¡J’accuse…! (literalmente en francés « ¡Yo acuso…!») es el título de un artículo escrito por Émile Zola durante el caso Dreyfus y publicado en el periódico L’Aurore n.º 87 del 13 de enero de 1898, en forma de carta abierta al presidente de la República Francesa, Félix Faure (Émile Zola en el caso Dreyfus).
“J´accuse”. A muchísimas universidades del país cuyos profesores están mal pagados. He ido acumulando en los últimos años la evidencia del silente descontento de miles de profesores universitarios que han respondido a mi encuesta gratuita y bien intencionada sobre sus empobrecidos salarios.
Esta “fatalidad profesoral”, que atenta contra la calidad de la formación profesional, va más allá de las aulas universitarias. Va más allá del simple territorio académico. El lacerante hecho maltrata la dignidad y los derechos de miles de profesores universitarios que no tienen voz en los órganos de gobierno de los centros educativos de educación superior. Ellos no tienen “acciones” en el negocio educativo.
Y es que esta desgracia abate a profesores de las universidades públicas y las privadas y atenta contra la “marca país universitaria” que nos aleja de los “rankings” que consumen los estudiantes nacionales y extranjeros que persiguen una educación de calidad.
¡Y es que sin buenos profesores el negocio docente (lícito) pierde atractivo porque va dejando en las aulas universitarias a los profesores carenciados (profesores taxis y otros obreros de la tiza) sin que las universidades vean mermados sus beneficios económicos de licito comercio, que muchas veces va acompañado de un subsidio del estado sin reciprocidad de la universidad (privada) que graciosamente lo recibe. ¡J´accuse!
Y aparejado al problema de la minusvalía salarial del profesorado universitario llega también la orfandad de las víctimas: el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología permanece ciego, sordo y mudo frente al bajo salario magisterial enarbolando una moral cómplice y mojigata: el falso respeto a la “propiedad académica privada”, que se agrava con “el permiso para cobrar” (lo que se quiera) que otorga la maltrecha evaluación quinquenal que concede autonomías cosméticas. ¡J´accuse!
Pero no voy la única voz que clama en el desierto. Antes que yo, el colega José Alfredo Guerrero publicó un interesante artículo sobre el tema: “Salario de profesores por materia en universidades privadas” (ACENTO, 07/11/2022), en el cual retrata el lamento de los profesores explotados diciendo: “Los que tienen el privilegio de vivir en ese paraíso universitario socialista es probable se burlen del “infierno neoliberal en que están sumidos los colegas de centros con fines de lucro”.
Aquí en el país las universidades pagan muy poco por hora de clase (independientemente del grado académico del profesor: doctor, maestro, licenciado, lo mismo da). Se está pagando entre mil y mil quinientos pesos): dar la clase, prepararla, corregir exámenes, pasar lista, asistir a reuniones y otras actividades profesorales. ¡Esto es una bagatela!
Y la ofensa a la dignidad profesoral se ensancha cuando una gran mayoría de los docentes (sobre todo los profesores por hora) carece de seguridad social, doble sueldo, pago de vacaciones y otras prestaciones justas porque los “patronos-dueños” se las arreglan para legitimizar la negación de sus derechos. J´accuse!
No sangro por la herida. Yo no enseño en ninguna universidad del país. Además no depreciaría mi Doctorado en Filosofía Cum Laude de la Complutense de Madrid por una bagatela, aunque confieso que me gustaría dar clase en alguna universidad del país. Pero la injusticia me duele como me duele también el silencio del MESCYT, donde tengo grandes amigos y compañeros de lides políticas). ¡J´accuse!
Me uno al llamado urgente a la acción de la Reunión de seguimiento de la Conferencia Regional de Educación Superior (CRES+5) celebrada en Brasil del 13 al 15 de marzo 2024 cuando expresa: “Es imperativo reconocer el constante deterioro que está afectando notablemente las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras de las Instituciones de Educación superior en las últimas décadas. Este fenómeno se manifiesta a través de la creciente precarización laboral, la falta de estabilidad, la depreciación salarial y la reducción de las condiciones y beneficios de la seguridad social”.
Y sigue diciendo: “Estos desafíos se ven agravados por un contexto regional caracterizado por un significativo aumento de la pobreza, la marginalidad y la desigualdad. La precarización laboral ha adquirido tales dimensiones que está impactando a todos los sectores de la educación superior”.
Y el documento termina con el siguiente grito: “Es imperativo reconocer que el logro de metas de progreso en el ámbito de la educación superior no será posible sin asegurar los derechos de los trabajadores y trabajadoras, quienes desempeñan un papel clave en la implementación de políticas progresistas. Es necesario impulsar políticas que hagan la diferencia, basadas en el diálogo con la sociedad”. (Declaración de la CRES+5).
Y algo habrá de hacerse para superar la desconsiderada paga de los profesores por hora (y también de medio tiempo y tiempo completo). Una larga cadena de profesores universitarios mal pagados se pregunta: ¿Quién puede permitirse dar clases en esos lugares con sueldos que apenas alcanzan para vivir?
Y más: ¿quién puede vivir una vida en la que el trabajo que se realiza es “desechable” y el valor del conocimiento que se tiene no es reconocible por los estándares que priman en el mercado?
Que las preguntas muevan al reclamo y ojalá que el reclamo encuentre oídos receptivos. Pocas son las universidades de aquí que motu proprio se atreven a mejorar el salario y las condiciones de vida de sus profesores. ¡J´accuse!