Propiamente podemos afirmar que el parteaguas del siglo XX y el XXI fueron cuatro acontecimientos: la disolución de la Unión Soviética (1991), el desarrollo del Internet (1994) el ataque a las Torres Gemelas (2001) y las grandes reformas chinas (1992) que conducen a que dicho país será la potencia económica más grande del planeta en menos de diez años. Ni en los años 80 del siglo XX podíamos imaginar todo eso, ni en la actualidad podemos pensar el mundo sin esos factores.
Debajo de todo ese escenario, como movimiento esencial de la marcha del mundo, está el neoliberalismo.
El neoliberalismo surge como propuesta teórica pública en los años 70 cuando desde la Universidad de Chicago se hizo un primer experimento con el golpe de Estado contra Allende en 1973 y ordenaron la economía de Chile bajo sus preceptos. Gana categoría mundial con el ascenso de Thatcher (1979) y Reagan (1981), que lo aplicaron en sus respectivos países. Se denominaba al inicio de los 90 como el Consenso de Washington (1989) para su aplicación a países de renta media y baja con crisis estructurales de deuda externa, pero pronto desde la izquierda se construyó el concepto político-económico de neoliberalismo como corriente opuesta en el seno del capitalismo de la corriente keynesiana. (aunque es importante reconocer que varios economistas usaban ese concepto desde inicios del siglo XX)
El keynesianismo (que postula el Estado como motor de la inversión privada, inversor donde el sector privado no tiene motivación por la falta ganancias y garante de la distribución de la riqueza) dominó las primeras décadas de postguerra, con los dos grandes experimentos de Alemania y Japón, y fue el fundamento de la socialdemocracia europea y liberalismo progresista estadounidense. En el caso europeo impulsó el modelo social de bienestar, que tuvo en Estados Unidos un antecedente relevante con la administración de Franklin D. Roosevelt (1933-1945) que sacó a dicho país de la crisis del 1929 con esa doctrina económica, evitando caer en modelos semejantes al fascismo o el estalinismo.
La teoría de Keynes comenzó a hacer aguas con el ascenso en Estados Unidos del aparato militar-industrial (que Eisenhower develó como un riesgo serio al finalizar su mandato presidencial), posteriormente la crisis del 1971-1973, que comenzó con el abandono norteamericano del oro como medida de valor para colocar el dólar en su lugar y el incremento del barril del petróleo a niveles impensables, fruto de la reacción punitiva de los productores árabes a los países que apoyaron a Israel en la guerra de Yom Kipur (1973), cambio el horizonte económico de Occidente radicalmente. El cuestionamiento sobre el papel de los Estados para gestionar la economía se convirtió en la tarea de muchas de las universidades norteamericanas y medios de prensa, y eso abrió las puertas del neoliberalismo.
Y es precisamente la aplicación de las medidas neoliberales, sobre todo 1) la reducción del tamaño del Estado y su inversión en educación, salud, viviendas y pensiones, 2) la desregularización de todas las prácticas económicas para beneficio de los grandes capitales y 3) la globalización económica radical. Los primeros países afectados fueron los más pobres y ahora también a los más desarrollados, es lo que está generando gran turbulencia en nuestros modelos políticos y socavando las bases de la democracia y la prosperidad compartida.
La pauperización económica y social en amplios sectores de las clases medias y sus juventudes donde el neoliberalismo se implementa empuja en términos políticos la paulatina disolución de la democracia liberal y el ascenso de los discursos de la extrema derecha contra la migración, los pobres, las mujeres, la diversidad social y la búsqueda de la verdad racional, sobre todo. La extrema derecha engaña con el real motivo de la crisis para impulsar una agenda autoritaria que a su vez fortalecerá más al neoliberalismo.
La erosión de la calidad de vida provocada por el neoliberalismo económico ha gestado un escenario político basado en la ira y el odio, abiertamente mentiroso, aprovechando el uso masivo de las redes sociales, y que promueve el tribalismo en todas las dimensiones de la organización social para aniquilar el Estado de derecho y la validez de los Derechos Humanos como criterio de convivencia de la humanidad.
Nos empujan a formas cerradas y autoritarias de ejercer el poder, altamente agresivas contra toda alteridad que no encaje con sus pulsiones machistas, raciales y chovinistas, y prestas a disolver todo el ordenamiento regional o mundial. Sin equiparar, vamos camino de algo parecido a un nuevo periodo feudal como el conocido por la Europa Occidental entre los siglos V y XIII de nuestra era.
Todo esto está ocurriendo fundamentalmente en la Europa atlántica, Estados Unidos, y el sur de América Latina. Y eso no es el mundo, ni su centro. Donde se está gestando lo que viene no se encuentra aquí.
El ascenso de China como potencia planetaria y los inmensos recursos naturales de Rusia van irradiándose a todo el mundo desde sus modelos autoritarios de gobierno. África y América Latina cada vez más se vinculan a China en su comercio y la construcción de infraestructuras para el comercio (sobre todo trenes, puertos y aeropuertos). La India sigue los pasos de China en su desarrollo económico y junto con Rusia, Brasil y Sudáfrica han formado el BRICS que conduce a desbancar el dólar como moneda de cambio a escala mundial. Mientras los BRICS dominan el 35,7% del PIB mundial a finales de 2023, los G7 solo tienen el 29%, y de eso la mitad lo aporta Estados Unidos.
Paulatinamente Europa y los Estados Unidos serán marginales en el ritmo económico del mundo. Y si la extrema derecha logra dirigir política y culturalmente nuestras sociedades, cada vez más se acercarán a los modelos autoritarios del Asia, pero serán económicamente dependientes de los mismos. Y todo fruto del neoliberalismo aplicado inmisericordemente en Occidente.