Hay que preguntar al espejo y a tu pareja
y a tus hijos y a tu amigo de la primaria
y hasta al desconocido que me acabo
de encontrar en el metro lo mismo
de siempre: ¿eres feliz?
¿piensas todavía en la muerte?
Y si la respuesta de hace
dos décadas para atrás
cuando empezaste
a escribir en español
es todavía otra pregunta,
estás plenamente
en el laberinto de los días
de los cuales hay que ser dueño,
declarar a todos que te sientes bien
sin saber lo que te espera al otro lado
de todas las experiencias y sus fronteras.