aquí no hay ánimo de juzgar. Cada quien a fin de cuentas disfruta como quiere y como puede.
De acuerdo con versiones, se ignoraron las alertas de la crecida evidente del rio luego de las lluvias que se habían registrado durante la tarde. Los videos que han evidenciado la crecida del rio, que es más que habitual y de las que ruedan muchísimos otros videos en las redes, son realmente estremecedores. A cualquier se le mueve el piso viendo cómo el río arrastra sin piedad todo lo que encuentra a su paso y cómo la gente en la orilla hace el esfuerzo en vano de rescatar a los bañistas.
En un chat entre amigas surgió la primera pregunta y nos cuestionamos, sin contexto alguno, qué buscaba esa gente un martes en la noche metida en un río y peor aún, menores de edad que, suponíamos, tenían clases al día siguiente. Después uno se entera que la madre celebraba su cumpleaños y a uno no le queda más que quedarse callado y no emitir el mínimo juicio, además, es hasta indolente los muertos.
Después de muchos mensajes, terminamos de manera irónica en la frase que desde siempre acoge injustamente todas las quejas, “la culpa es del Gobierno”. Y es aquí cuando, apartados del ánimo y la simpatía política, nos toca ser realistas y asumir la responsabilidad ciudadana que a cada persona le asiste. No se le puede dejar todo al gobierno. Hay una cuota de amor propio, de apego a la vida y de cuidado e instinto de supervivencia que nos corresponde asumir como seres humanos. Ningún presidente dispone de un consejero personal para cada uno de nosotros que nos asista y persuada ante situaciones de peligro y que acuda al sentido común que, se supone, debe estar presente en nuestras decisiones.
Y aquí no pretendo cuestionar las decisiones de las víctimas, especialmente porque es cobarde hacerlo con gente que no está para defenderse, pero sí con el ánimo de cuidarnos nosotros mismos y dejar de culpar a los gobiernos, todos, por cada decisión que como ciudadanos tomamos.
¿Qué queda? El compromiso de las autoridades de tomar el control de ese balneario. ¿Lo más triste? Que a menos de una semana de una tragedia tan grande, cuando las familias todavía lloran sus muertos, para indignación de todos, el mismo balneario se vio repleto de bañistas como si nada hubiese pasado.
Indolencia, quizás, pero por encima de todo, una altísima falta de conciencia y apego por la vida.
No existe lucha más pendeja e inútil que la del ser humano contra la naturaleza y los hechos lo han demostrado con sangre. El barrio Mesopotamia y aquella tragedia a principios de los 2000 es una prueba triste, pero contundente, de eso.
Como ciudadanos nos toca ser conscientes y responsables y dejar de creernos el cuento de que todo es culpa del Gobierno, porque no lo es. La salvación es individual y cuando llegue la hora de la verdad no vale gobierno, presidente y mucho menos partido político.