El viernes pasado, en las clases de Opinión Pública, debatíamos mis compañeros y yo, junto al maestro Oscar Vázquez, sobre la crisis palpable, innegable y evidente que existe en los medios de comunicación. Analizábamos en un debate sano, cómo se habían dado los hechos; quiénes cargaban con cierta culpa y habían abierto este portal; y el reto que tenían las autoridades ante una crisis que se hace más que evidente y hasta inevitable en los medios de comunicación.

Decía el profesor, y estoy de acuerdo, que parte de esta situación partía del hecho de que ahora cualquiera que quiera incursionar en los medios y tener una voz abierta al mundo, se hace llamar comunicador y encuentra espacio en los medios.

También la falta de regulación en los medios digitales resultaba atractiva y la democratización de los filtros que se requerían agotar antes, se la han puesto sencillo y fácil a todo aquel que tiene algo que decir o que siente la urgencia de ser escuchado. Y cuando digo todos, me refiero a todos. No existen filtros.

Empecé a trabajar en los medios en el año 2003 para el lanzamiento de Red Nacional de Noticias, pero tenía desde el 1998 escribiendo para el periódico Última Hora, y recuerdo con orgullo cómo en aquellos años agoté mis procesos en cada uno de los medios y en manos de gente muy experimentada a quiénes hoy les debo mi carrera y mi formación. Pasé casi un año leyendo noticias solo con voz en off, sin salir en cámara, mientras ensayaba y mis maestros, que iban desde periodistas de larga data, técnicos experimentados, hasta camarógrafos, directores de cámaras, editores y productores que hacían sus observaciones y aportes y que a mí me tocaba escuchar y acogerlos con humildad y sabiduría. Eso es cosa del pasado y aunque agradezco y valoro esas enseñanzas, ya la cosa no es igual.

Las oportunidades vienen con otro contexto y toca aceptar que los tiempos cambiaron. Con eso cambios se ha dado una apertura peligrosa que ha desatado una crisis en los medios de comunicación en la que parece ser que todos tienen el derecho a ofender, lacerar y expresar sus emociones de la manera que sea, superando con creces, lastimosamente, el estilo de Alvarito.

Tienen las autoridades un reto increíble ante sus ojos, porque no se sabe de qué forma pueden regular o aplicar las normas en un mundo en el que las regulaciones y las normas parecen pasadas de moda y en un medio en el que todo vende, menos lo correcto, lo bien hecho, lo derecho. Porque aunque nos duela, la comunicación con todos sus matices y las cosas que no nos gustan, como todo, las ha parido la misma sociedad.

Lo cierto es que, ante el reto que representa hacer de los medios un escenario decente o por lo menos cerca del propósito de educar, más que vender, no quisiera estar en los zapatos de aquellos a quienes le toca regular y tratar de hacer las cosas bien, porque la misión parece ser más que imposible.