Luego de una retahíla de presiones por parte de la cúpula del partido Demócrata, el presidente Joe Biden renunció a una segunda nominación presidencial. Y como lo establece la tradición estadounidense, la segunda en la línea de sucesión es la persona que ejerce la vicepresidencia, en este caso Kamala Harris.
Pero las alarmas que se han encendido en toda la nación, no es ni siquiera por ser Kamala Harris una mujer, y mujer de color, ni por los cuestionamientos que tuvo cuando fue fiscal de mano dura.
El asunto que preocupa es cómo hacerle frente a uno de los proyectos antigubernamentales más fuertes, de los últimos años, como lo es el Proyecto 2025, de The Heritage Foundation.
Ese proyecto se plantea como un terremoto político y social, una profunda revolución que busca reconfigurar todas las instancias federales, rediseñándolas a imagen y semejanza de su hombre en la política: Donald Trump, candidato presidencial del partido Republicano.
Es un movimiento que defiende, el concepto “retribución y revancha”, aspectos exteriorizados por el candidato del GOP sobre la necesidad de votar por él en el 2024.
La agenda del Proyecto 2025 puede calificarse de sediciosa, todo un plan orquestado por más de 30 organizaciones ultraconservadoras, ultraderechistas. A la cabeza, The Heritage Foundation, creada en Washington, DC, en el 1973.
El proyecto plantea la centralización del poder en manos absolutas de la figura del primer mandatario – obvio que ese grupo es Donald Trump- convirtiendo a EE. UU en un nuevo modelo “exportable”, dando primacía al individualismo, a la competencia sin límites entre capitales, mercados y personas; nada de lo social, de lo colectivo ni de la protección que pueda dar el Estado a los segmentos de la población con menos oportunidades. Es la utopía del “más apto” llevada al extremo.
El paraíso soñado de los promotores de Proyecto 2025 consiste en países aristocráticos, en los cuales la “meritocracia” de los europeos y sus descendientes directos sea la que prevalezca ante cualquier opción. También la defensa del nacionalismo extremo, étnico y “emancipador” del individuo ante toda regla del Estado y de lo público.
Bajo este escenario, cualquiera que sea la estrategia que el partido Demócrata tome de cara a las próximas elecciones, debe ser de un impacto tal, que no les quepan dudas a los votantes del valor de cada voto, que acudir a las urnas ahora es más importante que nunca. La democracia y la constitucionalidad están más comprometidas que nunca, y se hace vital defenderlas impidiendo que gobiernen los multimillonarios del Proyecto 2025.
El programa ultraderechista está dirigido a poner fin a una historia de crecimiento e inclusión en Estados Unidos, país en el cual los migrantes de todas las etnias y regiones han sido parte importante. Se habla de la reconstrucción familiar bajo la visión más conservadora, que considera el papel de la mujer como una segunda persona detrás del esposo, más que como una ciudadana integrada a la economía y a la política.
Se propone, además, desmantelar la administración pública, reducir el Estado, que no es más que el despido de millones de trabajadores de carrera, que han dedicado sus vidas al servicio público. Se desprecia así a aquellos cuya capacidad, experiencia y años en el servicio federal han hecho que las instituciones funcionen.
El reto del Partido Demócrata en este proceso electoral es convencer a la ciudadanía que se debe evitar que llegue al gobierno el grupo que aúpa a Donald Trump y ponga en práctica el Proyecto 2025.
Se trata de hacer frente al proyecto antidemocrático más oscuro de la vida republicana estadounidense.
De lo contrario, se corre el riesgo de que se destruya la democracia en Estados Unidos.