La muerte a tiros del dictador Rafael Leónidas Trujillo sorprendió a muchas personas, entre ellas, al propio presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, quien se encontraba en una gira por Francia. Aunque la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y diferentes grupos dominicanos, habían estudiado varias opciones para matar al tirano, predominaba el criterio de que sería difícil ejecutarlo en Santo Domingo.
Para el profesor Juan Bosch, sin embargo, la noticia no fue una sorpresa. Desde Costa Rica observaba con detenimiento los acontecimientos nacionales e internacionales, y veía que la permanencia de Trujillo en el poder contrariaba la política norteamericana, diseñada a partir del triunfo de Fidel Castro en Cuba. Observaba que esos nuevos vientos imponían la necesidad de derrocar, o ejecutar, al dictador dominicano.
Incluso el 27 de febrero de ese mismo año envió una carta al propio Trujillo donde le decía que si no se daba cuenta de esa nueva realidad pronto la sangre llegaría a su casa. Dicho y hecho. El no lo entendió, o mejor dicho, en sus planes no estaba, nunca estuvo, dejar el poder vivo, y entonces, efectivamente, la sangre lo cubrió cuando fue reventado a balazos la noche del 30 de mayo de 1961.
Por supuesto, su muerte provocaría grandes acontecimientos. El país estaba abocado a grandes convulsiones sociales y políticas. La historia latinoamericana registraba convulsiones e inestabilidad tras la muerte de los dictadores. Para un agudo observador como Juan Bosch era fácil prever lo que podría ocurrir, y eso lo llevó a pensar que en esa hora crítica de la historia dominicana, él y el Partido Revolucionario Dominicana, el partido fundado por él, Angel Miolán y Juan Isidro Jimenez Grullón en 1939 en La Habana, para encabezar en el exilio la lucha antitrujillista, debían jugar un papel importante.
Para él, y así se lo dijo a un grupo de estudiantes del Instituto Político donde se desempeñaba como profesor, con la muerte de Trujillo moría también su dictadura. Para Bosch esa dictadura sólo podía sobrevivir mientras viviera su creador. Ninguno de sus herederos ni colaboradores podían mantener el trujillismo sin Trujillo.
Por tanto, el PRD y él, entendía Bosch, debían liderar las masas dominicanas y conducirlas por el camino de la libertad y la democracia. A tales fines convocó una reunión para Costa Rica a la Comisión Política y a todos los representantes de las seccionales.
El 4 de junio se reunieron en el Instituto de Estudios Políticos, ubicado en un pequeño pueblo cercano a San José llamado San Isidro Coronado y arrancaron a evaluar el nuevo escenario y lo que debían hacer. En esa reunión, en la que participaron también importantes personalidades y representantes de los gobiernos de Venezuela y Costa Rica, así como de partidos amigos del PRD, Juan Bosch plantea que el PRD debía ya prepararse para actuar en la República Dominicana. Fundamentó su visión en dos hechos. Primero, en que la muerte de Trujillo generaría una división de las fuerzas trujillistas, lo que facilitaría la aparición de fuerzas democráticas en el país, y segundo, en que Estados Unidos y la OEA ejercerán presiones para la instalación de un gobierno democrático.
Tras muchas deliberaciones acordaron llegada la hora para el PRD entrar a suelo dominicano y luchar porque se instaure un régimen democrático, basado en los derechos humanos y políticos y en la justicia social.
Así, el 13 de junio, cumpliendo con esos acuerdos, Juan Bosch envió un telegrama al presidente Joaquín Balaguer, y otro, al presidente de la subcomisión de la OEA en el país, en los cuales les solicitaba garantías absolutas para el PRD actuar en Quisqueya.
Al otro día, recibieron ambas respuestas en las que se ofrecían garantías plenas. La hora de volver a la patria había llegado. Los miembros de la misión para llegar a RD, como primera avanzada del perredeísmo, fueron Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón Castillo.
Acordaron también que el profesor Bosch debía permanecer un tiempo más en San José, Costa Rica, usando su prestigio y relaciones internacionales a favor del PRD y del país.
En una época los adversarios de Bosch cuestionaron maliciosamente el que no haya venido al país con la comisión. Ángel Miolán, pese a sus contradicciones con el profesor, dejó un importante testimonio para la historia cuando escribió: “Hubo consenso en que el profesor Juan Bosch, dado el prestigio de su personalidad intelectual y sus vastas relaciones internacionales, debía permanecer en San José, cubriendo la retaguardia y allegando recursos económicos para garantizar el éxito de la misma…El profesor Bosch tendría también el encargo de movilizar la opinión pública americana en apoyo de la misión y en defensa de sus miembros, de ser agredidos”. Esa y no otra fue la verdad.
La comisión arribó al país el 5 de julio y los acontecimientos evolucionaron de forma tal que la permanencia de Bosch en Costa Rica se hizo innecesaria. El 21 de octubre pisó suelo dominicano tras 24 largos años de exilio. Un año después ganaría las elecciones presidenciales del 20 de diciembre de 1962 como candidato presidencial por el PRD, y sería presidente, lamentablemente, por solo siete meses.